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Ella era venenosa o al menos eso era lo que todos recalcaban en ella.
Era mentirosa
Traicionara.
Manipuladora.
Impredecible.
Y eso era lo que había hecho perfecta a los ojos de su reina.
Tamsradeen era un ideal de perfección que Lucifer siempre deseo para todas sus creaciones: Una criatura viciosa y mortal, independiente, pero con la suficiente estabilidad y con el sentido del deber para no desafiar a sus superiores. Ella era un soldado, la favorita de la reina del infierno, la primogénita de su línea de sangre. Pero al final, ella era un peón desechable, no importaba cuanto amor le profesase a Lucifer.
¿Por qué debería amar y adorar a alguien que no la amaba de vuelta con la misma fuerza? Porque ella había sido creada para adorar el ego de una mujer con una corona en su cabeza, nunca para ser ella misma. Para llenar un vacío en el corazón muerto de la reina.
Pero los seres perfectos no existen, y sin duda cuando ella había mostrado su verdadera naturaleza a la mujer en la cual había confiado ciegamente para seguir, fue cuando Tamsradeen entendió que toda clase de lealtad hacia una figura estaba sobrevalorada.
Desleal.
Traidora.
Una deshonra para su linaje.
-Te creé, te di un propósito, un lugar a mi lado, mi amor y lo único que tu pudiste darme a cambio fue un puñal por la espalda... Yo te amaba.
-Mentira, tu no sabes el significado de amar. Sólo te amas a ti misma y a la idea de tenernos adorándote. Eso no es amor.
Ella era una serpiente venenosa, lista para traicionarte, porque desde es día entendió que la lealtad no existía. Siempre seria un cuerpo caliente que estaba destinado a sangrar por los demás, carne de cañón que nadie extrañaría, una cara y un nombre que con los años se olvidaría.
Olvidada, ese era su mayor miedo, ser olvidada, estar sola. Y Lucifer lo sabía.
Tamsradeen sabía que el infierno no perdonaba a los traidores, y su reina disfruta impartiendo los castigos.
La soledad.
El frío.
El silencio, el único susurro que la acompañaban siempre eran las ultimas palabras que Lucifer le había dedicado:
-¿Sabes por que siempre fuiste mi favorita? Porque me veía a mi misma cuando todavía era un ángel; una tonta ilusa amando un padre que no la amaba lo suficiente, que como una idiota hacia cualquier cosa solo por tener su aceptación o que siquiera le dirija una mirada, solo para que al final sea desechada. Creo, que al final tal vez solo quería sentirme como mi padre, que se sentía ser el creador. Bastardo, no puedo culparlo, esa sensación de tener el poder, de tener en mis manos a todos los peones del tablero... es como tener el mejor orgasmo de tu vida, Tamra. Pero además de eso, eres como yo en todos los sentidos. No te mientas a ti misma, cariño. Yo te creé, eres mi creación, y como tal eres a mi imagen y semejanza. Todo lo que desprecias de mi... que hipócrita, tu eres igual Tamsradeen. Ambas somos serpientes traicioneras y venenosas, ambas no sabemos que es el amor, porque algunas personas no están destinadas a amar. Recuerda mis palabras Tamsradeen: Nadie te amara en esta vida o en las siguiente, porque nadie podría amar a una serpiente venenosa. Me asegurare que tu castigo sea lo que mas deseas en esta vida y que al mismo tiempo tu seas la causa de tu perdición. Tu salvación solo depende de una acción, de un momento efímero, no lo confundas con necesidad Tamsradeen. Demuestra que no eres como yo y gana tu libertad.
"Demuestra que no eres como yo y gana tu libertad"
¿Cómo alguien podía ir en contra de su naturaleza y sobrevivir a eso?
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