Parte única

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Uno estaba desnudo en la cama con sólo una sábana hasta el pecho cubriendo su pálido cuerpo, miraba el techo, pensando en la vigas que se encontraban ahí, con algunas telarañas, polvo...

—No aguanto más, Illumi.

Dijo seco el otro hombre de cabello rojizo que estaba sentado al borde de la cama, también desnudo. Quiso verle pero algo le decía que no debía.

—Bien.

Contestó automáticamente, aunque le ardía la garganta y tenía los ojos secos por no parpadear. El de cabello rojo apretó las manos sobre sus rodillas desnudas, al igual apretaba su mandíbula, podría llegar a destrozársela de la presión. El realmente no quiere hacer esto, pero hace un tiempo algo le molesta, mejor dicho, le hace sentir débil y él odia ser débil.

Sintió como a su lado el pelinegro se sentaba en la cama, el aire era tan denso y a la vez helado, estaba mareado. Antes que se lanzara a sus brazos recogió su pantalón con violencia y se lo puso, no se estaba controlando muy bien.

El pelinegro observó la espalda contraria, era bastante musculosa y ancha, con bastantes cicatrices, que el mismo había hecho por el transcurso de los años hasta anoche. Observó su propio cuerpo, también lleno de marcas, sobre todo su pecho. Ellos suelen ser bastantes violentos. Sus manos se deslizaron por su cuello, justo en la extensión entre el cuello y hombro había una mordida de la noche anterior, ya no sangraba, ni le dolía.

—Mmh.

—No me busques.

Hisoka habló mirándole a los ojos, estaba vestido frente a la cama con su típica ropa circense. Demasiado sombrío, sin calidez, frialdad y cansancio, eso reflejaban sus ojos o era lo que Illumi pensaba. Sin embargo, era la desilusión, rabia y un corazón roto, emociones y sentimientos que Illumi nunca sería capaz de percibir, ni de sentir. Fue un estúpido en creer que podría reconstruir algo que estaba roto, por más que se haya esforzado en juntar las piezas, no cuadraban, faltaban y algunas incluso estaban pulverizadas. Illumi estaba vacío, nunca sería capaz de amar, por más que le entregara su cuerpo, nunca podría entender lo que es sentir. Está roto y no tiene arreglo, después de tanto se dio cuenta.

Pero claro, Hisoka estaba obsesionado, cegado, encantado con la existencia de Illumi. Al principio no le importaba no ser correspondido, con el sexo era suficiente, pero con el paso del tiempo ya no era tan satisfactorio y no es porque no amara tener relaciones con él, sino que, él era el único que se entregaba en cuerpo y alma, el único que se sentía realmente enamorado. Así fue que de a poco, los trozos de Illumi le hirieron, le hicieron daño, con ese dolor que no sangra ni se cura con un médico o Nen. Sin embargo, insistió por meses, mediante el sexo casual y una que otra salida que el pelinegro aceptaba, para obtener algo, una palabra, un suspiro, un latido o al menos un brillo en sus ojos al verle, pero nada.

Maldecía a los Zoldyck, por dentro sabía que Illumi no tenía la culpa de ser así. Ser el primer hijo, no tener infancia y ser sometido a torturas y entrenamiento a tan corta edad, a un condicionamiento estricto de como ser el orgullo y el líder de la familia. Deshumanizante. Crearon un objeto, hasta sus padres se dieron cuenta del error, crearon un máquina insensible. A pesar de ser perfecto para el asesinato, con esa falta de afecto humano no daba para ser el líder familiar. Illumi era un fallo. Por lo tanto fue utilizado para entrenar a sus hermanos, finalmente ese fue su rol y siempre lo será. No era más que un experimento fallido que iba a ser usado como arma y escudo por la familia Zoldyck.

No quiso tomarse más tiempo en aquel desolado lugar ocupado por un ser inerte en la cama, desvió la mirada y salió sin despedirse del pequeño cuarto de hotel. Caminó por el pasillo sintiendo que cada paso era enterrar en lo más hondo de su corazón al pelinegro. No volvería a pensar en ello, no más. Este era el adiós, nada haría cambiar su decisión.

Caminó por los callejones, barajando sus cartas una y otra vez, pensó en ir a beber alcohol, tratando de distraer el punzón y las ganas de volver, de seguir intentándolo, pero tenía que ser razonable, Illumi Zoldyck no lo ama, nunca lo hará.

Muchos metros más atrás, en la habitación de hotel que había abanado hace unos minutos, se encontraba el pelinegro, en la misma posición que antes. Sólo que ahora, por su mejilla caía una pequeña gota de agua salada que finalmente se estrelló contra la sábana, luego muchas le siguieron, mojando la tela. Recordó inconscientemente, una noche hace bastantes semanas atrás, ambos sudados, jadeantes y hambrientos. No recordaba el lugar, pero había algo en esa noche que no podría borrar de su mente.

En pleno acto sexual, las embestidas fuertes fueron bajando a unas más suaves pero no menos profundas.

"Me encantas, Illumi, sería capaz de todo por tenerte conmigo siempre"

Le había dicho contra su cuello, algo en su voz no estaba bien pero no le interrumpió.

"Sé mío, sólo mío, Illumi"

Poco a poco su voz se iba quebrando.

"Te daré todo de mí, no me importa"

Algo húmedo caía en su hombro, pensó que era la saliva de Hisoka caer pero era algo más helado que eso.

"¡Mierda! Te amo, Illumi. Te amo"

Se vino dentro suyo y salió de él, inmediatamente se derrumbó a su lado, dándole la espalda. No pudo ver su rostro, ni escuchar pero era evidentemente Hisoka estaba llorando.

Nunca hablaron de ello.

—Hisoka...

Su voz de quebró.

¿Porqué lo llamaba?

No comprendía que pasaba con él, no podía parar la lluvia de sus ojos, ni podía sanar el dolor que sentía en lo más profundo de su pecho. Tembloroso se abrazó a sí mismo, no quería moverse, no quería ver, ni sentir. Las lágrimas siguieron cayendo por su quijada, nunca se había sentido tan vulnerable, tan humano.



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Me gusta mucho darme vueltas con los pensamientos y sentimientos jaja lo siento, espero pronto poder hacer un trabajo mejor.

(In)humano // HisoIlluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora