Te odio...
Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello
Te odio...
Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes
Todo en Gabriel Petrov era equivoca...
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Esto es lo que ellos eran, lo que habían sido desde el principio, fuego abrasador en medio del clima más inhóspito del mundo.
—¿Entonces eres mío? ¿No hay vuelta atrás?
—Deja de dudar, es la décima vez que te lo repito. Te amo, Carlos.
Un gemido sonoro llenó los oídos de Gabriel. Su mano todavía apretaba su hombría entre el bóxer.
—Natalia va a publicar estas fotos. Lo más probable es que seamos protagonistas de un escándalo más grande que el de mi hermano e Iván.
—Bueno, debería sentirme contento, ya que le voy a ganar en algo a Zhukov.
La mujer no se había detenido en ningún momento, seguía tomando fotografías como si lo que retratara fuera el alma de esas dos personas que se amaban y dejaban llevar.
—Nunca me acosté con ella —confesó Charly. Luego metió la mano entre el bóxer para que Gabriel acelerara el movimiento.
—Maldito.
La boca de Gabriel fue hacia el cuello níveo y succionó con tanta fuerza que Carlos cerró los ojos y dio un nuevo gemido entre el placer y el dolor.
—Estás matándome.
—Claro que no, apenas estoy comenzando.
Gabriel lo empujó hacia la pared cubierta de retazos de seda blanca y volvió a besarlo. Charly se apropió de sus labios; los mordió y lo estiró a punto de hacerlos sangrar. Abrió su boca, permitiendo la intrusión de la lengua del ruso.
—Quiero tomarte aquí mismo. —La voz ronca y excitada de Gabriel, que presionaba su tonificado cuerpo sobre el de Charly.
—¿Y qué esperas?
A la mierda con Natalia y las putas fotos. Si quería quedarse allí y presenciar todo, que lo hiciera, Gabriel no se detendría. Introdujo sus dedos entre el elástico del bóxer diminuto de Charly y lo llevó hacia el piso, liberando su hombría.
—Gaby...
El ruso se puso de rodillas sin dejar de masturbarlo y abrió la boca, recibiendo el calor y el sabor del líquido preseminal.
Carlos afirmó su espalda a la pared y acarició el cabello rubio con ambas manos. La lengua de Gabriel era tan increíble. No entendía cómo había pasado tantos años sin conocer este deleite, y, ahora que lo había encontrado, nunca más lo dejaría ir.
—¿Bien?
—Ni siquiera puedo creer que lo preguntes —susurró perdido en el éxtasis cuando Gabriel volvió a lamer el pene desde la base a la punta y lo introdujo de nuevo en la boca.
Era tan excitante su rostro, la forma en que los músculos de su abdomen se contraían, aguantando el orgasmo. Gaby abandonó la hombría y un quejido se escapó de los labios de Carlos, aunque no duró mucho tiempo, dado que Gabriel capturó su boca en el momento en que se puso de pie.
