El dolor del amor

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Han pasado diez meses y aún recuerdo... Recuerdo todo. Cada instante, cada gesto, y cada crítica también.
Recuerdo que se aproximaban las cuatro de la mañana en el reloj, cuando aquel dolor punzante comenzó a interrumpir mi sueño cada treinta minutos. También recuerdo que no había ningún movimiento en tu cuerpo y eso hizo que el miedo y los nervios se apoderaran de mi en cuestión de minutos.
Semanas antes me advirtieron que todo esto sería normal y que lo más prudente sería esperar dos horas como mínimo. Dos horas con ese dolor que ya se hacía constante, que ya no me dejaba dormir y que aumentaba el nerviosismo en mi.
Me gustaría decir que fui valiente, pero el miedo crecía en mí segundo a segundo, pero aún así, estaba lista, sabía que yo no era lo que más importaba en ese momento, sino vos, vos eras lo más importante y desde entonces, siempre lo serás.
El reloj avanzaba y conforme a éste, el dolor se fortalecía y se apoderaba de mi cada dos minutos. Eran las seis de la mañana, aquellas dos horas prudentes habían cesado, pero no el dolor y fue entonces que comenzó la aventura, llegué al hospital más cercano llorando puesto que como mencioné antes, sentía demasiado miedo, recuerdo perfectamente que no faltaron manos para sostener las mías, ni palabras para darme apoyo y consuelo.
Cuando fue mi turno de ingresar y luego de una revisión, llegaron las palabras que presentía desde el comienzo, pero que no estaba segura de querer escucharlas... "Estás en trabajo de parto". Fue muy difícil para mí entender que nuestros nueve meses habían concluido, pero, a pesar de eso, sabía que aún teníamos toda una vida, estaba ansiosa por tenerte en mis brazos y deseaba que todo saliera bien, también que ese intenso dolor se acabará de una vez.
Las nueve de la mañana se hacían presente cuando comenzó el viaje hacia otro hospital, dónde tu padre nos esperaba, quizá más nervioso que yo, en fin... Las críticas anteriormente recordadas, comienzan justo ahí. "Todavía no es trabajo de parto" "Deberías volver a tu casa" decían las enfermeras y ahora lo entiendo, ellas no estaban sintiendo lo que yo sentía. Me dejaron en espera, junto con el resto de las personas, que me veían moverme y removerme del dolor. Se acercaban las once y media de la mañana, ya llegábamos al mediodía y yo aún estaba en espera. A las doce tuve otra revisión y fue entonces cuando por fin decidieron internarme, tuve que deshacerme de la ropa que cubría mi cuerpo y utilizar en su lugar un vestido suelto. Otras mujeres estaban en situaciones similares, todas estábamos en una gran habitación con muchas camas.
Recuerdo que había una ventana y que llovía demasiado como para salir pero ese aire que la lluvia proporcionaba y se filtraba por la ventana, me hacía sentir alivio. La una de la tarde llegó y con ella, también la revisión de un doctor. Me afirmaba que todo iba perfectamente, pero yo solo preguntaba cuánto tiempo faltaba y no me respondía, solo me hacía una revisión cada una hora. Luego de tres revisiones más y varias discusiones de mi madre con las enfermeras, al fin llegó la hora, sé que me criticaban por ser adolescente, porque a mis recientes dieciocho años, estaba por dar a luz por primera vez, pero no me importó. Tu padre sostuvo fuerte mi mano, intentando de algún modo, pasarme un poco de su fuerza, dar a luz no era nada fácil. Pero lo logramos, aquel cuatro de diciembre a las cuatro con treinta y seis minutos, soltaste tu primer llanto y te oímos por primera vez, eras tan pequeña y a la vez tan grande, pesaste casi cuatro kilos y eras tan delicada... El dolor había cesado y me dejó con el amor más grande de mi vida, eras y sos hermosa, aquellas doce horas de trabajo de parto valieron la pena en su totalidad. Ahora ya tenés tus primeros dientecitos, también tus primeros golpes, sos traviesa, pero también sos mi amor, y está aventura recién esta empezando...







Dedicado a mi bebé Emma
Estoy realmente agradecida con todos aquellos que estuvieron para mí, es una historia real y es mi historia...

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