Raul sacó una llave plateada del bolsillo derecho de su pantalón y la introdujo en la cerradura que había bajo los botones de los números de los pisos. Inmediatamente después, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó su descenso.
-Carol, deberías calmarte -sugirió el vampiro. -Parece que el corazón se te vaya a salir por la boca en cualquier momento.
-Hago todo lo que puedo -respondí con la mirada fija en las puertas.
Llevaba varios minutos intentando controlar la respiración pero los nervios no me lo estaban poniendo nada fácil. Raul tenía razón: el corazón me iba a mil por hora y eso no era bueno si iba a estar en una sala llena de vampiros que encontrarían mi olor irresistible. Tenía que relajarme todo lo que pudiera.
En ese momento, alguien tomó mi mano y la apretó ligeramente. La persona que había junto a mí, Safiya, me miraba con la misma ternura que una madre dedicaría a su hija. Nunca he tenido recuerdos de mi madre, sin embargo, estaba convencida de que ella me había mirado de la misma manera en más de una ocasión.
-Tranquila, cielo. No estás sola.
-Lo sé.
Ese "no estás sola", acompañado de su mirada maternal, fue suficiente para comenzar a relajarme.
De pronto, el ascensor frenó en seco. Cerré los ojos por un instante e inhalé profundamente mientras oía como las puertas se abrían frente a mí. El aire estaba ligeramente viciado. Aparentemente, hacía tiempo que aquel lugar no se usaba. Claro que el aspecto de aquella sala no invitaba a permanecer mucho en ella. A pesar de que los representantes de los clanes ya estaban allí, el lugar seguía viéndose muy espacioso. Todo el sótano estaba cubierto de cemento, desde el suelo hasta las paredes, y la sensación de frío se hizo patente en cuanto salimos del ascensor. La falta de luz también era un inconveniente. Sólo unos pequeños focos situados en el techo iluminaban la habitación. Los vampiros no necesitaban mucha luz para ver pero para mí era distinto. La escasez de claridad era muy molesta pero, aún así, la luz era suficiente como para distinguir a los presentes. El primero al que pude ver fue a Philippe, a quien se le iluminó la cara cuando me vió salir del ascensor. Rober, que me dedicó una sonrisa cómplice, permanecía junto a él. Y delante de ellos, una mesa de escritorio hacía de separación con el resto de los vampiros. Puede que hubiese unos veinte.
Pronto me convertí en el centro de atención. Resultaba espeluznante como todas aquellas miradas que brillaban dentro de la oscura sala estaban solo pendientes de mí, como si yo fuese la única frente a ellos.
-Tranquila -susurró Philippe cuando llegué a su lado. -Todo saldrá bien.
No pude responderle con palabras, sólo con una leve sonrisa. Tenía la garganta seca debido a los nervios y, aunque había conseguido calmarme un poco, la preocupación porque aquella reunión saliese mal hacía que tranquilizarme del todo fuese imposible.
-Muy bien, Philippe, ¿vas a decirnos por qué nos has convocado con tanta prisa y qué hace aquí una bruja?
Uno de los vampiros, rubio, de ojos azules y del tamaño de un armario, fue el primero en tomar la palabra. Me recordaba bastante a la imagen que tenía de los antiguos vikingos. Pero lo que me preocupó no fue su aspecto, aunque podía resultar intimidante, sino el tono tan agresivo en el que preguntó por la presencia de Safiya. Yo no olía exactamente igual que los otros brujos así que era probable que aún no se hubieran dado cuenta de mi naturaleza.
-Cálmate, Iván -dijo Philippe tomando un tono autoritario que hasta ese momento no le había oído nunca. -Se trata de La Consejera.
Los murmullos comenzaron a extenderse por toda la sala. La confusión era bastante evidente entre los vampiros, que se preguntaban qué hacía allí la bruja más antigua de todas.
ESTÁS LEYENDO
La nigromante (TERMINADO)
Paranormal¿Una medium? ¿Una bruja? ¿O algo mucho más antiguo y poderoso? Carol es una chica de apenas dieciocho años que quedó huérfana nada más cumplir los tres. En su primer día de universidad conocerá a César, un misterioso chico lleno de tatuajes que par...