Ser la princesa de Egipto era una tarea nada fácil, y eso era algo que Nailah sabía de sobras. Sí, tenía muchos privilegios al nacer y crecer en un palacio confortable, rodeada de sirvientas que hacían todas las labores por ella y con un adorable hermano mayor que la protegía como a una piedra preciosa. Pero, por otro lado, no gozaba del más preciado de los dones: la libertad. Podía parecer que lo tenía todo; su belleza ya se había convertido en una leyenda y se rumoreaba que pronto se desposaría con un hombre muy importante. Sin embargo, su alma aventurera añoraba correr riesgos entre las libres arenas de la Tierra Negra. El único atisbo de ello que podía tener, a modo de consuelo pedido por su hermano, era aquel corto paseo por los mercados del pueblo, siempre cubierta con un velo que ocultaba su identidad y acompañada por una docena de molestos guardias que no se separaban más de veinte pasos de ella.
Guardias que no contaban con que a la princesa le gustara hacer travesuras de vez en cuando.
Ese día no fue la excepción, pero sí un episodio muy singular.
Aprovechando el gentío que se vieron obligados a atravesar, Nailah se entremezcló con las personas que rondaban por el mercado y se adentró a una calle contigua, saliendo a una plaza más amplia. Al percatarse de lo sucedido, los guardias comenzaron a buscarla con desesperación. Si algo le pasaba a la princesa, era una certeza que sus cabezas rodarían. Mientras, riendo por haber logrado burlarlos, Nailah se acercó a un puesto de manzanas y compró algunas para saciar su hambre. Nunca le permitían comer nada fuera del palacio, pues la dieta de la princesa debía ser estrictamente supervisada por médicos y catadores reales para prevenir intoxicaciones o envenenamientos; no obstante, era una regla que estaba dispuesta a romper.
Justo cuando estaba guardando su saquito con monedas en su cinturón, sintió un repentino empujón que casi la envió al suelo. Pronto se dio cuenta de que le habían arrebatado su dinero y vio a un hombre moreno con un abrigo rojo corriendo para alejarse de ella.
—¡Hey! ¡Espera! —gritó, recuperando el equilibrio para ir tras él.
Una voz conocida la detuvo.
—¡Alto ahí, ladrón!
Apenas un instante después, tres guardias se dirigieron hacia ella arrastrando al hombre que le había robado, al cual arrojaron desdeñosamente a los pies de la princesa mientras lo mantenían sujeto con las manos apretadas tras la espalda. Tras los cuatro hombres venía un quinto, ataviado con ricas vestimentas de sacerdote y portando el Cetro del Milenio en su diestra.
—Seth, ¿qué haces aquí? —cuestionó Nailah, frunciendo ligeramente el ceño.
—Eso debería preguntarlo yo, princesa. Sabe que no debe alejarse de su escolta. Si lo hace, sus paseos acabarán aquí —requirió terminante el sacerdote Seth, causando que una expresión de fastidio acudiese al hermoso rostro de Nailah. Luego, le dirigió una mirada dura y cargada de desprecio al delincuente—. ¿Tienes idea de a quién acabas de atacar, ladrón? ¡La pena por tocar a un miembro de la familia real es de cien latigazos! Agradece a los dioses que no la lastimaste, porque en caso contrario hubieras perdido tu miserable vida. ¡Ahora, llévenselo y azótenlo en la plaza pública!
Nailah miró con curiosidad e interés al ladrón. Era un joven moreno de rostro agraciado, pese a estar surcado por una cicatriz; probablemente tuviese la misma edad que su hermano Atem. Lo más destacable en él era su revuelta cabellera blanca y sus ojos de un opaco color morado, los cuales observaban con desdén e infinito odio al sacerdote. Después, su mirada cambió de dirección y se posó en ella. Esta vez, miraba con intensidad, pero el misterio de sus ojos era indescifrable para Nailah. De algún modo, eso le agradó. Su alma se estremeció, como una vela al ser tocada por un soplo de aire frío. Cuando los guardias lo levantaron para llevárselo, Nailah hizo un gesto para detenerlos.
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Entre corazones, juegos y amores [One-shots - Yu-Gi-Oh! Duel Monsters]
FanficAl jugar, es aconsejable poner el corazón en las cartas. Pero... ¿será lo mismo jugar con los corazones de las personas? El amor es un juego de dos en el que ambos ganarán la partida, ¿o la perderán? A continuación, estas parejas descubrirán cuál de...