Parte 24

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— ¿Gokudera-kun? —llamó Tsuna, preocupado de que su amigo ni siquiera hubiera tocado su almuerzo.

Yamamoto también lo estaba observando en silencio, preocupado por él. Desde su encuentro con Hibari poco habían hablado acerca de sus sentimientos, Gokudera parecía querer vivir en su fantasía hasta el final, eso era algo que Takeshi no quería quitarle. En el fondo, comprendía porque su amigo estaba haciendo eso a pesa de que le lastimara el alma al final, si Yamamoto tuviera una oportunidad como esa de pasar un tiempo al lado del Guardián de la Tormenta, probablemente también la tomaría.

En definitiva el amor volvía a uno un idiota.

—Estoy bien, Décimo. —mintió con descaro. Tsuna ni siquiera tuvo que usar la super intuición para saberlo. —No es nada.

Sawada entonces miró a su otro mejor amigo, parecía estar triste por Gokudera. Tsuna suspiró, mordiéndose los labios; si esos fueran los últimos días de Kyoko, él quisiera pasar todo el tiempo con ella, abrazándola cada segundo. Podía entender a la perfección como se sentía su amigo.

—Estaremos bien, Gokudera-kun. —soltó de pronto Tsuna, atrayendo su atención al tomarle de la mano. —Debes ir con él.

—Décimo.

—Yo me encargaré de llevar a Tsuna a casa si es lo que te preocupa. —calmó Yamamoto, sonriendo. —Así que no te preocupes, ve con Hibari.

—Yamamoto...

—En tu ausencia, soy la segunda mano derecha de Tsuna. —se señaló él, sin borrar la sonrisa de su rostro. Tsuna pensó que quizás no tenia mucho sentido lo que había dicho, pero Yamamoto debió necesitar demasiado valor para dejar ir a la persona que amaba con una que solo le podía dar felicidad momentánea. —Así que por hoy, confía en mí.

— ¡Él Décimo solo tiene una mano derecha!

— ¡Entonces seré su pie izquierdo!

— ¡No dividan mi cuerpo! —reprochó Tsuna.

Gokudera apretó los labios, Tsuna le asintió con la cabeza, aunque realmente no es que le estuviera dando permiso, solo quería que hiciera lo correcto. Ya el día de mañana se encargaría de consolarlo, estaría a su lado para siempre. El Guardián de la Tormenta se puso de pie, agradecido de tener aquellos amigos que nunca pensó encontrar y emprendió corrida escaleras abajo.

Era el último día que Hibari podía estar en el pasado, y por más que insistió en quedarse con él, Kyoya le pidió que hiciera sus tareas normales. Que no volviera a detener su mundo por él.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Hibari, estaba sentado mirando el televisor.

Gokudera jadeante, se acercó a él, Kyoya frunció las cejas a punto de reprocharle algo y lo único que pudo emitir fue un pequeño quejido al sentir los labios del chico estrellarse contra los suyos, sin querer dejarlo ir. La mente del guardián de la tormenta estaba en blanco, lo único que quería era estar a su lado para siempre, que al hacer esa simple acción pudiera llevárselo al futuro y ser felices en el lugar donde podían serlo.

—Hayato...

—Cierra la boca. —farfulló él, sin despegarse un solo milímetro de él. —Solo por hoy... déjame pensar que podremos estar así para siempre.

Kyoya supo en ese instante que nunca podría negarle nada a ese idiota, ya fuera en el pasado o en el futuro, había decidido entregarse para siempre a Gokudera Hayato.

Sin embargo...

—No te aferres a mí. —masculló Kyoya, abrazándolo. Gokudera hizo lo mismo, sentándose sobre las piernas de Kyoya, se recargó sobre su pecho, encorvándose para poder acomodar mejor en él. —Hayato, ya sufriste demasiado por mi culpa.

Me debes un favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora