Amnesia

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—Dios santo.

Solo esas dos palabras había alcanzado a profesar mi pobre amigo Héctor frente al inmenso agujero que habíamos encontrado a ras de suelo en el desierto de Oaxaca, a unos 30 minutos de la entrada de la zona del silencio.

—Si —Le respondí al hombre más sorprendido que alguna vez había visto—. ¿Crees que sea natural?

—No, es enorme y parece un círculo casi perfecto, como una excavación o algo por el estilo— Dijo al momento en que tomaba una piedra del tamaño de un balón de fútbol y la arrojaba al hoyo. 1, 2, 3.. a los 8 segundos, se escuchó un fuerte impacto proveniente del fondo—. debe ser una especie de mina o algo así. Calculo unos 70 u 80 metros. ¿Por qué me trajiste aquí Pado?

Sus ojos como platos no podían dejar de ver aquel extraño túnel del infierno que me había encontrado unas semanas atrás, mientras investigaba la zona. Mi trabajo como guardia nunca había sido tan excitante y peligroso, si en aquella ocasión no hubiera estado volteando al suelo, en este momento Héctor estaría en su casa tranquilo, mientras yo, solo sería una suerte de mermelada untada en el suelo de ese sitio.

—Porque tú eres más inteligente que yo y tal vez sabrías de qué se trata, yo pensaba que era algo del diablo haha —Dije mientras me estiraba.

—Ajá, del diablo —Dijo con aire ausente mientras seguía inspeccionando el hoyo—. Es muy curioso que sea en este lugar, ahora toda la prensa estará haciendo sus notas amarillistas y escandalosas como "Extraño agujero en la tierra tiene intimidada a la población" o "El agujero del que el presidente no quiere que sepas"

Ambos reímos hasta soltar un par de lágrimas. Cuando pude recuperar la compostura lo ví, parecía muy concentrado, mirando directamente al vacio. Comenzó a respirar más profundamente.

—Hey, aguas por que puede estar resbaloso.

Él solo me vió con lágrimas en los ojos.

—Perdón Pado... Me está llamando.

Una alerta de peligro se encendió en todo mi cuerpo, comprendí esa frase sin necesidad de analizarla, mis ojos se dilataron y derrepente todo se tornó en un color blanco y negro. Grité pero mi voz no se escuchó, al menos no para mí, había comenzado a correr directamente hacia él, pero era demasiado tarde, él ya se había lanzado al fondo, sonriendo, esa sonrisa es lo que me persigue aún en estos días. Mientras escribo esta asquerosa experiencia, entonces... Negro.

Desperté en un hospital muy extraño, era el Hospital privado militar de Oaxaca. En ocasiones grupos de soldados se dirigen a la sierra buscando gente perdida o algún criminal que se esté escondiendo en el sitio. Al parecer me había desmayado pero no supe en que momento, lo único que podía recordar era a Héctor cayendo al pozo en un escenario dicromático e inundado por un terrible sonido aturdidor, después, nada. Volteé de izquierda a derecha muy lentamente por la falta de energía en busca de alguien que pudiera atenderme, ahí estaba Karen, mi esposa, sentada en la orilla de mi camilla, dormitando.

—¿Ka...Karen?

Despertó de un salto, me volteó a ver y me sonrió en una mezcla de amor y mortificación.

—¡Pablo, despertaste! Estaba tan, tan preocupada —Dijo mientras comenzaba a llorar —. ¡Enfermera, enfermera, despertó!

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