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Conway suspiró; estaba sentado en su gran sofá mirando por el gran ventanal que su ostentosa casa poseía, con un cigarillo apresado por sus dedos y menos de media caja encima de la mesa. Calaba de su cigarro traganse el humo que pasaba por sus pulmones y lo dejaba escapar por su nariz.

Se sentía relajado o eso quería pensar; Cuando la realidad es que cuando consume tantos cigarros en un día daba indicios a que no se sentía calmado. y es que las pesadillas se metían tanto en su cabeza que lo arrastraban lentamente a querer convertirse en una pesadillas tambien, tal vez si eliminara su existencia.

Gran parte de Los santos se veia oscura, sentía tranquilidad en esta; aunque solo era un sentimiento, él mas que nadie conocía la ciudad y sabía el desastre que se provocaba en esta en la oscuridad; sin embargo, ni siquiera la tranquilidad de la noche lo hacía sentir sosegado, lo único que hacía era mantener la poca cordura que le quedaba.

Su cabeza era un lío, sus sueños sólo lo hacían retorcerse de lo escalofriantes que podían ser. Llevo sus manos a su cabello oscuro desesperado y lo jaló con rabia a sí mismo aún sosteniendo el cigarrillo entre sus dedos, una lágrima se deslizó por su mejilla de desesperación.

No podia dormir, aún después de tantos años desde la muerte de Julia, de sus hijos; de Ivanov, seguía llevando flores, seguía llorando y seguía teniendo pesadillas.

Su ostentosa y vacía casa sólo hacia que se sintiera más vacío, más solo; más destruido.

Sus párpados se sentían pesados, cansados y quería unas horas de sueños las cuales parecia imposible de conseguir, porque las pesadillas lo destruían, poco a poco, y lentamente.

Se permitió pensar en su comisario y logró calmarse. En ese ruso serio que aveces sonreía, se permitió pensar en si estaba durmiendo o tenía pesadillas. Puede parecer increíble por lo poco que se lo demuestra con palabras y acciones pero ese ruso era el único que reprimía sus ganas de desaparecer.

Ese ruso lo mantenía vivo. Solo por el anhelo de Conway de ver su sonrisa.

Las veces que Conway estaba con Volkov eran las únicas en las que él se reía sin sarcasmo, sin amargura. En las que lograba sentirse medianamente pleno.

Respiro hondo y apagó el cigarrillo en el cenicero que yacía junto a la caja de cigarrillos. Se levantó. No podía estar más despierto, sus ojos rogaba por descanso. apagó las luces de la sala y se dirigió a las escaleras con destino a su habitación.

Al llegar a esta la cual se encontraba iluminada por una lámpara. Impactó su cuerpo agresivamente contra la cama dejando caer todo su peso en esta, y dejó que sus parpados cansados cayeran, al instante se durmió con la esperanza de no tener pesadillas.

Una bala por ti| VolkwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora