Eres todo y nada

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Avery observa a Valentino, quien alza una mano en forma de saludo y tiene su sonrisa de siempre, esa que se ve maliciosa, segura, coqueta y burlona. Está apoyado contra una pared, y sus piernas largas un poco inclinadas. Avery baja sus gafas, hasta el la mitad del puente de su nariz y se acerca al moreno, que, no pasa desapercibido. La altura de Valentino, el color de su piel y ahora su cabello blanco, son algo que todos deben de ver.

—¿Valentino?

—Avery —sin que le digan, toma la mochila de Avery para llevarla él. El chico se siente halagado por la atención—. Te ves bien.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías de estar reunido con tío Gelo para que vuelvas a tus pinturas con él? Ha sido un año —le recuerda, pero el moreno ha iniciado a caminar un poco y Avery se ve en obligación de seguirlo y, para ser sinceros, estaba muy adolorido como para caminar mucho—. Valentino.

—Estaba esperándote.

Bien, aquello simplemente se siente totalmente extraño. Sin embargo, Avery no lo piensa mucho o reserva su curiosidad.

—¿Por qué?

—Bueno, quiero comer contigo —extiende su mano, donde la pasa por la cintura de Avery y le hace caminar más rápido. Él piensa que el toque de Valentino es tranquilo y nada comparado al posesivo de Layner— Es de noche y la tormenta no deja a Blake salir. Harvey rechazó mi pedido de salida y, pensé que podrías llegar en cualquier momento. Dijiste que volvías a esta hora.

—Es solo que...

—Vamos, Avery. Sabes que me gustas aún, no me rechaces y me hagas sentir nervioso como hace un año —le dice, pero Avery sabe que no lo pondrá tan nervioso como ahora está él. 

Valentino se fue por un año, y ha vuelto con un aura de hombre hecho y derecho, poco tiempo para un cambio como aquel. De todos modos a Avery siempre le han gustado los hombres seguros.

De ser Avery alguien infiel, ya habría probado de la polla de Valentino. Tanto su boca, como su culo.

—Te advierto que soy un hombre caro. Si vamos a cenar, que no sea menos de cien dólares... o podemos ir a comer promoción de pollo, papas y malteada. Un dólar —murmura, a regañadientes por pensar en quebrar su dieta. Porque Layner le ha dicho que está gordo y que no le gustan los gordos. Humillante—. Tú decides.

—No me gusta el pollo —admite, pero Avery y el resto de los chicos, o eso recuerda, son amantes de una promoción barata, aún cuando se bañan en sales de ciento cincuenta dolares—. Pero si es lo que quieres, podemos ir por ello.

—Te advierto que, aunque estás caliente, no voy a entregarte mi culo —le sonríe coquetamente y Valentino aparta la mirada. Ah, aún es sigue siendo capaz de caer en el encantamiento de Avery. Tan lindo como ningún otro hombre que haya visto en su vida.

Avery es un chico de metro setenta y siete de estatura, piel pálida y tersa, podrías acercarte lo que desees, que no se vería un poro nunca. Su nariz fina y pequeña es preciosa, con labios carnosos y siempre pintados naturalmente de rojo, sus ojos color ámbar y su cabello es castaño sumamente claro, siempre lleva gafas contra el sol de aro circular, sus facciones no son marcadas, sino medias, dándole un aspecto tan artístico.

—No estoy buscando algo como eso. Aunque, si lo soltaras, no me negaría en enseñarte a tener un orgasmo mientras te lo hacen por detrás.

—No digas esas cosas, me ponen caliente.

—No me sigas la corriente, nuestro camino al restaurante podría verse desviado a un motel.

Ambos sonríen. Por un momento, Avery piensa en la posible paliza que Layner le daría si escuchase como jugaba, como una puta sucia con Valentino. Pero sólo bromea, así era el chico.

Después del ArteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora