Los rayos del sol aquel día eran tan abrumadores que podían enfermar a la gente. Aquello sin duda, era un indicio a que el verano estaba a punto de comenzar.
Era un 14 de agosto, pasadas de las doce.
Ban vio que el cielo brillaba con arrebato, y relucía su camino constante. Frunció el ceño con algo de molestia ante el clima desagradable, sumando el hecho de que estaba rodeado de una multitud ruidosa que corría despavorida de aquí y allá.
No era precisamente alguien a quien le agradara el bullicio.En momentos como ese, incluso le parecía difícil escuchar a Jericho debido a los sonidos de los autos y la gente. Pero de lo que sí estuvo atento fueron algunas palabras que le parecían algo inusuales viniendo de su parte.
— ¿Sabes? No me gusta mucho el verano...
Jericho murmuró con fiereza mientras desviaba la mirada de Ban. Incluso lucía algo melancólica por el simple hecho de que la temperatura estuviera a tope.
Quizás la época le traía malos recuerdos.
Jericho siempre solía comportarse de esa forma tan peculiar en tiempos de calor infernal. Aunque a fin de cuentas, ese cambio en él era efímero, seguía siendo extraño para Ban.
—Ya, ¿Y por qué?
— ¿Qué por qué?—Jericho cambió su expresión a una molesta mientras observaba el cielo—, Pues uno anda sudando a horrores y con olor a sobaco. Por más que quieras quitártelo con algún ventilador o qué se yo, no puedes.
Ban rio un poco ante las expresiones de la contraria y dio un toque al cigarro entre sus dedos, sin saber que en realidad, aquel periodo tenía algo de significado para Jericho, y uno no muy bueno, precisamente.
Luego bajó su mirada a lo que el Jericho cargaba en brazos.Parecía ser una bola peluda de color negro y manchas blancas, sus ojos eran celestes, y sus garras se aferraban a la sudadera de la joven.
— ¿Y ese gato?—, Ban sonrió al verlo y exhaló el humo segundos después.
—Oh, lo tengo desde ayer—, Jericho imitó su acción emocionada y se acercó más para que pudiera verlo mejor—, Se llama Hawk.
— ¿En serio?—, lo miró incrédulo por un momento para después volver a su expresión neutral—, ¿Y te lo llevarás así nomás a la junta?
—Obvio que sí.
Jericho miró al gato de sus brazos con ternura y lo acarició repetidas veces. De respuesta recibió un mullido sonoro y alegre.
— ¿Pero crees que Meliodas te deje entrar con él?
— Espero que sí.
Casi llegaban al edificio donde se llevaría a cabo la junta. Jericho se veía caminando despreocupada mientras Ban reía un poco por sus comentarios.
Todo bien hasta que el felino saltó de sus brazos.
Jericho se sobresaltó ligeramente ante el acto del gato y sin pensarlo se dirigió hacia la carretera a perseguirlo. Pero Ban tomó su hombro.
—Eh, Jericho, ya déjalo irse.
— ¡No, me lo compré ayer!—, el Jericho estaba alarmada—, Además ni hay nadie en la pista, voy y lo atrapo, espérame.
Ban arqueó una ceja en un gesto con insuficiencia.
—Ya, por eso mejor adopta y no comprar.
Pero Jericho ya se había lanzado a la carretera.
De repente, el clima potente del día nubló un poco la vista de Ban. O bien, era eso o simplemente no quería ver.
Sí, seguro era eso.
Ban no quiso ver que el color del semáforo había cambiado a un verde deslumbrante, y un camión salió de la nada, golpeando el cuerpo del Jericho.
El aroma fétido de la sangre combinado con su perfume llegó a sus fosas nasales, provocándole una asfixia terrible. Lo cual le hizo inevitable abrir los ojos.
Permaneció inmóvil en su sitio tratando de asimilar la escena, cubriendo su boca con una mano para recobrar el aliento.Incluso el cigarrillo de su boca había caído debido a la impresión. La gente comenzó a acercarse al incidente, mientras que Ban sólo contemplaba el despojo humano del suelo y trataba de hallarle forma.
Hasta que finalmente, la bruma del calor lo hizo entrecerrar los ojos para darse cuenta de que no estaba soñando. No era ninguna broma lo que sucedía. Por más que lo quisiese.
El cielo azul del verano, al igual que el interrumpir del canto de una cigarra, se esfumaron de golpe.
La mirada agonizante de Jericho se encontró con la del joven que hace un momento estaba a su lado. El líquido carmesí brotando de su pecho, se había salpicado hasta su cara, manchando un poco sus mejillas.
Ban cerró los ojos y dejó que las lágrimas incontenibles corrieran por rostro.
El felino que anteriormente había saltado de los brazos de la pequeña dama, contemplaba la escena con la mirada inexpresiva. Él lo observó en la lejanía de la carretera mientras el escenario oscurecía con lentitud.
Todo comenzó a desaparecer alrededor, Ban retrocedió un paso asustado antes de mirar al accidente por última vez. Algo le había llamado la atención.
Notó que Jericho estaba sonriendo antes de soltar su último suspiro.