El Arma

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Es de noche. Estoy en mi habitación. De repente, siento en mí una fuerza sobrenatural que me hace salir al exterior. No se qué hago aquí. Es como si fuera una pesadilla interminable..

Estoy asustado. Asustado porque esa fuerza me es conocida. Algo que me impulsa a cometer atrocidades y que hace que no pueda conciliar el sueño por la noche. Quiero escapar, salvarme, porque no se que me pasa. Oigo voces que me dicen que soy de acero. Pero una triste frase hecha no compensa lo que hago. El problema es que ya no se si esas voces son reales, si esa fuerza es real o es que estoy loco. Intenté huir, supongo que de mí mismo y de mi lado asesino, pero hay algo que me paraliza. Será esa parte psicópata de mi ser que me echa para atrás. Siento dentro de mí un conflicto entre el bien y el mal, entre matar o perdonar, y mis actos confirman la parte que se está sobreponiendo. Quizá sea ese mi destino. Quizás sea un monstruo sin corazón.

Mientras estos pensamientos rondan mi cabeza, esa fuerza, esos movimientos involuntarios que me han destrozado me acercan a una joven que camina sola. Me acerco cuidadosamente a ella con intenciones de quitarle la vida y, justo cuando giro para mostrarle mi lado más mortífero, escucho un disparo.

En ese momento caigo al suelo, pero el disparo no me ha dado a mí, sino a mi parte mortífera. Llega la policía y en la placa de uno de los agentes veo reflejada la verdad. Soy un cuchillo, soy solo el instrumento sin personalidad e inmóvil de un asesino.

Ahora espero, pacientemente a que otra fuerza más benévola me tome como suya y mientras tanto, asimilo que mi vida es y será la de otra persona. 

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