6. Secretos

750 59 2
                                    

El camino de vuelta fue de lo más incómodo. No habíamos compartido ni una palabra. Sólo podía pensar en lo avergonzada que estaba después de que me haya chantajeado de esa forma. Sólo porque sea tan guapo no significa de que pueda intimidarme.

- Mierda, lo he pensado - murmuro sin darme cuenta.

- ¿El qué has pensado? - me pregunta sin apartar la mirada de la carretera.

¿Qué? Mierda, había pensado que era guapo y encima lo había dicho en voz alta.

- Nada - me apresuré a decir.

- Me parece que mientes. Tus pulsaciones han aumentado.

_ ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

En ese momento había parado el coche en un aparcamiento cerca del piso.

- Así.

Después de contestarme cogió mi muñeca y puso con delicadeza los dedos encima.

- Tu pulso ha aumentado, mientes - me dijo con una ligera sonrisa.

Me dispuse a salir del coche cuando me agarró del brazo haciendo que me girara hacia él.

- ¿Te vas sin despedirte? - me dijo señalando su mejilla.

Me quedé con la boca abierta. Desde luego este chico no va a ponerme en una situación comprometida otra vez.

- Hasta luego - le contesté besándome la mano y estampándola en su mejilla.

Me bajé del coche y antes de entrar en el edificio me giré para ver cómo había reaccionado.

Al fijarme él no estaba en el coche y la puerta se la había dejado abierta. Me acerqué para cerrarla. Cuando llegué me dio un vuelco el corazón. El sillón estaba arañado y a simple vista parecían ¿garras? Cerré la puerta del coche y comencé a correr en dirección donde suponía que estaba Ryan.

Por el camino vi manchas en el suelo de sangre y por el color supuse que era reciente. Aumenté el ritmo un poco más. Escuché un gruñido y me paré en seco. Había llegado a un claro del bosque.

Comencé a andar con cuidado. Escuché un gemido que venía cerca de un arbusto. Con toda la valentía que pude reunir miré a través del arbusto.

- ¡Ryan! - grité llevándome las manos a la boca.

El chico estaba dejado de caer en un árbol. Tenía muy mal aspecto. Su piel era pálida y del costado le salía una mancha de sangre considerable.

- ¿Qué te ha pasado? - le pregunté mientras me acercaba a él.

- No pasa nada, estoy bien - me contestó casi susurrando.

- Oh claro - le dije con un tono irónico haciendo que volviera su rostro hacia mí. - Lo siento pero de mí no te libras.

El me mira un poco asustado, no se por qué, pero no le hago caso. Doy gracias a las clases de primeros auxilios que me dio mi padre.

Me arrodillo junto a Ryan y lentamente separo la mano que tapa la herida de su costado. A continuación le desabrocho la camisa y se la quito para ver la herida. Él lanza una pequeña carcajada con las pocas fuerzas que le quedan y me sonrojo.  Observo la herida y frunzo el ceño, aquí no puedo hacer nada.

- Vamos aquí no sirvo de mucho - le digo mientras que coloco una venda improvisada con un trozo de su camisa en la herida.

- ¿A dónde me llevas? - me pregunta.

- No puedo llevarte al hospital, así que vamos a mi casa.

En mis adentros sé perfectamente que es una idea descabellada, pero Ryan me necesita.

Con mi ayuda consigo ponerlo de pie y comenzamos a andar ligeramente.

Después de casi una hora, abro la puerta del piso y entro con Ryan apoyado en mi hombro. Lo primero que me encuentro es a mi hermano dirigiéndose hacia nosotros con una cara de sorpresa.

- ¿Qué es esto Clary? - me pregunta.

- Ahora no hay tiempo, tráeme el botiquín. Rápido.

Mi hermano posa la mirada en Ryan y finalmente se dirige hacia el baño para coger el botiquín.

Me dirijo con Ryan hacia el sofá y hago que se tumbe.

- Toma - me dice una voz.

Giro la cabeza y veo a Sam entregándome una toalla húmeda. Cojo la toalla y le sonrió a modo de gracias. Ella me devuelve la sonrisa y se sienta cerca de nosotros.

Minutos más tarde llega mi hermano con el botiquín y comienzo con la herida de Ryan.

Poco a poco me deshago de su venda improvisada y comienzo a limpiar la herida. Cuando termino me doy cuenta de que parecen los mismos arañazos que estaban en la puerta de su coche. Eso me deja confundida, pero sigo manos a la obra.

Después de un rato, observo satisfecha mi trabajo. La herida de Ryan estaba desinfectada y vendada. Me limpio el sudor de la frente y suspiro.

- Ya está - le digo a Ryan mientras observaba la herida.

- Gracias, pero no te tendrías que haber molestado.

- ¿Estás loco? Si no hubiera hecho nada no sé cómo la tendrías ahora.

Ryan suelta una pequeña carcajada.

Nos quedamos unos minutos en silencio hasta que la curiosidad pudo conmigo.

- ¿Cómo te la hiciste?

Me fijé y estaba tenso. Suponía que la pregunta no le hacía mucha gracia.

- Tranquilo, si no quieres no respondas - le dije un poco desilusionada. Lo que no iba a hacer es meterme en la vida de los demás.

- Lo siento, es un tema complicado.

Lo miré y sonreí para quitar un poco de tensión

- Bueno, debería irme - dijo mientras se colocaba de pie poco  a poco.

- ¿Quieres que te acompañe?

- No, gracias a ti me duele menos.

Me sonrojé ligeramente por el cumplido y lo acompañé hasta la puerta.

Cuando la puerta del ascensor se cerró totalmente me volví a meter en el piso.

Me fui a mi cuarto para terminar de redactar el trabajo de francés. Me senté en la silla y comencé a escribir. Del aburrimiento miré por la ventana. Una sombra que corría por la parte del bosque que podía ver captó mi atención. Me quedé observándola fijamente hasta que la sombra se convirtió en una persona. Me pegué al cristal todo lo que pude y me quedé de piedra. La persona era Ryan. El chico corría esquivando los árboles. No lo veía con claridad, pero sabía que era él. Por fin salió del bosque y mis dudas se aclararon, sin duda era él. El chico corrió hacia su coche, que seguía donde lo vi la última vez, se metió dentro y en segundos aceleró por la calle hasta que no pude ver más.

Me volví a sentar lentamente en la silla y miles de preguntas me pasaban por la mente.


Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora