Edredón de cisne

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Llegó el momento de volver a las raíces. ¿Por qué lo digo? Porque mi primer fic de Revue Starlight fue un KuroMaya narrado por Maya. Esta nueva historia es exactamente eso. Veamos como le va.


La primera vez que la vi fue en la televisión, cuando todavía era una niña. Daban un comercial de una pomada para las lesiones de la piel y ella era el rostro principal. Recuerdo que me dejó fascinada y no sabía por qué. Supuse que sería de mi edad, con un hermoso cabello rubio ceniza ondulado y ojos rosáceos, además de un notorio aire de extranjera.

La segunda vez que la vi fue en un teatro. Con mis padres fuimos a ver un musical llamado Arrie: ella era la protagonista. En esa ocasión pude ver más de su actuación. No solo tenía la apariencia, sino también el talento de una gran estrella, a pesar de ser una niña como yo. En ese momento, era inalcanzable para mí, pero me propuse que un día me pararía en el mismo escenario que ella. Tener dos padres actores ayudaba en mi propósito; solo seguiría la tradición familiar.

Pasé años practicando mi canto, mi baile y mis dotes actorales, al punto de que mucha gente cercana comenzó a considerarme una prodigio. Admito que me alegró escuchar que se referían a mí de manera tan halagadora, pero yo seguía considerando a esa chica como alguien mejor que yo, mi meta a alcanzar.

Cuando tuve la suficiente edad, me inscribí en la Academia de Música Seisho, una academia femenina especializada en todo lo relacionado al mundo de la actuación. Fui la de mejor ingreso, provocando que mis compañeras comenzaran a verme como alguien superior, la as a batir. Para mi sorpresa, una de las chicas que me veía de esa forma era la misma niña a la que yo admiraba. El tiempo había hecho lo suyo con ella, desarrollando su cuerpo y convirtiéndola en una muchacha hermosa, pero en su rostro se notaba cierta envidia hacia mí. Como buena actriz, lo oculté bajo una careta de normalidad, pero me dolió que mi musa me haya lanzado aquellas miradas de antipatía.

La primera vez que interactuamos fue durante una práctica de estiramientos. Podría ser algo sencillo, sin mucha sustancia, pero para mí se convirtió en algo inolvidable. No hablé mucho con ella, centrándome más en ayudarla y, de paso, palpar su musculatura: se notaba que se había ejercitado por años para bailar. A partir de ese punto, nuestras interacciones fueron esporádicas, aunque ya hablábamos un poco más. Lo mismo pasó con otras de mis compañeras, a las que comencé a considerar mi grupo de amigas.

Volviendo con mi musa, cuando ella y yo fuimos elegidas para los roles principales de Starlight, sentí que mi sueño finalmente se había cumplido. Sería una obra de la academia, pero finalmente compartiríamos el escenario lado a lado. Ambas dimos lo mejor de nosotras y la actuación fue un éxito. Pude sentirme satisfecha en ese aspecto, pero creo que para ella no fue suficiente. Al año siguiente, comenzó a verme a escondidas durante mis prácticas a solas, grabando mis movimientos en cada ocasión. Creo que estaba tan centrada en verme que no se percató de que yo me había dado cuenta de su presencia.

Las prácticas en solitario se convirtieron en una actividad en la que no solamente le mostraba mi habilidad, también le enviaba mensajes sutiles que esperaba que entendiera; ella era la única a la que consideraba con el suficiente nivel para estar a mi lado, ya fuera en el escenario o en la vida.

El punto culminante en nuestra relación fue durante una revue doble que tuvimos. Dimos lo mejor de nosotras para ganar, pero caímos ante la otra dupla cuando mi capa fue arrancada. Para sorpresa de todas, la más triste de todas no era yo, sino ella, mi musa, quien no podía convencerse de que alguien pudiese superarme y rompió en llanto. Fue ahí cuando, hablándole en su segunda lengua, el francés, le di a entender que aquel solamente había sido un tropezón; ninguna de las dos perdió en realidad, y se lo iba a demostrar en el futuro.

Al graduarnos de la academia, gracias a la buena reputación de esta, comenzamos a protagonizar nuestras primeras obras profesionales. A veces éramos enemigas, a veces amigas, a veces rivales y en una ocasión amantes, incluyendo un beso en escena. Por supuesto, siempre mantuvimos el profesionalismo en cada ocasión; sobre todo porque nuestra relación fuera de las tablas era especial: aquel beso en la obra no fue el primero entre nosotras, pero sí el primero ante un público.

En efecto, mis sutiles mensajes llegaron a su corazón: mi musa se había convertido en algo más para ese entonces.

Soy una persona que trata de mantenerse serena, sacando a relucir mis emociones mayormente cuando actúo. Sin embargo, cada noche siento mi corazón latir al ver su rostro al lado del mío en la cama. De más está decir que esos latidos aumentan cuando ella y yo hacemos el amor; no solo tenemos una excelente química en el escenario, aunque lograr eso tomó más tiempo.

Ver todos los días a la chica que me inspiró es algo impagable; ser su novia, algo imposible de describir.


Para escribir esto, busqué algo de información sobre el simbolismo de los cisnes. De acuerdo a mi búsqueda, no solo representan el arte, la gracia y la elegancia (cualidades asociadas con Maya): en la cultura celta, son los mensajeros de los dioses; y eso es lo que quise representar aquí, con un intercambio de papeles entre la diosa y la mortal. Siguiendo por la misma línea, el cisne también simboliza el desarrollo, el llegar a planos superiores, algo que también espero que se haya reflejado.

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