El mundo mágico estaba celebrando. Hace unas horas la noticia de que el hombre que los mantenia bajo sus órdenes había muerto, lo curioso, fue un bebé el que lo había hecho. Las celebraciones llegaron a tal nivel que incluso los muggles se estaban percatado que algo raro ocurría. Seguramente era extraño ver a un grupo de hombres vestido con túnicas beber hasta la última gota de alcohol de un pequeño bar en Liverpool mientras vitoriaban el nombre de alguien: Naruto Uzumaki.
Al otro extremo de Liverpool, un encapuchado caminaba por las frías calles apresuradamente, en sus brazos yacía un bebé que sólo lo miraba con sus pequeños ojos llenos de curiosidad.
El encapuchado se detuvo frente la puerta de un orfanato, soltó un largo suspiro mientras al mismo tiempo dejaba al bebé en el suelo.
—Muy bien, pequeño Naruto, siento tener que dejarte en este lugar, pero es la única manera que te mantengas seguro de los pecados que tu sangre ha cometido y la fama que has conseguido, je, el gran Lord Voldemort derrotado por un niño, daría todo por ver como sucedió.
Sacó una carta de adentro de la capucha y la coloco a lado del niño, en ella estaba el nombre y la edad del niño.
—Espero ser yo quien te enseñe el mundo mágico, pero primero debo asegurarme de no entrar en la cárcel, por lo que no es una promesa, de igual manera, creo que debo de hablar con Narcissa si no puedo venir a por ti—El encapuchado se levantó y tocó la puerta—. Nos vemos, Naruto Uzumaki, descendiente de los Grindelwald.
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Las calles de Liverpool comenzaban a iluminarse en señal de que el sol comenzaba a salir. Dentro del viejo orfanato los niños se despertaban e iban al gran comedor. Por entre los pasillos, caminaba la señora encargada del manejo del orfanato, una anciana de sesenta y siete años, ojos de color verde que eran protegidos por unas grandes gafas sobre su cara bastante arrugada. Regido bajo un formato antiguo, castigaban muy severamente a los niños y niñas, sin embargo, había un chico que resultó ser un problema los últimos 10 años.
Naruto Uzumaki, un chico que era un completo misterio, que fue encontrado hace diez años en las puertas del lugar. Desde ese momento, sucesos extraños ocurrían de vez en cuando. Fue sorprendente para ella lo inteligente que era para su edad, superando por mucho a los demás niños. Su mirada era algo aterrador, sin ninguna muestra de sentimiento que no sea desprecio y en algunas ocasiones burla.
La anciana bajo unas escaleras hasta estar frente una puerta que solo era iluminada por un foco de baja intensidad. Este lugar era temido por los niños, era el lugar de castigo a los que se comportaban mal, lugar que Naruto Uzumaki conocía de sobra y que hacía que los demás encargados se sintieran frustrado por no encontrar una manera de aterrorizar al niño.
Abrió la puerta lentamente, mostrando una sombra de pequeña estatura parada en medio de la habitación, que estaba llena de pinchos por todos lados.
—¿Suficiente tiempo aquí, Naruto?—preguntó la anciana, aunque sabía cuál iba a ser la respuesta.
—Creo que esa pregunta te la debo hacer yo, Kristen—dijo el chico, con completa tranquilidad.
—Dime, ¿has aprendido tu lección?
—¿Cuál lección?—preguntó el chico saliendo de la habitación, mirando fijamente a la anciana con esos ojos azules carentes de algún sentimiento que tanto provocaban el pánico de las personas que se atrevían a mirarlo.
—Sí quieres comer algo debes apresurarte a subir al comedor.
—Nah, robé suficiente comida durante la noche—el chico comenzó a subir las escaleras—. Prefiero tomar una ducha.