Había pasado una semana y él seguía ahí, con ropa diferente por lo que supuse el día que se ausentó fue por ropa al pueblo y supuse también se estaría quedando en algún hotel o en el mismo edificio pues era de su hermano, trataba de hablar conmigo pero yo siempre me negaba, no sabía si esperaba que se cansara y se fuera o qué pero me negaba a descubrirlo, diario dejaba en mi puerta una rosa roja y una tarjeta diciendo que me amaba, de regreso del hospital siempre preguntaba cómo había estado mi día, sólo respondía que bien y subía de inmediato, varias veces me recibió con un delicioso café o alguna golosina que al final terminaba comiendo, no insistía pero él seguía ahí, en pie, esperando, me asombró su fuerza de voluntad y paciencia; la noche comenzó a caer y con ella un frío que calaba los huesos, el reporte meteorológico había pronosticado una fuerte tormenta atípica para ese día y ya se empezaba a sentir, el cielo relampagueaba y empezaba a correr demasiado viento sumamente frío acompañado de las primeras gotas de lluvia, eché un vistazo por el balcón viéndolo ahí, tratando de calentar sus manos frotándolas, si yo sentía frío en el interior del departamento no me imaginaba lo que él sentía ahí afuera, sabía que me arrepentirá pero bajé a donde se encontraba.
-Entra-dije lo más seria que pude-, no quiero que te congeles y la tormenta va a tardar.
-Gracias-respondió a lo que subimos al departamento en completo silencio.
Le di una manta y preparé un poco de café.
-Toma-dije extendiéndole una taza con el humeante líquido- ¿No piensas irte de aquí cierto?
-¿Sin ti? Claro que no-respondió antes de beber un sorbo quemándose un poco el labio, no pude evitar reír discretamente ante el gesto que hizo.
-¿Y Jenni?
-Con mi madre-respondió-, Sam, no hay nada que me apresure a irme, eso tenlo muy claro, no me voy a ir de aquí sin ti.
Suspiré y giré mi mirada al balcón, ciertamente tenerlo ahí era una tentación y no podía sucumbir a ello, no mientras siguiera dudando de sus palabras, me perdí un poco en el exterior cuando su mano tomó la mía cosa que me hizo girarme hacia él, no me dio tiempo de decir nada pues sus labios atraparon los míos en un beso lento, no me pude resistir y lo correspondí, sentir sus besos de nuevo hizo que mis sentidos estallaran, pero no estaba bien, por lo que me separé de él rápidamente.
-No puedo-dije cerca de sus labios-, buenas noches, puedes usar la habitación de huéspedes- me levanté y me dirigí a toda prisa hacia mi habitación sin voltear a verlo.
Se quedó un rato ahí y yo cerré mi puerta con seguro, recordé entonces a tres personas que podrían ayudarme a saber si eran ciertas sus palabras, Susan Phillips, el Señor Anderson y la Señora Meyers, la dueña del adorable Muffy, los llamé por la mañana en cuanto él salió del departamento y pedí su ayuda en todo esto, mi sorpresa fue que los tres me confirmaron las palabras de Leonardo, la cabeza me daba vueltas y no podía dejar de pensar en todo, en especial en las palabras de la señora Meyers.
-Querida-dijo la mujer-, ese hombre ha sido un alma en pena todos estos meses, lo que esa mujer hizo no tiene perdón de nadie, es cierto todo lo que te dijo y la pobre Jenni, era un suplicio verla llorando preguntando por ti, haciéndole desplantes a Rebecca, y a Leonardo aguantando todo por protegerlas, él te ama Samantha, eso no lo dudes ni un poco.
Decidí pedir el día en el hospital, ahora que la campaña había terminado no tuvieron problema en concederme la petición, no sabía lo que haría pero sí sabía que no tendría cabeza para trabajar, me metí a la ducha y me puse ropa cómoda, tal vez salir a caminar me ayudaría.
-¿No irás al trabajo?-preguntó en cuanto me vio.
-No-respondí-, pedí el día.
-¿Por qué?-preguntó asombrado.
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Lazado Corazón ©
Romance¿Pasar de una vida perfecta con todo bajo control a una en donde no sabía qué pasaría? No, eso sin duda no estaba en mis planes, nada podía salir mal, hasta que pasó, hasta que aquel suceso me obligó a hacer aquello que nunca quise, huir, huir de la...