Pastel

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—Feliz cumpleaños, Hyung.— Dijo su hermano a través de la línea. Ese día Jimin se había levantado con mucho ánimo de la cama, se había duchado y puesto esa camisa amarilla de botones junto a sus jeans rasgados de las rodillas y sus cómodas botas de agujetas negras. Sus cabellos fueron cepillados, peinados con la mayor dedicación que pudo dar y en su rostro una fina capa de maquillaje hacía resaltar sus delicados rasgos. Los párpados ligeramente ahumados, los labios humectados por bálsamo sabor y olor a fresas.

Jimin se sentía bonito esa mañana.

Estaba terminando de desayunar cuando recibió la llamada de su hermano, a cientos de kilómetros lejos de él, en Busan. El chico había entonado la conocida canción de cumpleaños a modo de burla y deseado un buen día desde el fondo de su corazón, le dijo cuánto le quería y cuánta falta le hacía. Poco después de un par de palabras más, la llamada se quedó en un incómodo silencio.

Era quizá porque ambos pensaban en lo mismo pero no se atrevían a tocar el tema. No cuando podían perturbar la falsa calma que la ignorancia había creado, la calma que se desató después de aquella terrible tormenta que tuvieron que vivir sin poder contárselo a nadie.

Un nudo difícil de tragar hizo presencia en la garganta del mayor al buscar la manera correcta de preguntarlo.

—¿Cómo están todos por allá? —Dijo finalmente.

—¿Bien? Bien. Siempre están yendo de un lado a otro, tienen mucho trabajo.

—Ah, ¿Cuidan bien de ti?

—Ya estoy grande para que cuiden de mi, Hyung.— Jimin pudo escuchar la sonrisa de Jihyun detrás del teléfono.

—Podrías venir a pasar el rato un par de días... Ya sabes, un fin de semana o algo así. A veces me hace falta compañía. 

—No creo que les guste la idea...

—Creí que eras muy grande para que cuiden de ti.— Se burló.

—Yah, Hyung. Sabes a qué me refiero.

No contestó pero sabía que su hermano estaba en lo correcto.

Después de ser exiliado de su casa en Busan, Jimin no había vuelto a ver a sus padres ni a su hermano. Al menos no físicamente. De vez en cuando el menor enviaba un par de fotografías con alguna anécdota detrás de ellas, se llamaban cada tercer día y se actualizaban constantemente de la vida del otro, sin embargo, Jimin ya no podía recordar cómo era abrazarlo o jalar de su cabello para molestarlo. Se sentía como una realidad alterna, como un sueño que se repetía un sin fin de veces hasta encarnarse en sus brazos, en su pecho. Y dolía muchísimo. Le hacía sentir enfermo, como si nunca hubiese sido amado ni bienvenido en ningún lado. El constante rechazo le hacía sentir que los años que vivió en ese hogar se los había imaginado para mantenerse estable. Y de no ser porque algunas otras personas con las que convivía regularmente habían tenido contacto con su familia, realmente creería que se trataba de algo suyo.

—¿Saben que estás llamándome?

—Uh, no. No están en este momento, Hyung.

—Ya veo...

—Ellos...

—No hace falta Jihyun, estoy bien.— Suspiró.— Hoy es un buen día ¿Cierto?

—Cierto.

Y de nuevo el silencio.

—¿Cómo va todo con Junghyun? —Preguntó Jimin intentando aligerar el ambiente con un tema agradable.

—Um, terminamos.

—Oh. —Escuchó a su hermano suspirar, él también había suspirado muy por lo bajo. Era normal escuchar aquello, lo había escuchado un montón de veces atrás con diferentes nombres, con diferentes rostros, con diferentes situaciones. Y las razones siempre eran dos.

Ex Novio 🌼 YM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora