Parte 8

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𝑞𝑢𝑖𝑛𝑡𝑜 𝑚𝑒𝑠, 𝑠𝑒𝑚𝑎𝑛𝑎 𝑑𝑖𝑒𝑐𝑖𝑜𝑐𝘩𝑜

—No llegues tarde.

—Lo sé, lo sé. Estaré ahí a tiempo.

Mentira. Louis lo había intentado, de verdad, pero su despertador y su sueño no querían cooperar con él esa mañana. Aunque tampoco era completamente su culpa, solo a Harry se le podía ocurrir quedar con él a las ocho de la mañana cuando todos saben que no es bueno despertando temprano.

Eran las nueve menos veinte y juraba que Harry se habría ido de la cafetería italiana en la que habían decidido tener su primera cita formal. Andaba lo más deprisa que sus piernas y su vientre abultado se lo permitían, y aun así no era suficiente. Con el aire escapando de sus pulmones y apenas una hora de retraso, ingresó en el establecimiento buscando la mirada que completaba la suya a través de los cristales oscuros que muchas veces le habían servido de protección frente a los irrespetuosos fotógrafos.

Harry lo recibió en la mesa del final (la más escondida) con una sonrisa tranquila, como la señal que inicia un recorrido de luz inmediata y radiante. Louis lo quería todo con esa sonrisa. Quería ser cómplice y causante, que siempre fuese él su destinatario y el resto del mundo simples espectadores.

—Llegas tarde, como supuse.

—En mi defensa diré-

—No tienes que defenderte —lo calló suavemente—. Solo te pido que la próxima vez procures llegar antes.

—Sí, lo haré.

Guardó las gafas polarizadas y tomó asiento en una de las sillas de piel sintética, bajo un cuadro vintage que esperaba permaneciera en esa pared y no arruinara su cita cayendo de forma vergonzosa encima de él. Probablemente no lo superaría en una semana, y los medios tampoco.

Se había fijado en que Harry había tenido la gentileza de comprarle una taza de chocolate caliente para contrarrestar el mal tiempo de esa mañana. Louis agradeció tal gesto amable con efusiva audacia, adornando el silencio de su rincón con la sonrisa capaz de derrotar imperios. El corazón del alfa se agitó y lo hizo esconder en el fondo de su propia taza.

—No me puedo creer que no te hayas ido. Pensé que vendría en vano y no me hablarías en días. —Se esforzaba por templar su bebida, soplando aire frío sobre el vapor.

—No podía dejarte; es nuestra primera cita —declaró con un nervio cálido en sus articulaciones.

Aquello sorprendió al omega de una forma agradable, el cual, tras un sorbo, apartó el recipiente cerámico y habló procurando no titubear.

—N-nuestra primera cita —apenas se escuchó el temblor en su voz—. ¿Tienes algo pensado o vas a improvisar?

—Oh, cariño, lo tenía todo planeado, pero como has llegado tarde tendré que improvisar.

—Me has llamado cariño... —dudó. Ni siquiera sabía si lo hacía de forma interrogativa o afirmativa.

—Sí, lo siento, ha salido sin pensar.

—No tienes por qué disculparte, está bien. Tú, puedes llamarme así, si quieres.

—Entonces te llamaré así.

What if I say that I love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora