Cuddling in nature (Laurens/Lams-tober)

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—Te sigues viendo igual de hermoso que la primera vez que nos vimos —la voz de Alex fue lo primero que escuchó al levantarse.

Por el rostro de su esposo habían pasado los años generosamente, pero eso no le había quitado su encantadora sonrisa ni la mirada que le regalaba todos los días al despertarlo. Sí, era sorprendente decirlo, de los dos, el primero que abría los ojos era Alex y este se encargaba de dejar la mayoría de las cosas listas dentro de la cabaña para que luego John las terminara. No obstante, por la cara que tenía su esposo, había esperado no despertar a John con lo que había dicho.

—Hola —sonrió abiertamente quedándose unos segundos perdido en el rostro del otro.

Las arrugas se les estaban acumulando en las esquinas de los ojos y tantas sonrisas entre ellos estaban pasando factura. Pero una vida sin sonrisas de por medio no se podía considerar vida. En el fondo, agradecía tener un recordatorio permanente de lo que había pasado en sus vidas, como una especie de línea del tiempo física que no se cansaba de avanzar hacia adelante.

Y los dos estaban emocionados por saber lo que les deparara el futuro.

—Lo siento —susurró rozando la punta de la nariz con la mejilla de John, los rizos alborotados le hicieron cosquillas en el cuello, aun así, eso no le impidió dejarle un beso en el borde de la mandíbula.

Se había levantado con ganas de ser perezoso.

—¿Por? Lo segundo mejor con lo que me hubieras levantado habría sido con el desayuno preparado y sé que eso solo pasaría en mis sueños más salvajes —bromeó devolviéndole el beso, esta vez en sus labios.

No sabía cómo los consideraran los demás a esta edad ya que tampoco era como si al llegar a Nueva York habían planeado mudarse en una cabaña en medio del bosque. No obstante, si al inicio habían sido aquellos adolescentes irresponsables con demasiado drama en su plato y luego habían pasado por un tiempo de calma en el que pudieron ser padres y prepararse para lo que vendría; al rato de la hora tanto esfuerzo tuvo su recompensa y esa estaba visualizada en donde ahora vivían.

Si le dieran un deseo sin límites, John ya no sabría qué pedir.

—En cualquier momento podría ocurrir un milagro —colocó Alex uno de sus rizos detrás de su oreja.

Se estaban tornando grises. A paso lento, pero sabía que en cualquier momento esa sería su nueva realidad.

—¿La cocina está en una sola pieza? —abrió los ojos por completo, de repente se le había ido todo el sueño.

—Jack. Tienes muy bajas expectativas de mí y no sé si molestarme o reírme.

—Ambas, porque es verdad. Solo recuerdo unas dos veces en las que cocinaste y no quemaste nada —suspiró hundiéndose en la almohada mientras Alex enrollaba su índice en sus rizos.

Siempre que podía se ponía a jugar con su cabello y más que incomodarlo, lo relajaba. En silencio le agradecía cada vez que podía.

—Eso fue porque eran ocasiones especiales, sé cuándo utilizar mis dones maestros.

—No sabía que me había casado con un genio de la lámpara.

—¿Y lo dices por qué?

—Dos veces no has quemado la cocina —levantó dos de sus dedos—, la tercera es el último deseo, después de eso quemarás cosas incluso en nuestros aniversarios. Utiliza con sabiduría esa última cena.

—Lo dices como si fuera una especie de profecía, Jack. Suenas al viejo loco del mercado artesanal.

—¡Alex!

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora