VIII

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Había pasado y llegado un nuevo mes, y con él, uno de los días que se supone que debo celebrar sin importar qué. En realidad, mi cumpleaños no solía festejarlo en grande, hasta donde yo recuerdo, claro. Ni siquiera solía decirle a mis amigos cuando era mi cumpleaños, pero ésta vez Alex fue quien se lo mencionó a Ximena, Max y a Dani.

A parte de eso, todo iba bastante bien, no había escuchado más sobre esos "rumores", Ximena y yo nos volvimos amigas aún más cercanas, aunque ella seguía sospechando de Violeta.
Violeta, también con ella todo iba bien, cada día me gustaba más y yo no tenía las agallas para decírselo. Salíamos de vez en cuando a comer o a su casa, pero sólo eso, en plan amigas.

Uy, por eso es que te ves un poco triste de vez en cuando, ¿verdad, Victoria?

Ugh, cállate.

Llegué a la escuela como siempre, ésta vez Violeta tampoco se encontraba bajo aquél árbol, ya no me afectaba tanto, puesto que a veces estaba en la biblioteca o tenía otras cosas que hacer.

Como siempre tomé asiento en la acera que rodea aquélla área verde esperando por mi primo y amigos.
Unos cuantos minutos después, alguien cubrió mis ojos y pude escuchar un par de risas a mi espalda.

— A ver, no es como que tenga muchos amigos como para no saber de quienes se trata —reí rodando los ojos aún cubiertos.

— No es para que descubras quien es —dijo Alex a mi espalda, al parecer era él quien me cubría los ojos—. Te cubrí los ojos para esto.

Alex alejó sus manos de mis ojos, los abrí y delante de mi se encontraba Max, Dani y Ximena, ésta última estaba frente a mi, sosteniendo en cuclillas un pequeño pastelito con ambas manos y una pequeña vela encendida en el pastelito.

— No pudimos comprar algo mejor porque alguien —Ximena miró a mi primo con una mirada retadora—. No nos avisó con tiempo que hoy era tu cumpleaños.

— ¡Porque pensé que Victoria les había dicho! —exclamó a mi espalda.

— No, no le eches la culpa a Tori —respondió la peliazul—. Es su cumpleaños, te culpamos a ti Alex.

Reí y negué con la cabeza ante su pequeña discusión.

— No tenían por qué hacer esto, en serio.

Desagradecida. No seas así, Victoria.

Sí, mamá.

— Pero gracias, es un gesto que aprecio demasiado —sonreí mirandolos.

— Bueno, Ximena se está cansando de sostener ese pastelito, sopla la vela y pide un deseo —dijo Max con una sonrisa.

Sonreí y suspiré, pensando en qué desear.
Segundos después me acerqué al pastelito y soplé la velita. Ximena me dio el pastelito y lo miré con ternura. Era eso, un pequeño pastelito que puedes conseguir en una tienda.

— ¿Qué esperas? Muerdele —Dani arqueó una ceja esperando a que reaccionara.

Reí levemente y le mordí. Lo saboreé y era el pastelito más rico que había probado, no por el azúcar, si no por el sentimiento que me transmitía. Un nudo se formó en mi garganta. Un pequeño pastelito, mi primo y mis tres mejores amigos era lo único que necesitaba para sentirme felíz, era todo lo que necesitaba para sentir aquéllo que no recordaba después de lo del tiburón, me sentía querida.

Mis ojos comenzaron a ver borroso, se estaban cristalizando y, cuando menos me di cuenta, ya había un par de lágrimas bajando por mis mejillas.

— Oh, Victoria no... —Ximena se acercó a mi y me abrazó con fuerza—. Me harás llorar también, ¿estás bien?

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