23 | Una vía hacia la nada

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Ese tipo era fuerte. Pero no solo fuerte, sino que era absurdamente brutal. Bloaize no recordaba haber visto a un ser humano golpear así, solo a algunos Desolados. ¿Era eso también obra de la Convergencia?

Dudoso.

Por fin estando cara a cara con uno de los hechiceros de Veliska, tuvo percepciones claras de las dimensiones de sus poderes.

Eran mucho más peligrosos de lo que creía, y de seguro que podrían sorprenderlo todavía más. La distorsión que producía ese hombre era aterradora, por lo menos cinco veces más que la de un usuario ordinario de Convergencia.

«Quizá hayan descubierto una manera de acumular Particulas de Ury en otras maneras», pensó Bloaize. Actualmente estaba corriendo por el largo pasillo del quinto nivel. Había ido recto para ver si hallaba una salida, ya que al mirar hacia las entradas laterales que dejó atrás, ninguna parecía conducir hacia las escaleras. En cuanto a su perseguidor, ya lo había dejado mareado hace rato. Era fuerte o rápido, pero no las dos cosas al mismo tiempo. Una regla básica.

En todo caso, se había visto obligado a gastar su mejor carta. Desliz de Plumas, la Habilidad de Efecto que era el himno de Bloaize. Le sacaría el máximo provecho mientras estuviera activa, ya que luego el Congelamiento le pesaría hasta hacerlo llorar por no haber economizado.

La duración del hechizo no era por mucho tiempo, aunque eso en términos de batallas cambiaba. Cuando la usaba se sentía con una ventaja eterna, una que había marcado cambios que significaron diferencias entre la vida y la muerte.

No se confiaba, por supuesto. Jamás lo hacía. Bloaize sabía que quienes sobrestimaban sus capacidades eran los primeros en caer.

Nunca eras lo suficientemente bueno.

«No lo olvides jamás».

En cuanto al lapso que lo separaba de un nuevo uso, este sí que se sentía eterno de verdad. Era alrededor de una media hora, y el muy ingenuo la había activado al máximo nivel. A veces se preguntaba si era justo que lo consideraran uno de los mejores del Monasterio.

«No soy tan bueno, hombre. No lo he sido jamás. Menos si ahora...», si ahora no había sido capaz de asegurar a Iriadi, y de salvar al pobre de Trechiv.

El corazón de Bloaize ardía, le había hecho algo terrible al muchacho. Abandonarlo así le producía una profunda vergüenza. Y es que lo había condenado a una muerte segura. Aliarse con egnaranos para infiltrarse en sus instalaciones, y ese cabello rojo mahukareno no lo ayudaría. A veces pequeños detalles generaban que te tuvieran simpatía o apatía. Trechiv estaba perdido.

Era cierto, le había advertido de que era su propia responsabilidad venir con ellos, pero eso no subsanaba el cargo de conciencia que caía sobre los hombros de Bloaize.

«Perdóname, muchacho. No podía salvarte».

De repente el pasillo lo condujo hasta un cruce familiar. Se trataba de un acceso hacia los niveles superiores e inferiores de La Coraza. Pero no podía solo huir, tenía que encontrar a Iriadi primero, aunque le costara la vida.

A ella no podía dejarla morir por ningún motivo.

No sentía la presencia de Iriadi, lo que quería decir que no estaba usando Invisibilidad o en el peor de los casos, ya la habían capturado. Rezó a Ormun y a Dehadenad porque no fuera como lo último.

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora