!Esa !parte uno

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Lorent

Han pasado ya tres días desde que llegue a california, el paisaje de la playa es único y por supuesto muy diferente al de la ciudad de Manhattan y mi trabajo. He estado preocupada por la  empresa, siempre que llamo a Ana me dice que todo está bajo control y que está yendo de maravilla con todas las actividades que le deje escrita en una planilla. Aun así no se me quita la espina en la garganta de que algo va mal allí. Le he dicho a Mark sobre regresarnos el fin de semana pero él me saca mil una excusa para no dejar las relajante vacaciones que llevamos.

Los estados de esquizofrenia no me han vuelto a dar y por ese lado estoy bien, aunque con estos calores de california siento que me vendrán los episodios nuevamente, y no quiero arruinar los maravillosos días que ya llevo lejos de tanto trabajo.

Por otro lado me he contactado con Elías, y me ha dicho que el restaurant es uno de los más visitados y que si siguen de ese modo podrán llegar a primer lugar en la cartelera de restaurantes prestigiosos de Manhattan.

Estoy a punto de salir para la playa, llevo puesto mi biquini de dos partes color rojo y un sombrero que tapa todo mi rostro para que el sol no me dé en la cara. Llevo en mi mano derecha el bolso con el bronceador y mi teléfono y una que otra golosina que compre a noche. Mark me está esperando ya en la playa, desde hace rato pero yo no sabía si elegir el biquini de color rojo o color verde.

Salgo del edificio y camino un poco hasta que siento arena en mis pies.  Con exactitud la playa queda detrás del hotel donde nos hospedamos. Es reconfortante saber que no tengo que caminar mucho para llegar al mar. Veo más allá de unos paraguas una carpa no tan grande pero que si se puede ver con facilidad de color amarillo, con un cartel que dice “reservado” y en el cual Mark esta acostado sobre una silla larga.

Camino y decido darle un susto, voy por la parte de atrás de la carpa donde está cubierta, y marcho dando la vuelta despacio para que no se dé cuenta que ya he llegado. Me siento como una nena al hacer estos juegos infantiles pero que de algún modo me hacen sentir feliz dentro de tanta mierda.

-Estas siendo infantil, sabes- valla susto el que le iba a dar

-Estaba pensando lo mismo hace un momento- le dije

-Te quedaba mejor el verde- me dice refiriéndose al biquini verde, antes de que él se viniera a la playa me dijo que modelara con los biquinis, así que lo hice pero como no expreso nada de emoción me coloque el que yo quise.

-Qué bueno- respondí indiferentemente
Nos quedamos en silencio, mientras que yo me acomodaba en la silla a lo largo, aun no quería meterme al mar, solo quería disfrutar de la vista.

Los niños reían, se tiraban al agua y jugaban con los flotadores que traían sus padres. Algunos ancianos rechistando que no querían entrar al agua pero al final se entregan a ella por completo. Como me gustaría que mis padres estuvieran vivos para que disfrutaran de lo hermosa que puede ser la vida en momentos.
Y sin poder evitarlo una lagrima rodo por mi mejilla.

Es tan duro querer y no poder tenerlo. Y cuando se te dan las oportunidades de tenerlo ya no lo quieres.

La mañana pasó de ese modo, en silencio y una que  otra risa que se nos escapaba al ver a los niños jugar y caer al mar salpicando a las personas que aún no querían entrar al agua.

-¿Me puedes untar el bronceador?- pregunte a Mark que tenía el teléfono en mano, últimamente se la ha pasado mucho con el aparato.

-Ponte de espaldas- me dice él, dejando su teléfono y llegando a mi lado. Me voltee y quede dándole la espalda.

Comenzó esparciendo la crema desde la parte baja y subiendo al broche del brasier, quito este para esparcir más bronceador en esa parte sin que la tela le impidiera omitir esa región de mi cuerpo. Sus manos  son tan suaves que sentía la necesidad de tenerlas en otras partes. Cerré los ojos y suspire de manera relajante. Mark siguió por mis hombros y quedo allí para masajear mi nuca.

muertes perversas (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora