En la fiesta

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El ambiente era aburrido para ambos, debían admitir que solo habían aceptado hacer este acontecimiento por su amiga y nada más. Ya que todas las desiciones que llevaron a este evento fueron tan repentinas y precipitadas que podrían relatarlas con relativa facilidad.

Fue hace apenas dos semanas que lo habían decidido. Fue una decisión tan improvisada e inesperada, que por un momento sus amigos pensaron que les estaban jugando una broma.

- No es una broma.

Había asegurado el príncipe de la raza saiyajin, con tal seriedad que no atinaron a volver a emitir más carcajadas de incredulidad.

Lo siguiente que supieron y escucharon, fueron los gritos emocionados de la peli azul. Exigiendo ser la organizadora de la futura ceremonia y ya parloteaba todos sus planes para la misma.

No tuvieron valor para quitarle su ilusión, ya que ellos solo pensaban en algo muy sencillo y no en una gran boda. Después de todo ella había sido quien más los había apoyado en esto, después de que revelaron sus sentimientos hace apenas un año, o era lo que ellos sabían.

Y ahora se veían obligados a participar en la recepción de su propia boda.

No podía negar que la comida estaba deliciosa y la ceremonia la verdad si les causó cierto revoloteo en sus corazones, pero ahora que estaban en medio de la seción de baile y otras costumbres triviales terrícolas como cortar el pastel y dar discursos, comenzaban a aburrirse.

Tal vez fue justamente eso lo que causo esta situación. Se habían negado a casarse en ridículos trajes de gala, así lo que usaban eran cómodos pantalones de tela y finas camisas que no habían abrochado hasta el cuello. Atuendos bastante casuales pero con cierto toque de elegancia sutil.

En este momento agradecía que llevarán esto y no su traje de entrenamiento como había pensado casarse por un momento, mientras que Kakarotto decía que él podría casarse con su gi. Había parecido un buen arreglo para ambos hasta que la peli azul gruño cuál bestia enjaulada y accedieron a vestir lo que llevaban ahora. Al menos con esta ropa no se notaba tanto su situación.

Sus amigos a su alrededor estaban lo bastante alcoholizados para no prestarles atención o eso querían creer. La felicidad de los sayias por esta unión y la manera más pura que ellos encontraban para demostrarse su cariño era está. Tal vez eso solo fuera otra excusa para no decir que estaban "calientes".

Habían empezado con pequeños besos robados de parte de ambos, sin darse cuenta fueron subiendo el nivel de los mismos y ahora las cosas se estaban saliendo de control y ninguno deseaba parar este frenesí lujurioso. Realmente ninguno siquiera pensaba en la posibilidad de que se preocuparan por la total ausencia de los novios en la pista de baile o que subieran la vista y los vieran. Su autocontrol y decoró, habían viajado muy lejos a tierras más candentes y no estaban dispuestas a volver hasta que sus cuerpos encontrarán algo de desahogo a estos deseos prohibidos.

La mano segura y ansiosa de su pareja, ya se había abierto paso entre su ropa. Desfajandole la camisa y abriéndole el pantalón sin ningún disimuló, sentía como apretaba y manipulaba su miembro completamente erecto y resbaloso por la necesidad de más contacto y placer.

- Ah, Kakarotto - gimió en la boca de su hombre.

Mientras esté lo tomaba de la nuca para apegarlo de nuevo a su demandante boca y seguir ese sediento beso y continuar con sus descarados manoseos. Estaba tan caliente, tan deseoso de sentir que empujara su propio pene endurecido y caliente en su interior, que sus caderas se estaban moviendo sin ningún disimuló hacia su pareja. A la vez que él ya se abría paso entre la ropa de su reciente y flamante esposo.

Jadeo sin poder contener se cuándo Vegeta se apoderó de su falo endurecido, su mano traviesa se apoderó de su miembro ardiente y paso el pulgar sobre la palpitante y enrojecida punta de su glande hinchado. Ya no podía aguantar, necesitaba más contacto, esa mano gloriosa lo estaba volviendo loco y tocar de esa manera limitada a su pareja no era suficiente. Necesitaba hundir su palpitante miembro en ese apretado trasero pronto o perdería la poca cordura que aún quedaba en su caliente cabeza.

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