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No nos dirigimos la palabra mientras estábamos en el auto en dirección a su casa. Victoria llevaba el tiburón de peluche en sus piernas y su mochila debajo del asiento.
Intenté hablar con ella cuando estacioné el auto frente a su casa.

- Tori...

- Última oportunidad, Violeta -me miró seriamente-. ¿Quieres estár conmigo sí o no? Antes de conocerte me hubiera importado lo que la gente diría de mi, pero ahora qué sé qué no eres una vaga que no le importa su vida, me importa una mierda lo que piensen los demás -hizo una breve pausa-. Mis padres están dentro, fácilmente podemos entrar y presentartelos, ya te lo dije, me importa una mierda lo que piensen.

Suspiré mirandola e hice una mueca torciendo la boca.

- Uhm, lo supuse, jugaste conmigo -abrió la puerta tomando su mochila con una mano y el peluche con la otra, el cual me mostró por unos segundos-. Para recordar que te olvidé.

Que comentario tan acertado.

Bajó del auto y cerró la puerta casi azotandola. La vi caminar hacia su casa a través del cristal y me golpeé mentalmente, en ningún momento jugué con ella.
Arranqué el auto y me estacioné unas cuadras adelante, apagando el motor y recargando la cabeza en el volante, la había perdido, por segunda vez.

¿Qué hice mal?

Todo, Violeta. Si le hubieras dicho la verdad...

De todas maneras no me recordaría.

Lo ha hecho.

No entiendo.

Te ha llamado Let. Dos veces.

Si me recuerda, no me perdonaría por haberme alejado.

¿Te estás rindiendo, Violeta? ¿Te estás rindiendo otra vez?

Sí, me estoy rindiendo.

No te alejes, no de nuevo, ella te quiere y tú la quieres.

Ella no recuerda quererme como lo hacía, me amaba.

Algún día te recordará y te perdonará, Violeta.

No lo hará. Tomaré ésta oportunidad, necesito dejar de herirme.

De nuevo estás siendo egoísta, piensa en lo que ella siente.

No siente lo que sentía por mi antes del accidente.

Con el tiempo lo hará.

Tengo que dejar de hablar conmigo misma.

[...]

Esa misma noche de sábado me sentía vacía, no había recibido ningún mensaje de ella y yo luchaba por no escribirle...

¿Por qué te da miedo que descubra quien eres?

Ya lo sabes, si un día me recuerda, sabrá que la abandoné cuando más necesitaba apoyo.

¿Y por qué la abandonaste?

Estaba enojada, enojada porque no me recordó.

Eres una cobarde, Violeta.

Lo sé.

Mi celular comenzó a sonar, una parte de mi deseaba que fuera Tori.
Pero no, no era ella.

- ¿Qué quieres? -pregunté tras presionar el botón de contestar.

- Qué pesada, mi amor -respondió Iliana actuando con un tono de voz indignado-. Sólo quería saber si me puedes abrir la reja.

AdictaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora