Capitulo 24: Sergey Sokolov.

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Sergey se pasó una de sus manos por el mentón, notando la barba raspar su piel y concentrándose en esa sensación mientras repasaba toda esa información que habían recolectado para él esos inútiles que tenía como informáticos. No tenía otro adjetivo para ellos después de que tardaran más de una semana en encontrar a ese maldito pelirrojo que consiguió una de sus últimas localizaciones. Elevando sus ojos azules cuando la puerta de ese despacho se abrió, viendo cómo uno de sus hombres le hacía un gesto con la cabeza y él correspondiendo mientras se disponía a abandonar esa sala.

Ese Clay había sido todo un descubrimiento. Un chaval de veintiocho años que pese a parecer un miembro envidiable de la sociedad, tenía bastantes trapos sucios y secretos que le divirtieron sumamente. Cruzando los pasillos de ese pub del que era propietario hasta llegar a unas pequeñas escaleras que llevaban al sótano, dejando que sus guardaespaldas le abrieran la puerta y entrando para encontrarse con ese muchacho que visiblemente nervioso le esperaba. Aunque no tenía mucha opción estando atado y amordazado en una silla.

"Dejadnos solos." Sergey sin esperar respuesta alguna de sus hombres, se quitó la americana con tranquilidad, mirando a ese chico que le seguía con esos ojos miel y con el sudor recorriendo su frente. Arremangándose la camisa mientras arrastraba una silla hasta la posición del menor, sentándose y tirando con rapidez de la cinta adhesiva que mantenía esos labios sellados. "Bien... sabes como funciona esto... pregunto y respondes."

"¿Y qué me asegura que no me matarás?" Clay moviendo sus labios con dificultad después de permanecer tanto rato con esa cinta adhesiva en ellos, rogó para que esos mafiosos no hubiesen apagado su teléfono móvil. No pudiendo evitar que sus ojos se desviaran hacia las espaldas de Sergey y volviendo a prestarle atención cuando escuchó su risa.

"No puedo asegurarlo pero si te preocupa tu móvil, lo apagamos a dos manzanas de aquí. Sabemos que quieren venir a por ti, así que les dimos algo de cancha para saber nosotros también el motivo de ese gran interés por mi presencia. No es más que un seguro por si no quieres hablar." Sergey sumamente tranquilo, cruzó sus piernas para mirar más detenidamente a ese chiquillo que parecía empalidecer por momentos. "Clay Davis... chico huérfano de padre y madre por un accidente de tráfico. Un chaval de notas excelentes que estudió duro para sacarse una ingeniería... trabajos bastante aceptables, hasta la metedura de pata con Viktor. ¿Voy bien?"

"Tu gente ha hecho bien el trabajo también." Clay moviendo sus manos contra esas bridas para ver si tenía oportunidad de escapar, miró esos ojos azules que parecían adivinar sus intenciones. Percatándose que ese hombre parecía tenerlo todo perfectamente controlado y eso no hacía más que hacerle ver, que sería difícil salir de ahí. Debía ganar tiempo, si Sergey decía la verdad, Dimitri estaría ya buscándole y quizás podría volver a ver a ese malhumorado hombre. "Lo siguiente te lo puedo decir yo... después del fallo con Viktor estuve trabajando en una empresa como cualquier ciudadano, hasta que volví a meterme en líos evidentemente. Y por eso ahora estoy sentado aquí, atado y a punto de ser torturado por un mafioso."

"Supongo que eso fue debido a tu amorío con Dimitri." Sergey acercando su silla hasta poder tocar el cuerpo de ese chico, vio como esos ojos parecían perder brillo y eso le hizo sonreír. Rasgó con facilidad la tela de esa camiseta, encontrando aquello que quería ver con sus propios ojos: la bonita cicatriz que adornaba su vientre, con una precisión casi quirúrgica, una maravilla. "Entonces es cierta la información... eres el amante del perro guardián de mi hermano."

"¿Y qué más da?" Clay sabiendo muy bien que era imposible negar algo que ya habría contrarrestado con diferentes investigaciones, se removió inquieto por el tacto de esas manos en su piel. "No sé para que estás haciendo un discurso del cuál ya sabes el final. Llegué hasta ti, te cabreaste y ahora me tienes encerrado."

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