│• Presentimientos • │

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●•Lo prometido es deuda•●
Tomen en cuenta la Advertencia anterior.
(La canción es lo suficientemente larga para acompañar la lectura)

Me sobre salté en medio del sueño por dos cosas, la puerta de mi habitación cerrarse y un estruendo del cielo con iluminación incluida

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Me sobre salté en medio del sueño por dos cosas, la puerta de mi habitación cerrarse y un estruendo del cielo con iluminación incluida.

Miré a Hans unos segundo, y me desplacé con cuidado hasta ventana para cerrarla admirando el gran diluvio que se avecinaba.

Me mantuve allí más o menos de diez a quince minutos manteniendo mi mente en blanco.

A lo lejos en las montañas y cerca también, se podía notar las espesas nubes brillar con intensidad debido a los relámpagos y ensordecedores truenos, acompañados de un fuerte viento dispuesto a derrumbar los grandes árboles de la central.

El ruido no solo era de la salvaje lloviznas como prefacio de la ajetreada tormenta próxima, sino de los árboles con sus hojas por la gran cantidad que había a nuestro alrededor.

Sentí a Hans detrás mío, y cerré los ojos mientras me encadenaba en sus brazos aprisionándome a su enorme anatomía.

— Vamos a la cama — susurró en mi oído — Son las cuatro y media de la madrugada — mordió el lóbulo de mi oreja y luego descansó un beso en la piel sensible de mi cuello robándome un escalofrío.

Asentí mientras se encargaba de guiarnos a la cama sin apartarme de la presión a su cuerpo. Una vez llegamos al borde de la misma, tomé su muñeca y desenlacé sus dedos sobre mi vientre, y gateé sobre la esta hasta ubicarme en el centro.

Él se sacó la camiseta del pijama quedándose con el pantalón y como si fuera la primera vez que veía su hermoso torso, allí iba mi corazón a todo galope, con las hormonas acompañándola para debilitar mi cuerpo.

Se acostó a lado mío y me atrajo a él por la cintura acomodándome en su pecho. Queriendo sentirlo más y no conforme con su cercanía, enrollé mi pierna por su cadera y me aferré a él como un Koala.

— Abre los ojos — lo hice — ¿Qué sucede? — pareció dejar su frialdad a un lado y entrar en verdadero interés por mi estado — tienes unos hermosos ojos celestes, y no brillan como generalmente lo hacen — le sonreí.

— No me pasa nada — acaricié su mejilla — Estoy segura que si lo hiciera, te darías cuenta al instante — con ese poder psicológico que posee, y el "yo lo sé todo" era difícil de esconder algo — Me gusta la tormenta que se avecina y anoche me inyectaron un medicamento que disminuyó drásticamente los dolores. Me siento un poco liberada.

— Y tambien molesta porque aún no te dicen nada.

— Sí — bajé mi mirada aceptándolo.

— Tienes que confiar en el sistema, Agnes. Si muchas cosas te ocultamos, es porque quizás se considera que no estés preparada para asumirlo — es clasificado, como siempre — y con esto no te estoy diciendo que lo que pasó no es grave, pero tampoco que hay que tomarse a la ligera. Simplemente no te preocupes.

N U E S T R A (Míos #1) En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora