Primer Cambio III

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Tefi había alquilado un UBER para ir desde la estación a su casa. Para mí era toda una experiencia porque no había subido en uno de esos en mi vida. Si bien es cierto, no  me sentí muy cómoda cuando los taxistas que estaban esperando para llevar pasajeros nos miraron mal al subirnos a un vehículo del estilo, pero por lo que pude comprobar con otros viajeros era bastante normal que la gente utilizara ese nuevo servicio más barato para moverse por la ciudad. Y aunque era de agradecer que el bolsillo no saliera tan lastimado cuando te movías por la urbe de esa forma, entendía perfectamente que los taxistas reaccionasen así ante esa situación en la que veían mermar su clientela y, con ello, el sueldo que llegaba todos los meses a sus hogares y familias. Al fin y al cabo era el pan de sus hijos.

El viaje fue corto pero ella aprovechó para ponerme al día. Me habló de todo lo que tenía planeado, de las cosas que íbamos a hacer y de todo lo que íbamos a estar ocupadas, no ese día o al siguiente, sino en las próximas tres semanas. Supe el porqué de esa actitud durante el viaje, y lo hice porque la conocía como la palma de mi mano. No quería preguntar nada, mucho menos frente a un desconocido, en este caso el conductor, y hacer que me derrumbase aún más de lo que ya me había derrumbado al encontrarnos nada más bajar el tren. Había prometido que este viaje era para desconectar para que centrase mis pensamientos en otra cosa y se lo había propuesto al 100%.

Cuando abrió la puerta de su casa, un suave olor a vainilla llenó mis fosas nasales. Era delicado y segundos después tornaba a una fragancia de pureza y limpieza, no sabría muy bien cómo explicarlo. A mí me sacas de la colonia Nenuco y me pierdo. El piso era pequeño, pero cabía esperar algo así; los precios del alquiler, y más en la ciudad, están por las nubes. Alquilan cuchitriles de 40m2 por más de 750€ y piensan los caseros que están haciendo un favor y todo, como si eso fuese un chollo que no puedes dejar pasar. A ver, voy a ser sincera: un piso por ese precio tendría que ser, mínimo, de 100m2 y tener las mayores calidades y lujos que te pudieses imaginar, porque no es para menos; es increíble que haya gente a la que le parezca normal que un mes de alquiler sea casi el mismo importe que un mes completo, con jornadas diarias de 8 horas, en un trabajo. En serio, ¿se nos ha ido la cabeza?

Nada más entrar había una zona pequeña donde te encontrabas un salón con cocina americana que tenía lo justo: un frigorífico de metro sesenta que, a juzgar por el aspecto de fuera, no bajaba de quince años; una vitrocerámica de dos fuegos, un fregador y cinco muebles de almacenaje contando los de abajo y los de arriba. 

La zona del salón, a pesar de ser pequeña, tenía de todo. Un sofá de tres plazas, una televisión y una pequeña estantería repleta de libros en los que la mayoría eran de estudios económicos y biografías de gente importante; Tefi era una chica muy curiosa y le gustaba saber de todo. En una ocasión me había confesado que leer las superaciones de personalidades interesantes le ayudaba a tener confianza en sí misma y a ponerse las pilas con lo que quería hacer en la vida. Las tres puertas que se veían y que daban a aquella zona mixta eran las dos habitaciones y el baño.  Nada más.

El baño tenía  ducha, lavabo e inodoro, tampoco es que fuese de otro mundo ni hubiese mucho más sitio en el que poner muebles y estanterías donde guardar cremas y enseres salvo una pequeña repisa sobre el retrete en la que Tefi tenía varias toallas. Su habitación era  menuda pero con muy buen gusto; tenía una zona de escritorio, la cama y una cómoda donde guardaba su ropa junto a un perchero móvil donde colgaba sus vestidos y la ropa del trabajo. La mía, sin embargo, se notaba que no estaba habitada. Una cómoda igual que la que ella tenía en su habitación y una cama de un metro de ancho eran los únicos muebles que había en esas cuatro paredes.

─¡Y esta es tu habitación! ─anunció entrando y sentándose de golpe en el colchón─. Lo sé, sé que no es la gran cosa, pero mírala como un lienzo en blanco que puedes decorar y poner a tu gusto. Podemos ir al IKEA y pillar alguna planta, velas, juegos de sábanas, cortinas... ─al ver mi cara de desconcierto, hizo un ademán con la mano y se levantó de la cama─. Tenía que darle un toque a la habitación porque es la única que no he podido decorar aún desde que me mudé hace seis meses de la casa compartida, así que me viene genial que te vengas conmigo y me ayudes a elegir, pero ya que vas a quedarte aquí por un tiempo... ¡pues lo haremos a tu gusto!

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora