única parte

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Horacio estaba en la cocina de su apartamento. Se había mudado ahí hace poco, con el dinero que empezaba a ganar como agricultor. Era un piso muy pequeño, y en cierta manera, le hacía sentirse como enjaulado. Solo había una habitación donde él dormía, un baño, un salón y la cocina. La maldita cocina.

Llevaba en ella cerca de dos horas, comiendo todo lo que encontraba a su paso. Mientras comía, la culpabilidad por aquellos atracones iba en aumento, pero sencillamente no podía parar. Estaba muy ansioso.

El motivo de aquella ansiedad venía desde hace ya un par de días, cuando, mientras recogía tomates con Gustabo, Conway se le acercó y le dijo algo, que él, ciertamente, no estaba preparado para escuchar.

-"El otro día me encontré a Volkov. Estuvimos hablando y hasta compartimos números de teléfono. Me dijo que le gustaría verte algún día. ¿Que te parece mañana?"

Al principio, Horacio no pudo más que emocionarse. Los años habían pasado, pero su enamoramiento por Volkov no se había desvanecido. Ni siquiera había perdido potencia. El chico de la cresta estaría mintiendo si decía que no había pensando en pasarse por comisaría, tocar a la puerta, preguntar por Volkov y hablar con él. Pero había varias cosas que le detenían.

La primera, la culpa. No se le quitaba de la cabeza que si el ruso había pasado tantos años en coma, no había sido por la culpa de nadie más si no suya. No sabía si Volkov le guardaría rencor o se mantendría indiferente, pero había algo con lo que sabía que no podría lidiar, y era con el antiguo comisario odiándole. No podía pasar por eso. En segundo lugar, su físico. Sabía que el Horacio que Volkov recordaba no tenía nada que ver con quien él era ahora. Él recordaba a un Horacio atlético, musculado, ejercitado y con la práctica de ser policía. Conocía ya el rechazo del contrario, pero sabía que sus motivos siempre habían sido genuinos. El pensar en Volkov mirándole con asco, con desprecio, era algo que le abrumaba.

Bien en el fondo, Horacio sabía que esas dos posibilidades eran poco probables. Conocía al ruso, sabía como era y no era alguien superficial, ni mucho menos rencoroso. Había tragado mucha mierda de Conway y no se separó nunca de su lado, acabó siendo el mayor el que se alejara. Y, según las palabras del ex-superintendente, el mismo Volkov quería verle. Pero tenía miedo.

Miedo de ser juzgado, de ser rechazado de nuevo. Miedo de que la emoción más bonita que había conseguido desarrollar, porque eso lo tenía bien claro, lo que sentía por Volkov, era algo bonito, puro, se transformara en un dolor que le acabara sobrepasando. Miedo a perder a alguien a quien realmente no tenía.

Y por eso llevaba toda la semana dándole largas a Conway sobre el encuentro. No se estaba esforzando mucho en buscar buenas excusas, Jack siempre había sido bueno en saber cuando los demás mentían. Esta misma mañana le había dicho que no podía ir, y, harto de poner excusas vagas, simplemente había añadido que se sentía mal y que quería estar solo.

Y ahí estaba, comiendo, de fondo cualquier chorrada en la televisión a la que no estaba prestando ninguna importancia, mientras comía un plátano medio podrido, de lo poco que quedaba sin asaltar en la nevera.

De repente, un pensamiento no muy agradable cruzó su cabeza. Nunca iba a estar listo para ver a Volkov, porque nunca se iba a poder librar de la angustia que le producía el querer verle y no hacerlo. Esa angustia le haría comer y eso empeoraría su estado físico, y entonces entraría en un bucle y nunca vería a Volkov, nunca estaría bien. No podía dejar de repetir esas palabras en su cabeza:"nunca, nunca, nunca."

Y, de repente, mientras lloraba, sonó el timbre de su puerta. Suponía que sería Conway, era el único al que había dicho que se encontraba mal, y de todas maneras, no tenía muchos más amigos. Estaba Gustabo, por supuesto, pero la relación estaba muy enfriada con los años, y no hablaban mucho fuera de las horas de trabajo.

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⏰ Última actualización: Sep 28, 2020 ⏰

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