Capítulo 1

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Tenía frío. Mucho.
Algo normal dado la época del año, sin embargo, pensar en el cambio de estación no hacía nada por consolarlo. Incluso el miserable aire acondicionado de la camioneta era incapaz de brindarle un poco de calor.

Sus labios estaban pálidos, mientras que las uñas de sus manos se tornaron de un ligero color violeta, el cual, resaltaba aún más cuando sus manos se aferraban con fuerza al volante para detener las sacudidas de su cuerpo.

Si no encontraba refugio pronto, seguramente terminaría con una pulmonía.

Pero... ¿Dónde se refugiarse?

Desde hace más de dos horas, lo único que había visto era un camino de tierra, árboles y hierba, además de unas nubes que presagiaban una tormenta dignas del juicio final.

Estaba jodido.
Pero, aun a pesar de estar a un paso de la hipotermia, perdido, cansado y con hambre, no se arrepentía.
Esto era mejor que la alternativa.

Sin embargo, cualquier cosas era mejor que "eso".

°°°°°°°°°

Luego de otra media hora en el camino las cosas comenzaron a mejorar. Aún no había signos de civilización, pero al menos el camino estaba marcado por las huellas de otros autos.

Eso quería decir que había un pueblo cerca, ¿verdad? O, al menos, significaba que había alguna cabaña o algo cerca. A estas alturas poco le importaba, sólo quería huir del frío y dormir en una cama real por primera vez en un mes. Tal vez, podría incluso conformarse con un piso. No es que sea un concepto extraño. Estaba más que acostumbrado a dormir en el suelo. Claro, que si podía evitarlo, era mejor.

Su cuerpo ya estaba demasiado maltratado, como para sumarle los músculos doloridos de dormir en un lugar incómodo.

Aunque... ¿Qué sabría él de comodidad?

°°°°°°°°°

La camioneta murió. O se quedó sin gasolina, una de dos. El punto es que ya no tenía transporte y seguía en medio de la nada.

-... Fantástico... - murmuró.
Debería de estar enojado, preocupado o frustrado por la situación, pero se encontró sintiendo una profunda apatía.

Permaneció acostado en su asiento, mirando el oscuro y desolado camino, a penas iluminado por los faros de la camioneta.

Aun tenía hambre y frío. Probablemente moriría aquí y su cadáver sería encontrado por algún infeliz desafortunado.

La idea casi lo hace reír, pero no puede. Hay un nudo en su garganta y sus ojos le pican de forma irritante.

-Lo que sea... - se decide. Si va a morir, lo hará de forma poética. En el bosque y con la naturaleza devorando sus restos. Ni loco dejará que lo último de su miserable existencia termine en una tonta camioneta robada.

Si bien había sido una belleza y la salvación misma cuando la encontró con las llaves olvidadas en la puerta, no podía dejar que sus últimos momentos fueran en ella.

Acaricia con dulzura el volante, y sin esperar más, toma la maleta de gimnasio que está en el lugar de copiloto y sale.

Afuera el clima es peor.
El frío le muerde la piel y el viento ya tiene ese ligero olor a humedad que dice que es sólo cuestión de minutos antes de que comience la lluvia.

Pese a ello, no se retracta de su decisión.

Mira por un minuto a su querida amiga. Una hermosa Ford Ranger del 2000. Es bastante vieja. Muchos de sus lados están llenos de abolladuras, rasguños o tiene pedazos faltantes.

No fue la mejor, pero fue suficiente.

Le da una última caricia a la puerta oxidada y comienza a caminar al interior del bosque.

Si. Es una mala idea. Sabe muy bien que debería quedarse en el camino, especialmente ya que no tiene una lampara o arma para defenderse de depredadores como... osos, lobos o... alguna ardilla particularmente salvaje.

Pero no puede esperar a que un desconocido se tope con el por accidente. Necesita alejarse lo más rápido posible y, por supuesto, encontrar un lugar para pasar la noche antes de que la lluvia llegue.

Tan sólo viste unos tenis disparejos, un pantalón de vestir negro, una playera rosa y muy pequeña que robo del jardín de alguna joven, además de una sudadera que un extraño le regalo y era todo.

En la mochila había una tableta, unos cuantos billetes, tres libretas, un libro y una botella de agua casi vacía. Nada útil para el caso, y tampoco de valor. Si es que encontraba algún pueblo en este maldito lugar, nadie querría comprar su basura.

Así que, lo único que podía esperar por el momento, era caminar, caminar y caminar, hasta que, con suerte, encuentre algún árbol o una cueva para darle refugio. Si lo encontraba y sobrevivía la noche, mañana pensaría en cómo conseguir comida en el maldito bosque.

Ahí esta.
No era tan malo, ¿verdad?
Es decir, tenía dos opciones, vivir o morir, y ambas eran buenas.
No había nada que temer.

Con eso en mente, comenzó a tararear una canción que no recuerda dónde escucho y sigue su camino incierto por el  oscuro y frondoso bosque.

Sin pensar ni notar, que estaba siendo observado.

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