Capítulo 30

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Dana se estiró en la cama desentumeciendo los músculos sin poder evitar soltar un gemido cuando pensó en como había terminado todo.

Una sonrisa se formó en su rostro y no pudo evitar cubrirse el rostro al recordar como Adrian la había hecho suya allí mismo.

Estaba tan feliz que todo lo que quería era gritarle al mundo que estaba enamorada y que su cuerpo todavía sentía los estragos de su entrega.

Poniéndose en pie, observó la ropa que había llevado el día anterior con una mueca.

No podía ponerse eso. No solo estaba arrugada, sino que iba ir incómoda.

Abrió el armario de Adrian y cogió una de sus camisas a cuadros y se la llevó a la nariz.

Conservaba su olor tan característico que eclipsaba el olor del jabón y el suavizante.

Después de una muy necesaria ducha, se puso la camisa y se recogió el pelo en un moño desorderado.

Bajó descalza hasta la cocina donde encontró a su mejor amiga besando apasionadamente a su marido.

—¿Podéis no comer delante de los pobres?

Ambos se separaron avergonzados mientras ella se carcajeaba a su costa.

—¡Nos asustaste!

Abrazó a su amiga sin poder contener aun las risas.

—Lo siento. Ha sido demasiado tentador. ¿Que estáis haciendo todavía aquí?

—No queríamos marcharnos sin decirle adiós a Charlotte. Además, quería hablar contigo sobre algo. Espero que aceptes.

Nathaniel parecía bastante serio, de modo que ella tomó la misma expresión y esperó a que siguiese hablando.

—Hemos abierto una sucursal aquí. En un mes, abriremos. Te quiero en ella.

Dana abrió la boca para responder y no fue capaz de emitir ningún sonido.

—Sé que es precipitado, pero me vendría bien que aceptases. Voy a necesitarte para que me ayudes con la búsqueda de personal y además, sé muy bien el trabajo que has hecho en Nueva Orleans. Estamos muy contentos contigo.

—Gracias... Yo... No tenía ni idea de que pensabáis en eso. Nunca se comentó nada.

—Bueno, después de que Charlotte nació, hablamos bastante sobre el tema. Toda nuestra familia está aquí, y es aquí donde queremos ver crecer a nuestros hijos. Nueva Orleans es una ciudad preciosa y nos encanta, pero realmente no nos vemos viviendo en otro lugar.

—Me alegro por vosotros.

Se acercó a ellos y esta vez les abrazó a ambos.

Tenía una decisión que tomar.

La voz de Charlotte llamando a sus padres les interrumpió, y estos se despidieron de ella antes de ir a por su pequeña.

Dana se quedó sola en la cocina pensativa.

—Por cierto— la voz de su amiga la hizo volverse hacia ella.— Me gusta tu nuevo estilo.

Amelia le guiñó un ojo y se alejaba riendo mientras ella enrojecía muerta de verguenza.

Iba a ir tras ella cuando el sonido de su teléfono la distrajo.

El nombre de Bobby parpadeaba en la pantalla.

Dudando en si responder o no, finalmente lo hizo.

—Hola.

—Hola. Sé que debes estar enfadada aun, pero quiero ser totalmente sincero, Dana. Te debo eso. ¿Podemos encontrarnos?

—Claro. Sigo en casa de los Stone. Voy a pedirle a Nathaniel y a Lía si pueden dejarme en casa de camino al aeropuerto.

—De acuerdo. Hasta luego.

Colgó la llamada y dejó el teléfono sobre la isla.

—¿Te vas?

La voz de Adrian a su espalda la sobresaltó.

Iba a tener que darle una explicación, sin embargo él parecía completamente inmerso en su cuerpo. Específicamente en como se veía su camisa sobre ella.

—Dime que llevas algo debajo de eso.

—No puedo.

—Entonces será mejor que subas a ponerte algo antes de que tome la siguiente respiración, o vas a acabar exactamente igual que ayer. En mi cama, desnuda y conmigo profundamente enterrado en tu interior.

Un escalofrío la recorrió haciendo que su respiración se acelerase.

Sus pezones se endurecieron. Su centro se humedeció y supo el momento exacto en el que Adrian fue consciente.

Se encontraron a medio camino y estrellaron sus labios en un beso hambriento.

Su vuelta a casa tendría que esperar un poco más.

Puedes tenerme (Serie Love 20)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora