KUROO & AKAASHI ー BLOOD, SWEAT AND TEARS.

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   El sonido constante a sus espaldas le tenía calada el alma, pareciéndose haberse puesto de acuerdo con el segundero de la pared para desincronizar, picándole de inconformidad por lo insoportable que podía llegar a ser. Primero cedía la gota desde el techo de madera podrida en antaño, que incrementaba a medida que la tormenta afuera lo hacía, emitiendo un desagradable «pick» cuando no lograba caer dentro de la cubeta de viejo aluminio y en su lugar crecía el charco en el piso. Luego, era el reloj en forma de búho colgando sobre la inutilizada chimenea, el cual parecía ser el único objeto que todavía servía de aquella atrofiada cabaña en medio de la nada. Ése era peor, porque el «tick» le estaba empeorando los nervios.

    Sus dedos parecían congelados a medida que transcurría la hora. Tres  menos cuarto de la madrugada pautaba en los números romanos que alcanzaba a distinguir como una mancha poco borrosa. Sabía que no debía esforzar tanto la vista o de lo contrario una jaqueca le empeoraría más la noche. El no haberse llevado sus lentes consigo le tenía también amargada, pero bajo las condiciones actuales no podía pedir mucho.

    Es más, quizás no podía pedir nada en absoluto, y aún así lo hacía. Egoísta.

   Pedía, a sus adentros, que la gota de agua se detuviera para poder sólo tener que lidiar con el reloj. Luego, solicitaba algo de calor, pues las yemas de sus falanges se comparaban a cualquier piedra helada de la calle y sólo reposar su mentón en su mano significaba un cosquilleo frío que le generaba disgusto. Tampoco le gustaba la lluvia porque entorpecía más su vista hacia la ventana y no podía detallar si alguien se acercaba. Le provocaba inconformidad tener que continuar sentada en el suelo a tan sólo pocos centímetros del charco que cada vez se hacía más grande, y no era fanática del mal augurio que un botiquín de primeros auxilios a la mano significaba. Pedía no volver a cruzar una situación como ésa, que se fuera la sensación de opresión por cada segundo en su pecho y el sentimiento de soledad que eso implicaba, aunque bien sabía que todavía no estaba sola, pero sus sentidos parecían no entenderlo.

   Las heridas de una solitaria vida arrasaron con su cuerpo y para ése momento no concebía la idea de que tenía apoyo consigo.

    Una luz amarillenta que se difuminaba a partir del pastizal de lo que alguna vez fue el jardín frontal de la cabaña dió aviso para compañía. Siguió la única orden que le habían impuesto y sin gastar tiempo en adivinar quiénes podían ser, gateó escondiendo su silueta de las ventanas quebradas, ocupando lugar en un antiguo armario de cocina. Rechinó la madera antigua, y por unos segundos consideró que quizás los desconocidos invitados pudieron percibir que había alguien escondido por allí, pero entonces empezó a contar. Una gota de sudor resbaló.

   Uno... Dos... Tres... Tres y medio...

    —¡Amine, somos nosotros! ¡Ven rápido!

   La grave voz que por lo usual no cambiaba sus tranquilos decibeles le gritó desde la empolvada sala de estar, en una mezcla de nervios y preocupación. Gateó para poder salir de su escondite, y corrió hasta alcanzarlo con un cuerpo apoyado sobre su hombro, justo dejándolo caer sobre el sofá cuando la logró encarar. Amine quiso analizar la situación con cuidado, no importándole si habían conseguido lo que necesitaban, priorizando salud. El de cabello corto respiraba con irregularidad por haber trazado un excitante camino, jurando que los nervios se le dispararían del pecho. Odiando la sensación de intranquilidad y lo húmedo de sus botas. Parecía estable entre toda la conmoción.

   Sus ojos brillantes fueron entonces a parar al chico de expresión socarrona, víctima del clima con la camiseta blanca ya transparente de lo empapada y adherida a su torso. Su burlona sonrisa no cambiaba, pese a que de su bícep izquierdo brotaba un chorro de sangre que se mezcló con el color vino del sórdido sofá. Se mofó por su preocupada expresión, y entonces cantó: —Estamos en casa.

P♡LIAMORIS ーHAIKYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora