Danielle.
Curiosamente, el camino a casa se hizo más largo de lo normal. Yo conducía, pues ella parecía un poco aturdida para hacerlo. Supongo que no se esperaba para nada mi arrebato.
Pero necesitaba hacerlo. Debía demostrarle a Charlie lo mucho que la quiero. No fue fácil darme cuenta al principio. Estuve muy confundida todos estos meses; pero, cuando hace una semana la llevé a la feria y bajamos de una aterradora montaña rusa, vi el brillo en sus ojos, sentí aquel calor en mí pecho, y lo supe: estoy perdidamente enamorada de Charlotte Evans.
Cuando por fin llegamos, estacioné el auto y apagué el motor. Tanto la castaña como yo salimos con rapidez del vehículo y fuimos con un paso bastante apresurado hasta la puerta. La deseaba. Joder, la quería desesperadamente cerca de mí sin importar la manera.
Por eso, cuando apenas ella cerró la puerta detrás de sí, la acorralé contra ésta y la besé apasionadamente. Yo sujeté su cintura firmemente y ella rodeó mi cuello con sus brazos para acercarnos más. Decidí entonces ir más allá y pasar mis manos por debajo de su blusa para recorrer cada centímetro de su espalda. Ella jadeó al sentir mi contacto.
Enrolló sus piernas alrededor de mí cintura mientras yo me separaba de sus labios y comenzaba a besar la parte lateral de su cuello delicadamente. La tomé por los muslos con firmeza, para separarla de la puerta sin que se cayera, y comencé a caminar hasta mi habitación. Ella no pesaba absolutamente nada, por lo que no fue complicado subir las escaleras mientras ahora era su turno de besar mi cuello sin piedad.
Ya dentro de la habitación, que estaba iluminada solo por la luz de la luna, la dejé en mi cama con mucho cuidado, posicionándome sobre ella, apoyando mi peso en mis codos. La miré a los ojos que, a pesar de la tenue luz, noté que brillaban de una manera diferente, parecían incluso más oscuros de los que ya eran.
— ¿Estás segura de esto? —Cuestioné, mi voz era ronca—. Si te parece que es demasiado apresurado...
—No —me cortó—. Quiero que me hagas tuya, Danielle Williams.
Sólo esas palabras bastaron para que todo mi cuerpo se estremeciera. Su voz estaba incluso más ronca que la mía debido a la excitación. La besé, trazando con mi lengua su labio inferior, pidiendo permiso para entrar.
Cuando apenas entreabrió su boca, introduje mi lengua en ella para rápidamente enredarla con la suya. Hubo una larga batalla entre ambas, cada una deleitándose con el sabor de la otra.
Bajé mis manos hasta el dobladillo de su blusa y jugué con él un rato, subiendo lentamente, tardando un poco más en el bulto de su pecho, y cuando finalmente la saqué, la tiré lejos, sin importarme a donde fuera a parar. Me incliné un poco hacia arriba para poder verla mejor, analizando cada detalle de ella y sí, era tal y como la había imaginado muchas veces: como la mujer más hermosa del universo.
Creo que ella se sintió un poco intimidada por mi mirada, porque bajó la vista y habló en voz baja:
—Sé que no soy como las demás chicas con las que has estado... —murmuró, parecía triste por ello.
—Tienes razón —admití, acercándome a su oreja—. Aquellas chicas solo me interesaban por el sexo, ellas me miraban a mí como a un pedazo de carne y viceversa. Tú no, Charlie. A ti te quiero, y puedo ver cómo me miras de la misma manera. No eres como las demás, tú eres especial. Eres hermosa, inteligente, divertida, cariñosa; algo torpe, sí, pero eso es lo que más me encanta de ti. Te quiero.
Eso pareció suficiente para ella, pues esbozó una sonrisa tímida.
—Yo también te quiero.
Empecé a trazar una línea de besos desde su cuello hasta su abdomen, deteniéndome ahí para poder disfrutar de cada centímetro de ella. Al llegar a sus pantalones, jugueteé un poco con el botón de éste, observando complacida como la castaña respondía ante mi tacto. Finalmente, me deshice de sus pantalones y subí de nuevo con mis besos y lamidas hasta sus labios, depositando ahí un tierno beso.
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¿Qué me estás haciendo, Charlie?
RomantikLuego de un accidente devastador en el que Danielle Williams perdió a las personas más importantes de su vida, ella no quiere saber nada más respecto a su pasado. Para su mala o buena suerte, un año después de aquel desastre que la cambió para siemp...