12. Puntos cardinales

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Sakura no podía mentirse, una parte de su criterio lógico deseaba proteger a Sasuke, alejarlo de aquella situación y pese a las consecuencias sacar a Naruto del panorama. Pero la idea era una obvia receta contraproducente: Sasuke sentiría la necesidad de aferrarse a ese sentimiento, después de todo era un adolescente. No, aquello no era un plan de acción.

De cierto modo continuaba en un estado de paranoia, no sabía en qué momento las palabras de Kaguya tendrían sentido, por lo que algo tan particular como relacionarse con los hombres lobo era una señal de alerta.

"Si se lo permites a Sasuke tambien deberias hacerlo contigo misma" le decía su voz interna y su estómago cosquilleaba con la idea. El latente recuerdo del licántropo seguía fresco en su piel, lo sabía y aquello le asustaba.

Se sentía vulnerable y confusa, casi tanto como su propio hijo.


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El joven Haruno pasó una noche de locos lidiando con una serie de pesadillas que terminaban con el rubio de ojos azules alejándose de él. Aquella secuencia tan inofensiva parecía romperle el corazón de forma tan realista que en la tercera ronda de sueños incómodos decidió no volver a cerrar los ojos, manteniendo el sueño a raya desde las cuatro de la madrugada.

En la tormentosa mañana de un pálido octubre el sol luchaba contra el espesor de las nubes en el cielo. La tormenta estaba anunciada y se sentía con la fría brisa que calaba en los huesos. Sasuke salía de la cabaña para dirigirse al instituto mientras saboreaba un vaso con chocolate caliente.

-Con un toque de arándano, como te gusta, cariño-

-Gracias, madre, nos veremos por la tarde-

Sasuke se aferraba al calor que emanaba de su bebida, con la mirada fija en el suelo evitó hacer contacto con su entorno hasta llegar a las puertas del colegio. En un acto de premeditada estupidez terminó chocando contra un cuerpo, derramando chocolate sobre un pulcro suéter ajeno.

-Por favor disculpame! soy un tonto, yo me haré cargo, déjame limpiarte un poc...-

Levantó la vista solo para encontrarse con un par de ojos intensamente azules y un ruborizado rostro enmarcando una delicada y apenas visible sonrisa.

-Esta bien, no es el fin del mundo, vamos al baño, también derramaste un poco sobre ti-

Mientras Uzumaki iba a la delantera guiando el camino, el pelinegro pensaba que era un maldito genio por no haber rechazado el chocolate caliente de su madre. No sería capaz de dar un paso osado pero quizá era su oportunidad para llevar su interacción más allá de un "Hola".

Llegaron a un desértico pasillo que daba lugar a los baños más desolados del lugar. El rubio se abrió paso dejando la puerta abierta para Sasuke.

-Pronto estaremos como nuevos, solo debo humedecer un paño y tallar un poco, después limpiaremos tu ropa, Sasuke-

-Tú... sabes mi nombre?-

-Maldita sea, todos sabemos tu nombre, que seas tímido no te hace invisible-

Aquello no hizo más que alimentar el fuego latente de su pecho, no pasaba desapercibido ante el joven que le robaba el sueño.

-Huele bien, ¿chocolate con canela?

La pregunta lo sacó de su disociación momentánea.

-Arándano... receta especial de... mamá-

Hijo de la luna (En Curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora