Capítulo XII - El cuadro.

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Viernes por la tarde, un café caliente, una galleta de frutas rojas. Un pensamiento nada más lanzado al cielo.

Una pequeña espera, respirar, beber, pensar.
Pensar en ti.

Afuera de la pequeña casa donde Beatriz vive actualmente, sentada en una pequeña banca, terminando de beber su café. La fresca brisa acaricia su piel y su cabello no se queda quieto al ritmo mismo.

Un auto se estaciona enfrente de su casa, ella vuelve a ver al auto y alguien sale con una pequeña caja. Llevaba puesto unos lentes negros, y caminaba con mucha tranquilidad. Hasta acercarse a ella.

Era Fernando.

- ¡Hola guapa! -dijo Fernando saludándole con un beso en la mejilla
– Eh, hola Fer. ¡Qué sorpresa! -respondió a su saludo.

Fernando se sentó en la banca al lado de Beatriz.
– Te traje esto, espero te guste.
– ¡Oh, qué detalle! Gracias, me encantan las semillas. -dijo abrazándole fuerte.
– Vengo a visitarte porque tu nunca me dijiste cómo te iba. Así que quería saber como estabas, pero veo que estás bien. Estoy feliz por ti.
– Necesitaba tiempo, mucho tiempo. Pero me ha ido bien, gracias a Dios.
– ¿Qué tal con Franz? Ha preguntado por ti, ¿ya no se hablan?
– Solamente lo necesario. Aunque honestamente ya no le hablo.
– Wow, qué cambio.
– ¿Quieres un café?
– Oh, no descuida. Voy hacia otro lado, solo quería saber cómo estabas.
– ¿Y tu, qué cuentas del amor? -preguntó Beatriz sonriéndole
– Estoy saliendo con alguien, pero nada serio. Solo, tu sabes. Pasarla bien.
– Qué bien por ti.
– Tu deberías de hacer lo mismo.
– Dijiste que te darías tiempo.
– No. Viviré la vida al máximo.
– Pero a veces…

El móvil de Fernando comenzó a sonar y era su cita. Otro auto, se estacionó adelante de Fernando. Saliendo alguien de él.
Entonces, Beatriz se confundió un poquito nada más.

- Alguien viene… -dijo Beatriz en voz baja, se levantó y dejó la taza en su ventana.
Fernando se levantó también y cortó su llamada actual. Abrazó fuertemente a Beatriz, diciéndole al oído cuánto la extrañaba. Beatriz le respondió igual.

- Espera… -dijo Beatriz separándose levemente de Fernando
– Hola Bea -dijo Mariana colgando su móvil.
– Hola -respondió Beatriz tomando su mano fuertemente
– ¡Qué gusto verlas acá! -dijo Fernando- ¿No quieren salir con nosotros, iremos por un par?
– No, gracias. Tengo una cena esta noche con los chicos -respondió Beatriz
– Yo, estoy cansada. Te lo agradezco -dijo Mariana
– Okay, no las distraigo. Un gusto Mariana, te quiero Beatriz, cuidate.
– ¡Estamos en contacto! -exclamó Beatriz muy contenta
– Wow… ¿Él no sabe aún?
– No. ¿Porqué?
– Mi mejor amigo ya lo sabe -rió- No puedo esconderle eso, es una parte importante de mi vida.
– Wow. Gracias -Beatriz se sonrojó.

Ambas entraron a la casa, Beatriz se dirigió a la cocina a dejar su taza de café casi vacía. Mientras que Mariana dejaba su cartera en el sofá de la sala.
– Me encanta tu casa, nena -dijo Mariana observando los pequeños cuadros de dibujo y pintura.
– Gracias.

Ambas se quedaron observando una de las pinturas, mientras Beatriz miraba hacia todos lados y se preguntaba qué estará pensando. Beatriz se inclinó un poco hacia Mariana y acarició las puntas de su cabello castaño y ondulado. Mientras Mariana responde a eso, abraza a Beatriz sorpresivamente.

- Me encanta tu cabello, Mariana -dijo mientras acariciaba su cabello.
– Deberías déjartelo crecer.
– Quizá. Y si es así, tu serás la primera en verlo.
– ¿En serio? -exclamó contenta, la soltó y la miró de frente besándole la mejilla- ¡Eres un amor! -la abrazó fuerte
– ¿Quieres sentarte? -preguntó Beatriz
– Por supuesto, vamos.

Se sentaron juntas en el sofá, frente a frente. Mariana acariciaba el cabello de Beatriz.
– ¿Qué somos? -preguntó Beatriz
– Oh, esa pregunta.
– Es la primera vez que me pasa esto y es genial. No tienes idea cuán feliz soy de estar contigo. Cuando te veo, cuando salimos…

Beatriz se quedó callada inmediatamente y entró en un poco de pena.
– Aw, eso es lo más tierno que he escuchado. No te preocupes por todo eso, sabes que estoy aquí para ti, ayudarte y andar en este camino juntas. No te preocupes.
– Gracias por decirlo aunque no responde mi pregunta.
– Interesante. ¿Tu familia lo sabe?
– No.
– Bueno, tranquila. No es necesario que el mundo lo sepa, con que tu y yo seamos felices juntas, basta y sobra.

Beatriz suspiró y apretó sus dos manos. Suspiró y se quedó quieta por un buen momento.
– No te estreses de por gusto, Bea -dijo Mariana acercándose a a ella.
– Es solo que, no sé ni siquiera si es correcto.
– ¿Correcto? -preguntó

Se quedaron viendo en silencio. Mariana sonrió y Beatriz desvió su mirada hacia esa pintura que veían. Se levantó del sofá y se acercó lentamente al cuadro. Luego, Mariana siguió sus pasos y la abrazó por la espalda, besando su cuello.
– ¿Porqué te sientes así? ¿No eres feliz? -preguntó Mariana a su oido
– ¿Feliz? Contigo, por supuesto que si lo soy. -sonrió Beatriz, se volvió hacia Mariana.

Y estando ahí las dos, mientras Mariana le abrazaba por la cintura y Beatriz, con un poco de nervios acarició el cabello de Mariana lentamente, acarició sus mejillas. Ambas sonreían por ese pequeño paso. Mariana se inclinó un poco hacia Beatriz, y ella se hizo un poco para atrás, comenzaron a reírse sin parar. Mariana se acercó más y Beatriz también. Entonces se unieron en un breve, suave y tierno beso.

- Te quiero mi Bea -susurró Mariana entre besos.

BeatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora