único.

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La luna brillaba tardía sobre el cielo nocturno, despampanante, en su esplendor más deseado. Bajo ella, el chico cuyos ojos reflejaban las estrellas pero que, en contra de su voluntad, los mantenía privados de ellas. Era en aquellas noches, durante un sueño profundo, que a él se acercaba el chico que sostenía las estrellas y bajo un simple toque las posaba en sus labios. 

La unión era una nueva gota de vida, que con manos entrelazadas prolongaba cada día. El chico cuyos ojos reflejaban estrellas despertaría entonces ante el toque, atesorándolo más buscándolo nuevamente, en fallidos intentos de revivir efímeros segundos de euforia. El chico que mantenía las estrellas entonces se invisibilizaba ante sus ojos, perdiéndose en castos sueños de luz.

Jeon Jungkook, el chico cuyos ojos reflejaban las estrellas, ya se había acostumbrado a ello. A largas noches que se reducían en segundos, sumidas ante la oscuridad y la luz de la luna, en pesadillas vivientes que despertaban sentimientos fervientes mientras era arrullado amorosamente, en brazos de aquél que sostenía las estrellas. Estaba acostumbrado al leve toque de sus belfos, meramente unidos como para extender su propia existencia, aquél toque fantasmal con el que solía fantasear a la luz del día.

Era casi una rutina, ser envuelto en un manto de estrellas.

Cuando el sol salía, Jungkook pensaba en estrellas. Soñaba con estrellas. Admiraba las estrellas que incluso en el día brillaban, resplandecientes. Añoraba para sí cómo se sentía tenerlas sobre sus labios cada noche, incluso también en sueños, cuando reposaba tranquilamente en breves intervalos. Luego la noche caía, y las estrellas volvían a reflejarse en su mirada, ya no tan decaída.

Privaría a sus ojos de cualquier vista, sus pestañas uniéndose unas sobre las otras al compás de respiraciones que pronto se tornaban erráticas y, entonces, al son de un corazón con fallas el chico que sostenía las estrellas entraría en su habitación.

Sin el etéreo durmiente siendo consciente en vida real de ello, el chico admiraría su rostro delicadamente construído a corta lejanía. Para Jungkook, solo retazos de sueños que jamás lograba visualizar en demasía estarían explayándose en su mente, como flores que lentamente crecían sin todos sus pétalos envolviéndole. Sujetando lo frágil con firmeza, aferrándose a lo inconcluso, el chico dejaría que él lo viera por instantes de delirio, sabiendo que Jungkook, dentro de sí, lo apreciaba. Utilizando a su favor tal tesoro, concepción de aquello que solo ambos poseían, que era tan recíprocamente concebido como valorado. Por instantes, amado.

Y luego sucedería; la corta lejanía se extendería en cuanto el chico cierra las distancias, las manos que sostenían estrellas paseando por su rostro y dejando un trazo brilloso y cálido tras de sí. Primero por su cabello, otorgando efímeras caricias que calmaban cualquier tempestad.

Entonces, el corazón con fallas comenzaría a repararse.

A continuación el toque viajaba a sus oídos, dejándole oír lo que la noche susurraba con esmero. Cariñosamente su risa, de felicidad pura y anhelante de él y solo él, se colaría por su ser. Como canción de cuna, pronto comenzaría a despertarlo del inducido sueño terminante y el chico cuyos ojos reflejaban estrellas dejaría escapar las primeras lágrimas de añoranza, en sueños de algo que ya había dejado de aparentar ser una simple serendipia. Creyendo que solo se encontraba en su cabeza, más lágrimas caerían, entonces el tacto volaría con rutinaria velocidad a sus mejillas y Él secaría sus lágrimas, sintiéndose prístino. La pálida piel de su rostro sucumbiría ante las brasas, sus pómulos obteniendo aquél brilloso carmesí bajo sus finas extremidades. 

Temporalmente, el corazón comenzaría a latir con casualidad.

Luego el toque se extendería millas más abajo, cercanamente paseando por el puente de su nariz y manteniéndose por segundos allí. Jungkook arrugaría su nariz, aún en brazos de algún dios que lo inducía en la inconsciencia, sintiéndose el cosquilleo atravesar su piel.

Era cuando sus dedos trazaban el delicado rostro un poco más, que Él sabía que el tiempo se estaba acabando. Entonces se acercaría en aquella lejanía, lentamente uniendo sus rostros. El tacto solo de sus manos, cargando todas y cada una de las estrellas que podía, descansaría brevemente en sus labios sellados. Jungkook, abriéndolos levemente por instinto, dejaría que algunas de las estrellas se colaran por medio de ellos, adentrándose en su organismo hasta llegar como parches al órgano que lo mantenía con vida, ahora con luz suficientemente fuerte como para volverlo latiente. Extendiendo la lejanía, Él dejaría que las estrellas reposaran en sus labios hasta conectarlos con los suyos.

Al suceder, el toque era eterno para uno, demasiado corto para el otro. Sus belfos se unían con delicadeza, en suaves besos a los que él inconscientemente consentía, en un vaivén irrealista y consolador. Entonces todo se volvería demasiado, y el beso se detendría. Acortando o quizás alargando la distancia, Él se separaría, y su toque viajaría con parsimonia a aquellos ojos que pronto sostendrían estrellas.

Jungkook despertaría, sentándose en su cama de un salto. Respiraría profundamente, tomando todo el aire que hace segundos había comenzado a faltarle. Luego abriría sus ojos, y las estrellas viajarían de sus labios hasta llegar como un estallido a sus orbes. Escurriendo gotas de vida, temería lo inevitable.

El corazón con fallas sobreviviría una noche más, pensaría, observando a su lado breves espejismos.

Su amante dormiría plácidamente, extremidades entrelazadas con las suyas en una posición que ante su delirio se habría tornado incómoda para ambos. Entonces la noche seguiría su curso, y aquello que tomaba la forma del chico quien ponía las estrellas en sus ojos abandonaría su habitación por ese día, desvaneciéndose dentro del cuerpo a su lado en un futuro inevitable. Su tesoro más preciado apenas y se removería entre las sábanas, disimulando que en realidad Él no había dormido en toda la noche, al igual que en muchas otras, con temor al súbito despertar de su amante. Con temor de que, inevitablemente, eso en algún punto le sucedería y Jungkook se escurriría de sus manos como pequeñas y resbaladizas gotas de lluvia. Que él, también, se perdería en estrellas tanto como Jungkook lo haría.

—Taehyungie... —susurraría el chico cuyos ojos reflejaban las estrellas, tan bajo como para apenas ser un murmullo pronto perdido entre el viento y sus respiraciones desesperadas.

El chico que dejaba las estrellas en los ojos del otro lo abrazaría más contra sí, buscando la calidez que solo sus corazones, que latían al compás, podrían entregarle. Y cuando Jungkook se calmase, volverían a dormir.

Así sucedía de noches en cuando, aquellas en las que ambos aparentaban sumirse en infinitos puentes de ensueño, temiendo que uno de ellos no volviera a despertar. Aunque cuando sus manos se entrelazaban, sus labios se unían y sus latidos compartían el mismo lento vaivén, incluso lo inevitable parecía no menos que un cálido abrazo de su amado.

Mientras el manto de estrellas aún los protegiera, no había de qué temer.





pensado en dos de las personas más importantes de mi vida, sabiendo que una sigue acá y la otra me cuida desde lejitos.







manto de estrellas ━ taekook.Where stories live. Discover now