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No me encontraba para nada bien. Pero eso ya era algo normal en mi.

Pero aún así, aún sintiéndome más muerta que viva decidí salir de casa, llovía y hacía frío así que pensé que ir a una pequeña cafetería sería una buena idea. Entonces, entré en una bonita y pequeña cafetería que no se encontraba muy lejos de mi casa.

Dentro el aire era más caliente, y las vistas eran preciosas, no había prácticamente gente y el lugar era demasiado acogedor, tenía hasta una chimenea. Y entonces me enamoré de aquel lugar.

-¿Estas bien? -Me giré asustada para encontrarme con un chico de más o menos mi edad que llevaba puesto un delantal, por lo que supuse que trabajaba allí-

-Sí. -Susurré-

El chico castaño me sonrió.

-Soy Adexe.

-Alaska.

-Bienvenida, Alaska. ¿Te apetece algo? -La sonrisa seguía en su rostro y parecía que por nada del mundo se iría, y deseé poder sonreírle de igual forma.-

-Emmm...

-Deberíamos prepararle un té o algo caliente , creo que mamá está preparando galletas en la cocina, afuera hace bastante frío y mira lo que lleva puesto, sin ofender pequeña pero ¿Estás loca? ¡Vas a coger un resfriado! -Habló un chico que se encontraba detrás de la barra, se parecía a Adexe pero era más alto y parecía más mayor-

Y realmente no sabía qué responder a eso, desde hace unos meses nadie me prestaba la más mínima atención, así que esto era algo nuevo.

-Nau cállete, vas a asustarla.

-Yo... -Intenté hablar pero una vez más fui interrumpida.-

-¿Te gusta el té? -Preguntó Adexe dulcemente-

-Sí. -Volví a susurrar-

-¡Pues no se hable más! -El tal Nau sonrió y atravesó unas puertas blancas que supuse daban a la cocina.-

Adexe volvió a fijar su mirada en mi aún con esa imborrable sonrisa.

-Ven, siéntate. -Intentó agarrar mi mano cosa que impedí antes de que lo hiciera-

Me guío hacia la silla más cerca de la chimenea y se agachó para quedar a mi altura.

-No quiero ser pesado ¿Pero estás segura de que estas bien? -La respuesta era no, no estaba bien en lo absoluto, pero no iba a preocupar a nadie. Asentí y Adexe tan solo suspiró para luego levantarse.-

-Iré a por tu té, ahora vuelvo.

Asentí una vez más. Pasé unos segundos mirando fijamente al fuego de la chimenea cuando un gran pinchazo en la cabeza hizo que la vista se me nublara, segundos después todo se volvió negro.

coffee - adexe y nauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora