¿Alguna vez has amado tanto a alguien, que duele?
Stefano sí, Alessandro sí, Avery sí.
Avery conoció a su pareja por medio de una aplicación. Inició todo demasiado bien, no parecía un pervertido en busca de sexo nada más, aún cuando la app solo se utilizaba para ello. Quedaron en hoteles y nunca hubo nada más allá de las risas, toques y caricias. Avery sentía que estaba en el paraíso, hasta que, su novio se enteró de qué tan popular era el menor. Su personalidad segura y algo altanera lo mantiene rodeado de personas, es un hombre de dar órdenes y de liderar, así que, una noche en la cual Avery mantenía una conversación con su equipo del club de críticas, su querido magnate lo había golpeado tanto que inventó a sus amigos y padres que iba a tomarse unas pequeñas vacaciones para despejar su mente. Jown y Heers estaban furiosos de que su pequeño se marchara de la nada, pero no lo presionaron o riñeron, si él necesitaba aire y espacio, se lo brindarían.
Su proceso de recuperación había pasado en miles de súplicas por el perdón, su amado le pedía disculpas día y noche, diciendo que tenía que aprender a controlarse. Poco a poco, la cara del lobo fue vista y gracias a la amplia experiencia y manipulación, Avery creyó que él tenía la culpa. La relación se convirtió en algo doloroso, porque Avery realmente ama a Layner y cree que Layner también lo ama tanto. Siempre trata de justicar sus acciones, sabiendo la historia de Jeannette, se hace creer que Layner no es como todos cuentan era Carlo.
Carlo la agredía sin excusas, Layner lo hace porque él es demasiado coqueto y desobediente, eso es lo que se dice. Realmente desea ser feliz, podía alcanzarlo, no importa cuántas veces le humille, si hay amor, es lo importante. Layner es complicado, su vida no fue fácil, Avery cree que es el héroe que va a hacerlo cambiar.
Por ahora, los hematomas están en todo su cuerpo y así será. Entonces, ¿Por qué retroceden tanto?
—¡Me duele, Layner! —grita Avery, su mano intenta mover la de Layner, que se cierra sobre su garganta. Le duelen las embestidas— ¡Sueltame!
Sus padres lo ha criado para ser un hombre seguro de sí mismo, un gran líder con un estilo precioso. Con las palabras correctas para defenderse que Heers le mostró, siendo un hombre inalcanzable. Su padre Jown lo crió seguro de su aspecto y de su personalidad, siempre fuerte, siempre dándose a respetar y, alguna veces, poniendo a los que debe en su lugar. Porque es la estrella de su casa, un rey, un-
Los recuerdos de su niñez pasan como películas. Mientras Jown y Heers lo subían sobre sus hombros juntos, sonrientes. Él fue un niño al que no le faltaba nada, ni amor, ni comida, ni lujos, ni seguridad. Perfecto.
—Genial, me has hecho ponerme flácido —gruñe Layner y le toma del rostro, por las mejillas, tira su cabeza con fuerza hacia el colchón y Avery tose con fuerza—, ¿Qué mierda soy? ¿Acaso te estoy violando? Gritas como una jodida puta. Maldita sea, Avery. Me pone de mal humor, ¿Por qué siempre tienes que arruinarlo?
Layner no debería de jugar así con nadie, es un hombre de veintisiete años que quiere comportarse como todo un idiota con un niño de dieciocho. Su capacidad de manipular es sorprendente, pero Avery es su tesoro y no podría dejarlo. Lo quiere completamente, no le importa cómo debería de bautizar aquella sensación, si era amor, obsesión o lo que fuese, era real. Verlo reír, verlo feliz con otros, es un botón que activa su ira y es tan idiota el menor, que es su saco de boxeo, su amante, confidente, su amor, una perra completa a su merced.
—T-te dije que me dolía.
—Si estaba follandote, al menos debías de cerrar la boca, ¿No?
—Yo creí que hoy veríamos una película —susurra Avery, Layner finalmente sale de él y se aparta con hastío. Finalmente, las manchas de sangre en la cama, confirman el salvajismo del mayor, quien, al ver aquello suspira.
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Después del Arte
Teen Fiction¿Escuchaste sobre los siete preferidos de Saint Gerald? Todos hijos del arte. Hay alguien que hace bautiza sus nombre en más arte, ¿Escuchaste que nadie sabe su identidad? ¿Escuchaste que yo sí sé quién es? ** Advertencia: Para leer esta novela, pue...