La vida nos presenta a menudo situaciones inesperadas que no dejan de ser agradables, y que muchas veces nos conllevan a resultados aún más inesperados.
Esta escena, no era más que el resultado inesperado de una situación inesperada en la vida.
Casi año y medio atrás, Harry Potter, salvador del mundo mágico, hijo de tres niños y recién divorciado de la flamante jugadora de quidditch profesional, Ginny Weasley, se encontraba en un bar, bebiendo hasta desmayar.
Por su lado, Draco Malfoy, sumido en el dolor del recuerdo repentino de la pérdida de su esposa durante el parto de su hijo, había atinado a acabar en el mismo lugar, en el mismo momento.
Y por casualidades de la vida, o por obras del destino, esa noche habían sucedido algunas cosas. Cosas que desencadenaron hechos que no me toca narrar, y que llevaron a ambos a este preciso momento.
El momento en qué, levantaban la mesa de su hogar, con tres niños corriendo alrededor, y una pequeña a nada de lanzar los crayones de cera contra la pared, procurando ganar la atención de su padre.
—¡James, Albus, Scorpius, a la cama!— Ordenó Harry, ejerciendo algo de autoridad sobre sus propios hijos y sobre el hijo de su novio. Mientras, este último, alzaba en brazos a la pequeña pelirroja.
¿Cómo habían llegado hasta aquí luego de años de rencor, odio y disputa? Era algo que ni ellos sabían y que ahora ocultaban con un simple y directo "maduramos".
Ambos adultos tuvieron que llamarles la atención varias veces hasta que lograron que se encaminaran a sus habitaciones, las cuales, por el momento, Lily y Albus, y James y Scorpius, compartían.
Los acostaron, acurrucaron y durmieron. Como la mayoría de las noches, el primero en caer fue el pequeño Scorpius, dejando a un James temeroso ante la inexplorada oscuridad.
"Sólo está oscuro... no hay nada ahí", se decía a sí mismo, intentando convencerse sin resultado alguno.
De repente, las luces de la habitación comenzaron a parpadear, prendiendo y apagando sin cesar, y haciéndolo sobresaltar.
Al otro lado de la habitación, el pequeño rubio se aferraba a un peluche soltando algunos quejidos y murmurando incoherencias. Estaba teniendo pesadillas, y su magia se manifestaba ante las fuertes emociones de miedo.
Lo primero que se le cruzó por la mente a James, fue levantarse y acostarse a su lado con cuidado.
—Shh...— Susurró acariciando apenas la cabeza del menor, abriendo paso entre las hebras de cabello con las yemas de sus pequeños dedos. Las luces dejaron de parpadear poco a poco, señal para que el mayor volviera a su cama.
—No te vayas...— Murmuró el pequeño, sorprendiendo al otro individuo, quien lo creía dormido —Cuéntame un cuento...
¿Un cuento? James sabía, por las tantas veces que Draco se lo había repetido a su padre, que contarle un cuento a Scorpius lo calmaba. ¿Qué cuento podría contarle? No tenía ni idea, ya que su memoria era pésima. Así que recurrió a la mejor arma que un niño de ocho años y medio podía tener, la imaginación.
—Había una vez...— Comenzó de forma muy típica a narrar —Un lugar mágico. En ese lugar, toodos podían ser quién quisieran: astronautas, bomberos, cantantes, famosos, cocineros, incluso animales. Todos, excepto por un príncipe... Este príncipe, tenía una horrible maldición que no lo dejaba convertirse en quien quería.— hacía algunas pequeñas pausas, para pensar como continuar.
—¿Y qué quería ser el príncipe?— cuestionó el pequeño con curiosidad. James lo maldijo mentalmente por hacerlo pensar.
—Un girasol— Contestó de repente —Para asombro de todos, el príncipe deseaba convertirse en un precioso girasol, y sentir el calor del sol, luego de una larga persecusión, en sus hojas.
La expresión de Scorpius pasó a una de extrañeza, posiblemente no esperaba esa respuesta. Sin embargo, se acomodó aún más, dejando a James continuar con el relato.
—Deseaba sentir el agua entrando por sus pies, o raíces, y recorrer toodo su cuerpo, sintiendo las cosquillas que le provocaba, y sobre todo, quería ser admirado por la gente... Quería que la gente se fijara en su belleza, en sus bonitas hojas verdes y amarillas, en los largos pétalos y en como el sol brillaba sobre él.
—Quiero ser un girasol...— Susurró el pequeño, apenas audible.
James detuvo unos segundos el relato para observarlo en las penumbras de la habitación.
—Tú no tienes que ser un girasol para ser admirado, eres bonito, y divertido, inteligente y...— El pequeño le puso la mano en la boca, para que se callara.
—¿Tú qué quieres ser?— le destapó la boca.
—Uhm... un superhéroe, como Superman— la expresión de desconcierto de Scorpius le hizo reír. A veces olvidaba que sabía poco y nada del mundo muggle. —Tiene superpoderes, es como magia pero sin varita—explicó— Y lucha con enemigos.
—Oh... Tu luchaste contra las pesadillas... Eso te hace Super-Jamie.— dicho esto, el pequeño se ocultó entre su cuerpo y el colchón, dando por terminado el cuento y la charla.
Por su lado, James quedó pensando qué, de alguna forma u otra, todos deseábamos ser admirados. Y lo que deseábamos ser, era, en realidad, lo que había oculto en nuestro interior.
Un pensamiento demasiado profundo y agotador para su joven cabecita. Decidiendo que, ya más adelante tendría tiempo de pensar, y que ahora necesitaba dormir se acurrucó junto a su nuevo hermanito menor y cayó en los dulces brazos de Morfeo.
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One shots | Scames |
Short StoryUna serie de one shots que voy escribiendo cuando me aburro. Los personajes pertenecen a JK Rowling, las historias son completamente mías.