Capítulo IV: El desembarco en Italia

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A unas horas de que lleguemos a Italia, y sin ningún contacto desde hace tres horas con "El Santa Clara" todo los del barco estamos yendo de aquí para allá, sin detenernos un instante, ya que hay que preparar todas las cosas para llegar a la costa de Italia, no sabemos cómo está la cosa en la costa si hay torretas, trincheras, soldados, etc. Nada sabemos al respecto, "El Santa Clara" nos estaba informando su trayecto y sus avistamientos a la costa que hicieron, pero así de repente dejamos de oírlos, encima con esta neblina que apareció una hora después que perdimos contacto con los argentinos, no nos deja ver muy bien si "El Santa Clara" está cerca.

El capitán Tomas está preocupado al respeto, teme que algo le haya pasado al "Santa Clara" ya que quedaríamos solos con los chilenos por la parte sur, y decirles a los demás que nos manden uno sería en vano ya que estamos lejos de ellos y para que uno venga hasta donde estamos, se tardara una hora por lo menos en llegar, ni modo hay que seguir. Entiendo la preocupación del capitán Tomas, yo también lo estaría, sabiendo que después de este ataque sería mi retiro, el capitán tiene una familia en Perú esperándolo, una esposa con dos hijas y un bebe a punto de nacer, que el capitán hizo lo posible para que la familia de él estuviera lejos de la guerra y estén en un lugar seguro evitando así cualquier cosa, por esos motivos el capitán está nervioso, quiere seguir viendo y ver a sus hijos crecer, hasta donde la vida le diga hasta aquí llegaste ya puedes descansar. El capitán manda a todos sus hombres a que consigan contacto con los argentinos lo antes posible, y a la vez ordena que preparen las lanchas para el desembarco; mientras sus hombres estaban intentando contactar a los argentinos, decide salir frente a todos nosotros diciendo:

"¡Hoy es el día! ¡hoy día, desembarcamos en Génova! ¡hoy, el sacrificio de todos los que no regresen baldra la pena! ¡hoy día, la historia recordara este día como la vez que países latinos defendieron su nación! ¡hoy día seremos recordados! ¡HOY DÍA SABRAN DE QUE ESTAMOS ECHOS!"

Acabando su discurso que motivo a más de uno, todos aplaudimos y dimos un grito de batalla a todo pulmón, nos preparamos, subimos a las lanchas y comenzamos con el descenso, mientras bajábamos, solo pensábamos en una solo cosa, sobrevivir a la playa, cuando todas las lanchas estaban en el mar, dimos con rumbo a la costa sur de Génova, sin embargo, cuando ya estábamos delante del "Libertad" dando la cabeza con los chilenos también desembarcando, poco a poco disipándose la niebla, todos volteamos al mismo lado y nos quedamos en shock por un momento, la escena que estábamos viendo era impensable, que nos daba terror con solo verlo, a lo lejos pudimos ver como "El Santa Clara" estaba destruido, emanando humo y cenizas de lo que fue, se podían ver los cuerpos de algunos de la tripulación flotando en el mar, hasta en las mismas ventanas de la parte de la cabina como si de una explosión se tratara, se encontraban los restos de esas personas. Esa escena le quito a más de uno las esperanzas de vida cuando lleguen a la costa, de inmediato el capitán ordeno comunicar lo sucedido a los que estaban en el norte, de igual manera hicieron los chilenos, comunicar lo más antes posible a los de norte, sin embargo, al disiparse por completo la niebla sonó una sirena y comenzaron a disparar los italianos, dimos a toda máquina las lanchas para llegar a la costa, mientras más nos acercábamos se sentían muchas más balas chocando contra el metal de la lancha, todos estábamos asustados, pero esto recién estaba comenzando. A mi lado estaba San, que le digo que no tenga miedo, uno de los que estaban delante de nosotros comenzó a vomitar, no aguanto la presión, los trillizos estaban en otra lancha más atrás de nosotros, Don Lucho y Robert iban en la lancha del costado, volteo a mi lado izquierdo y de repente veo como se prende en fuego frente a mis ojos la lancha, estaban usando torretas con cabezas de tanques, el que navegaba nuestra lancha grita ¡APRESUREN EL PASO! ¡APRESUREN EL PASO!, a unos metros de que lleguemos a la costa, una y otra lancha eran destruidas, no sabía si los trillizos estaban bien, solo sabía que Don Lucho y Roberto seguían con vida, Renzo ya estaba por llegar a la costa, al oír gritar de nuevo al navegante diciendo, cincuenta metros, cuarenta y cinco metros, treinta metros, y así sucesivamente, llego un momento que decido persignarme y oigo al navegante decir, ¡ABRAN LAS PUERTAS!, comenzó el desembarco, y las muertes también lo hicieron, el navegante seguía gritando, ¡Salgan todos de aquí! ¡YA, YA!, habían soldados ya posicionados adelante, pero los que estaban en nuestra lancha, al abrirse las puertas fueron la mayoría acribillados, incluyendo al navegante que no pudo agacharse a tiempo, por suerte San, yo y unos tres soldados más pudimos salir de esa, que era una muerte segura, al salir de la lancha y llegar a toda prisa hacia las barricadas, nos agachamos y oíamos gritos por doquier, vimos que a nuestro costado estaban Don Lucho con Roberto cubriéndose también, y a los trillizos corriendo a toda prisa hacia donde estábamos, ya que recién habían llegado.

Soledad en el campo de guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora