Veintisiete

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De vuelta a casa, el moreno no hacía más que maldecir, resoplar t golpear el volante, mientras que Saint lo miraba de reojo sin decir nada pues tenía miedo a hacerlo sentir peor y a acabaran estrellándose.

Cuando ya quedaba poco para llegar, un perro cruzó la calle y Zee tuvo que dar un volantazo pues debido a sus ojos aguados no lo vio hasta que castaño le gritó, quedándose cruzados en medio de la carretera.

—¿Acaso estás loco?, Por poco nos matamos—preguntó este saltándose el cinto y saliendo del coche.

El mayor apartó el vehículo hasta la orilla, apagó el motor, entonces  agarró el volante con las dos manos y soltó un gran gritó.

—¡Aaaaaaahhhh...!.

Saint se sentó en el bordillo de la acera para intentar calmarse pues sentía su corazón latir a mil por hora, ya que ese había sido el peor susto de su vida hasta la fecha.

Finalmente, Zee salió del coche al ver al más joven con la mano en el pecho y respirando agitadamente.

—¿E-Estás bien Saint?, Lo siento mucho, perdóname.

Este asintió con la cabeza.

—Tranquilo, y-ya se me pasa.

El moreno chasqueó la lengua y a continuación se sentó a su lado.

—Lamento no haberte creído y arrastrarte conmigo, pequeño...ah y bueno, esto también.

—Ya te dije que tranquilo, lo entiendo...Estás mal y bueno querías creer en mi hermano, es normal que pierdas el control.

El moreno levantó su mano y entonces acarició la mejilla de este.

—Eres increíble.

El castaño lo miró con asombro.

—¿P-Por qué me di-dices eso?—preguntó este sintiendo su cuerpo derretirse al tacto cálido del mayor.

—Bueno pues porque a pesar de lo que te dije y de lo que te he hecho, ya no sigues enfadado conmigo, al contrario te sigues preocupando por mi.

Saint lo miró y sonrió tímidamente.

—Bueno ya lo estás pasando bastante mal, no tengo porque machacarte...no soy tan malvado.

Zee entonces le cogió una la mano y la apretó, a lo que el castaño aspiró profundamente y luego soltó un gran suspiro.

—Eres muy amable, gracias por todo Saint.

Durante un buen rato estuvieron mirándose mutuamente sentados allí, casi a oscuras, en el borde de la carretera y completamente solos pues nadie pasaba ni a pie, ni en coche, tan solo estaban ellos.

—Es tarde, anda sube te llevaré a casa—Dijo el moreno finalmente rompiendo el silencio.

—Emm...oh si cla-claro, emm...a casa... si, vá-vámonos.—balbuceó el menor volviendo a la realidad, tras haberse perdido en los brillantes y hermosos de Zee, los cuales lo habían atrapado de una manera irremediablemente hipnótica.

4. Un novio de mentira -Zaintsee TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora