prologue: after the war

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Después de tres décadas, toda la población mágica británica podía dormir tranquila con real certeza. Costó sus años y una generación perdida, pero lo habían logrado.

Es en esa generación que nos centraremos en esta historia. Esa que había participado activamente en aquella última gran batalla y cuyas vidas se habían visto marcadas terminantemente; muchos, sin padres, o con unos cuantos pilares menos, su cordura tambaleando entonces. Muy jóvenes para saber enfrentarlo realmente, pero muy viejos para haberse podido apartar del todo, aquellos que deberían haberse graduado el año que todo rebalsó y concluyó a la vez, habían llegado a su punto de quiebre más de una vez. No salieron muchos aurores ni medimagos de esa tanda de graduados; algunos incluso se volcaron a una vida casi muggle.

Ese era el caso de Harry Potter y Draco Malfoy. Nadie más que ellos sabía con precisión cómo habían acabado envueltos en esa situación, pero el apoyo y cariño mutuos eran palpables así que los cercanos del uno no se entrometían, suficiente consigo tenían, y se alegraban por él, porque hubiese conseguido salir adelante una vez más, y está vez a la par de alguien que parecía hacerle realmente feliz. El amor era eso, ¿no? Acompañar y que ni la muerte que ambas partes cargaban en su camino ensuciara el lazo. Las circunstancias mismas los habían juntado, potenciadas con el apoyo de Harry con Draco (tanto en los juicios como en los traumas y el suicidio de su madre), lo mismo a la inversa. “Una cosa llevó a la otra”, como suelen decir por ahí.

Luna y Neville Longbottom hacían otra pareja peculiar y novedosa pero más funcional y fuerte que muchas otras. Quizá, la cercanía de años y las circunstancias vividas, como suele pasar en casos similares, causaron la potenciación de muchas cualidades humanas; todos salieron amando con una pasión que sorprendía a la gente mayor sobreviviente pero también sufriendo en exceso.

Muchos encontraron, de alguna manera, su media luna, en tal adversidad, y agarrados de la mano, estaban en lo que sería un largo camino hasta superarlo todo. Otros, como en el caso de Harry y Ginny, simplemente dejaron de ser, y en más de una situación no hubo necesidad de terminar con palabras también. Y no se ha de olvidar a los tantos que sucedían el camino en completa soledad. Tal era el caso de Ron Weasley.

Lo habían intentado, en serio, con Hermione, pero no eran compatibles como pareja y no querían terminar de arruinar su amistad forzando algo que antes del aniversario supieron ya de modo innegable, probado para todos, que no iba a funcionar; contra todo pronóstico, por supuesto. Podrían haber hecho un dúo muy bonito.

No obstante, Hermione era una mujer fuerte y notó, alegre, que siguió adelante pronto. Soltera, eso sí; no tenía intención de contraer compromiso pronto.

Distinto fue para él, para el pelirrojo Weasley masculino menor. A duras penas se pudo presionar para hacer los exámenes con los demás de su generación y la del año siguiente, al término de un año, y poco más, tras la batalla, cuando los llamaron para poder darles el título oficialmente así fuese precariamente. Nadie lo hubiera hecho por él, alejado como estaba de todos y con su familia intentando superar cada quien por su lado la muerte de uno de los suyos a la vez de continuar con su vida. También por entonces se retomaron las clases para los menores, tras tanto esfuerzo por reconstruir Hogwarts y educación en casa o colegios de menor calibre.

Por su parte, la vida, el tiempo, la magia, siguieron su curso. Hermione llegó a ministra pudiendo ponerse así con todas las reformas legales que sus ideales dictaban y tras arrancar todos sus proyectos recientemente se permitió experimentar en lo romántico decían rumores; Draco se hizo fama como medimago y pocionista en lo que Harry se volcaba a la educación, sabiendo turnarse entre el deber y el amor con habilidad, deducía de las cartas ocasionales que se enviaban vía lechuza; Luna se tornó una excéntrica diseñadora de modas digna de competir con Madam Malkin y su esposo Neville hizo un emprendimiento del que sólo sabía que tenía que ver con plantas. Ginny se volcó al rubro del quidditch, George a la tienda y su relación con Angelina, Bill a su familia en crecimiento y empleo en el banco bien remunerado; de Charlie no sabía mucho y de Percy tampoco. Dean y Seamus terminaron oficializando su relación y ahora eran un feliz matrimonio de magos funcionarios ministeriales.

Y Ron... Ron solo sabía eso de su entorno desde hacía ocho años y gracias a las cartas que casi excepcionalmente recibía y/o respondía. Era un chico que venía haciéndose con traumas desde la infancia y por muy bien que los ocultaba, siempre estaban ahí. Tampoco había sido un mago muy brillante.

Después de pasar los tres años siguientes a la Batalla de Hogwarts en casa con su madre (el único de los hermanos, desde que Ginny había llamado la atención de ligas importantes a los dieciséis), consuelo de ella y su padre, entre mucho dormir y bastante ayudar en casa, sobre todo en la cocina más con cosas de panadería y respostería tras graduarse... Despertó y trabajó un talento que no sabía que tenía y, cuando el sentimiento de ser un estorbo en la casa lo superó, hizo unos galeones ayudando al gemelo sobreviviente, los intercambió por plata muggle y se marchó de casa con sonrisa falsa en rostro y promesas vagas en boca. Ayudado por Harry y agradeciendo que la plata de los magos valiera tantas veces la mundana, se instaló entre los muggles en un pequeño local con un diminuto departamento arriba. Con la colaboración de su varita, en menos de un mes abrió una panadería y desde ese día, no volvió a cerrar más que para dormir y asearse.

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