Pociones y Deseos

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Karmaland, un pueblo pequeño y oculto en lo recóndito de un bosque, un lugar lleno de extraños seres sin conciencia que solo desean acabar con tu vida. En ese sitio oculto, habitaban nueve guerreros dispuestos a proteger a los determinados pobladores del pueblo; Rubius, Mangel, Alexby, Vegetta, Fargan, Lolito, Auron, Luzu y Willy. Los chicos procuraban mantener a los enemigos lejos del pueblo, al tiempo que buscaban mejorar sus habilidades de pelea, y sus casas. Para ello solían cazar a los enemigos, pescar sus alimentos -a la par que probaban suerte buscando tesoros en las profundidades del mar-, y minar, pues necesitaban materiales para forjar sus armaduras, armas y escudos; manteniéndolas siempre en perfectas condiciones. 

Es por ello, que Willy se encontraba dentro de una mina, a muchos metros bajo tierra, en búsqueda hierro y oro. Estaba lleno de suciedad y ya casi no le quedaban antorchas. Aún así, siguió su labor sobre la piedra, picando un bloque de carbón frente a él. Pero cuando lo rompió, sus ojos se encandilaron con la repentina luminosidad que apreció frente suyo. Cuando pudo adaptar nuevamente su vista a la luz, pudo admirar que había irrumpido en lo que parecía ser una especie de sala de hechizos. El guerrero de cabello blanco y ojos verde lima estaba sorprendido y embelesado con lo que veía: En la descubierta habitación habían estantes llenos de curiosos frascos de vidrios repletos de líquidos brillantes de distintos colores. Willy deseaba llevar uno de cada uno para saber qué eran o para qué servían, pero un parpadeo en las luces que estaban en las paredes del lugar le advirtió que algo se aproximaba algo grave; lo más probable, un derrumbe.

Reacio a irse con las manos vacías, agarró el primer frasco que estaba a su alcance con una mano, y con la otra agarró su pico de diamante -que había soltado cuando había sido encandilado- y se apresuró a ir a la superficie.

No logró salir intacto del oscuro subterráneo, por lo que quedó cubierto de polvo y con un par de rasguños en su carrera por salir pronto de aquella mina; era un desastre viviente.

Quiso guardar el brillante frasco en su mochila verde de siempre, pero la tenía tan llena que ya no cerraba. Aún así, acomodó el recipiente en la bolsa de forma que no se cayera y se encaminó a su casa. Caminó hasta el gigantesco árbol que adornaba Karmaland, se acercó a la puerta con escáner y cuando ésta se abrió oyó una dulce voz llamar por él. 

— ¡Willy! Hasta que te encuentro, tío.

El aludido se volteó, topándose con el adorable albino con orejas de oso; Rubén Doblas era híbrido, lo que se notaba por sus orejitas y la cola peluda que meneaba sin cesar.

— Rubius, ¿necesitas algo? —preguntó el único hombre con los ojos rasgados del lugar. Doblas no respondió, solo miró a Willy de pies a cabeza, lentamente, inspeccionando su estado. Guillermo Díaz se sintió levemente nervioso, la mirada penetrante de Rubén observándole con tanto detenimiento le había mandado un extraño escalofrío por la espalda. Cuando los esmeraldas ojos de Rubius chocaron con los mentolados de Willy, habló.

— ¿Por qué estás más negro que blanco?

Y entonces, aquel conocido como Chino se observó; sabía que era un desastre, pero no había analizado hasta qué punto: Willy se miró las puntas de los zapatos peladas, el pantalón lleno de manchas negras de carbón,  la playera -anteriormente amarilla- casi café, su chaqueta con pequeñas rasgaduras, sus uñas llenas de tierra, sus dedos oscuros y las puntas de su cabello negro. Ni siquiera quería imaginar cómo tendría el resto. 

— Vaya... no sabía que estaba tan mal. Me iré a dar una ducha, pasa y luego me cuentas qué necesitas.

Willy entró a su casa y dejó pasar a Rubius, una vez adentro, cerró la puerta, se quitó la repleta mochila y se fue a la ducha.

Pociones Y Deseos - RubirexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora