Extra 1: All the small things

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Arvel:

Gerard estaba cerca de ella, le hablaba, pero parecía estar en su propio mundo. Candace estaba muy enojada. No sabía la razón, sin embargo, la conocía muy bien para saber su estado de ánimo sin que dijera palabra alguna.

Llegamos a la casa de Ben, sus padres aún se encontraban en el trabajo, así que podíamos "hacer tarea" sin que nadie nos molestara. Noté como Candace tomó su mochila y, en silencio, caminaba al piso de arriba. Los demás parecían bastante ocupados echándole porras a Gee para que comiera rápido el pollo, por lo tanto, tampoco notarían mi ausencia. Dejé mis cosas para hacer creer que iría al baño. Subí las escaleras y busqué a Candace, la encontré en el cuarto de nuestro amigo. Estaba sentada en la cama, sus ojos llorosos miraban hacia la ventana y abrazándose a sí misma. Me acerqué a ella con cuidado, no quería que estuviera triste y haría todo lo posible para distraerla en caso de que no quisiera hablar.

Cerré la puerta tras de mí y eso fue lo que llamó su atención, al verme se limpió las lágrimas.

—Arvel —Pasó su mano otra vez por sus mejillas—, ¿qué haces aquí?

Tomé asiento junto a ella.

—Te he notado algo extraña desde que salimos de la escuela. Y tú nunca te vas sin avisar.

—No me di cuenta, creí que le había dicho a Phoebe.

—¿Pasa algo?

—No quiero hablar de eso.

—¿Es sobre los chicos esos que te molestan porque creen que Phoebe y tú, y los demás... hay algo?

Candace asintió, las lágrimas se resbalaron por sus mejillas y yo sentí mi corazón romperse en millones de pedazos.

—Déjalos que hablen, Candy. Ellos son unos tontos y verán lo que quieran.

—Me duele que piensen que nosotras somos unas...

—No lo digas —Puse mi dedo índice en sus labios—. Con que nosotros sepamos la verdad es suficiente, no tienes por qué darles una explicación a los demás. Ignóralos y veras como tarde o temprano se cansarán. Y, si eso no pasa, los chicos y yo nos encargaremos.

Candace rio y se limpió sus lágrimas con el puño, luego me miro.

—Gracias, Arvel. Trataré de ignorarlos la próxima vez.

—Me alegra oír eso —ella sonrió—. ¿Qué te parece si nos tomamos una foto para recordar este día como en el que Candace se preocupa solo por lo que ella piensa de sí misma?

Candace sonrió de nuevo, mi corazón se encogió por la escena tan dulce de la chica que amaba.

—De acuerdo. Pero solo una.

—Con eso es suficiente.

Ella sacó su teléfono, lo tomé, puse la cámara y ajuste el cronometro mientras nos acomodábamos para la foto. No sabía qué hacer, así que me dejé guiar por mis emociones y besé la mejilla de Candace.

Al escuchar aquel característico sonido de la cámara que indicaba que ya había tomado la foto, nos separamos. Candace tenía las mejillas rojas... por alguna razón ese momento me recordó una canción, y no cualquier canción.

Entonces supe que era momento de tomar un pequeño riesgo en nuestra amistad.

—¡Me encanta! —gritó.

—A mí también. Ahora, déjame darte un regalo.

—No, Arvel, con la foto y la plática es suficiente.

—No. Yo quiero hacer esto.

—De acuerdo.

Como tenía el celular en mis manos, fue más fácil ir a ajustes para lograr mi cometido. Por suerte, una vez le compartí una carpeta con mi música favorita y fue un alivio ver que todavía la tenía.

—Cada que te hable o te mande un mensaje —dije—, va a sonar esta canción.

La seleccione y empezó a sonar. Nos quedamos en silencio escuchando la hermosa canción, porque tenía la esperanza de que ella captara la indirecta.

—Qué hermosa canción —susurró—. Me acordaré de ti cada que la escuche.

Depositó un beso en mi mejilla y, aunque me emocioné mucho por ello, sabía que no había captado lo que quería decirle.

Siempre fuiste tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora