Estoy bien.

164 4 0
                                    

Estábamos en la casa de Juani, mi mejor amigo hace un año, comiendo a la noche. En eso me empezó a doler mucho el pecho pero no le di importancia. El dolor se fue agudizando, hasta que sientí una punzada muy fuerte y con el poco aire y fuerzas que tenía, ya tirada en el piso, dije: "ayúdenme".

Emanuel, que estaba escondido en el garage, entró corriendo para ver qué pasaba y cuando me vio se asustó mucho. A mí, bastante mareada, me costó reconocer su rostro, pero ni bien lo hice dije su nombre y él, ya con lágrimas en sus ojos, dijo: "Jime". 

Después de esto solo recuerdo que lo vi a Juani llorando porque la ambulancia no venía (habrían pasado tan solo un par de minutos), gritaba y clamaba por su mamá para que viniera y me llevara aunque sea con un médico. Juani se me acercó y para lo único que tuve fuerzas fue para tomar su mano y decirle "Gracias", a lo que él, desconcertado y nervioso por la situación, me abrazó y lloró cada vez más.

Listo. Ya está. Después de ese momento ya no recuerdo más nada de esa noche, o de cómo siguió todo.

Luego me veo en la cama de un hospital y mi familia a mi alrededor. Sin embargo, el primer rostro que vi fue el de Juani: tenía los ojos hinchados, rojos, llenos de lágrimas que no atinaban a salir de allí; pero que al verme despertar, ese rostro se convirtió en felicidad, esa sonrisa no me la olvidaré nunca más, y esos ojos, menos.

Al verme, dijo: "¿Cómo anda mi nena?". Yo, juntando fuerzas para reírme y responderle, le dije solamente una frase. Una frase conformada por dos palabras muy cortas, pero que significaron para mi, en un momento así, como enlazadoras entre ambos. Esas palabras creo que no se las olvidará más, ya que después de tanto tiempo, las sigue utilizando con sus seres queridos en honor a mi porque fue lo último que me pudo escuchar decir. Con un simple "Te quiero" como respuesta a tan simple pregunta le sirvió para darse cuenta de lo que estaba sucediendo en ese instante. Para los médicos, mi familia y él, mi despertar significaba una mejora en mi salud después del pre-infarto que había sufrido hace una semana. Sin embargo, nadie sabía que solo se trataba de una despedida, una corta despedida con las personas que más amaba en el mundo. 

Las palabras que le dije a Juani fueron las últimas que dije, como ya lo había mencionado; luego de ese momento solo recuerdo que mis ojos se empezaron a cerrar, y ya no sentí más dolor, mejor dicho, ya no sentí más nada.

En el instante en que terminé de decir la frase, ingresaron a la sala un grupo de médicos que empezaron a ver los televisores que mostraban mi ritmo cardíaco y demás cosas. Notaron que todo estaba normal, pero no se imaginaron que solo 30 segundos después yo sufriría un ataque que me llevaría, al fin, al sueño eterno.

Cuando sentí que mis ojos se cerraban y mi pecho se aceleraba, los médicos empezaron a actuar rápidamente en mí para salvarme la vida (actos totalmente inútiles ya que el resultado no fue el esperado).

Juani y mi familia empezaron a preocuparse, de manera que rodearon mi cama y comenzaron a decir mi nombre, una y otra y otra vez para que me quede con ellos y reaccionara. Me tomaron de las manos, los brazos, de todo lo que tenían a su alcance pero sin entorpecer el trabajo de los médicos. Lloraban, gritaban, rezaban... todo esto sucedió en tan solo 30 segundos; los 30 segundos más largos que viví, bueno, los últimos que viví.

Negro. Oscuro. Tinieblas. Esto es todo lo que veo. Sentimiento de soledad pero a la vez de tranquilidad. Sabía que estaba yendo hacia un mejor lugar, un lugar al que siempre quise ir. Un lugar con paz, felicidad y amor. Desde allí podría cuidar y proteger a mis seres más amados y verlos siempre que quisiera. Allí todo es diferente. Estoy sola, pero acompañada. Ese sentimiento de sentirse querida y acompañada no se conseguía todos los días allá abajo, donde el sentimiento de acompañamiento solo aparecía cuando estabas rodeada de gente, conocida o no. Con el solo hecho de que estuvieran con vos ya se convertían en personas amigas, con las que pasabas una tarde o hasta el día entero hablando, comiendo, o tomando un helado o frappé en Mc Donalds. Como decía, desde aquí podré observarlos, mimarlos, enterarme de todo lo que les esté pasando en ese instante, no necesitaré de nadie que me lo venga a contar jajaja. 

En fin, solo quería contarles mi historia para que sepan que estoy bien y siempre los voy a amar. No importa dónde esté, siempre serán mi mayor orgullo y felicidad. 

Los amo. 

Siempre estarán en mi memoria y mi corazón.

Jime.

Estoy bien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora