Sentencia

1.2K 79 2
                                    

La noche cayó y no podía dejar de pensar en todo lo que pasó mi princesa con esa mujer, la idea de que la tuviera encerrada, sin comer y tratándola de lo peor me ponía mal, decidí tomar una ducha antes de meterme a las cobijas, Leo me notó pensativa por lo que se acercó a mí.

-¿Estás bien?-preguntó tomándome de la cintura.

-Sí, pero Jenni me contó que Rebecca la tuvo encerrada y algunos días sin comer, eso me afectó mucho-respondí en un suspiro.

-Así es, la trajo demasiado delgada, a punto de caer en anemia.

-Creo que sí quiero que me cuentes los detalles de lo que sucedió-pedí viéndolo a los ojos.

-Está bien-suspiró mientras nos sentábamos sobre el colchón.

~Flashback~

Qué días tan difíciles había tenido, desde que Rebecca se la llevó no podía estar tranquilo, yo sabía que no la quería y sólo lo hacía por fregarme la vida, contaba con el apoyo de mi prometida y eso me mantenía en pie, me había dado una excelente idea para pagar mi deuda, confiaba que con eso todo se solucionara y Jenni regresara a casa; apenas había regresado de un viaje a Austin el cual me había aniquilado, tal vez esa noche iría a ver a Sam pues llevaba tres días sin verla o responderle las llamadas y la extrañaba demasiado, pensaba en ello mientras tomaba un vaso de agua cuando vi entrar aquel auto negro del cual bajó a Rebecca y tras ella mi hija, me sobresaltó ver lo delgada que estaba, salí a toda prisa a abrazarla, casi me infarto al hacerlo, estaba prácticamente en los huesos.

-¿Por qué la niña está tan delgada?-exigí saber bastante molesto.

-Ese es problema suyo, no mío-respondió volteando los ojos fastidiada.

-Sí, es obvio que no sirves como madre.

-¿Y tu estúpida prometida sí?

-Cariño ¿Por qué no vas a la cocina para que Anna te prepare algo de comer?-le dije a mi hija, no quería que escuchara todo lo que tenía que decirle a esa mujer.

-Sí-respondió emocionada mientras se dirigía a toda prisa hacia allá, volteé a ver a la mujer en cuanto la niña entró a la cocina.

-A mi prometida no la metas en esto Rebecca.

-Pues la escuincla no dejó de mencionarla y decir que esa tipa es su madre, así que te traje a la mocosa esa.

-Es la mejor decisión que has tomado en muchos años-bufé-, pues ya está aquí, lárgate.

-Oh querido, no será así de fácil, eso sólo va a pasar si aceptas el trato que vengo a hacer.

-¿Qué trato?-pregunté volteando los ojos.

-Ella regresa contigo, pero yo también.

-¿Qué?-exclamé confundido- ¿Es broma cierto?

-No querido, la cosa es así, aceptas o te quito a la escuincla y no me hago responsable por lo que le pase, te quito el rancho y a tu veterinaria sólo la volverás a ver en un ataúd, es simple, todo eso lo puedes evitar reanudando nuestro matrimonio.

-Estás loca.

-Tal vez, pero así será, tengo a alguien siguiendo a la zorra esa esperando mi señal para secuestrarla, que se divierta un rato con ella y después la tire en un camino-amenazó Rebecca mostrándome fotos de Sam afuera de su casa, de la veterinaria y en algunas calles del pueblo.

Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo, me mostró también un acuerdo en el que ella terminaría siendo dueña del rancho y la petición de la custodia de Jenni alegando que yo no tenía suficiente dinero para mantenerla, solté un largo suspiro, no podía arriesgarme a perderlas, sabía que estaba firmando mi sentencia de muerte pero debía protegerlas.

Lazado Corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora