4. Quimera

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NATALIA

Cogí mi cuaderno de composiciones y miré las canciones completadas.

—A ver, "Don't Ask" "Ventanas de Avión" "Fire & Gasoline", ¿cuál escojo? —pensé mordiendo el bolígrafo.

Llamaron a la puerta antes de que pudiera decidirme. Me levanté y abrí.

—Hola, me ha dicho Sebas que viniese.

La cogí del brazo y la hice entrar a la habitación.

—Sé entrar solita a una habitación eh —dijo un poco molesta.
—Siento el desorden, María siempre ha sido así —sonreí.
—¿Qué querías?
—Ehm... —madre mía la memoria Natalia—, creo que te quería preguntar una cosa, pero no me acuerdo.
—Bueno, pues cuando te acuerdes me lo dices —se dirigió a la puerta.
—No —la detuve poniéndome entre la puerta y ella.
—¿Cómo que "no? —me miró extrañada y dio un paso atrás— No somos niñas pequeñas Natalia, es hora de madurar.
—No sabes cuánto deseo tengo de besarte —miré sus labios.

Me miró y yo la miré, me fui acercando poco a poco.

—Sabes que si no te detienes no vamos a salir de aquí, ¿no? —dijo mirando hacia abajo.

Me sorprendió su confesión.

—Pues no salgamos —y la besé.

Todo pasó muy rápido, acabamos las dos desnudas en mi cama cubiertas por la sábana.

—Te quiero enseñar algo —dije intentando llegar a mi cuaderno que estaba tirado en el suelo.
—¿Y si María entra? —se tapó aún más con la sábana.
—No pasaría nada, además, me lo debe, yo ya la pillé hace un tiempo con un tío en nuestro piso —cogí por fin el cuaderno—. Mira —me tumbé junto a ella—. Pero no te tapes, que estás muy guapa —quité la tela y se tapó la cara, reí— ¿Ahora te da vergüenza después de lo que hemos hecho? —sonrió.
—Un poco —sus mejillas empezaron a tornarse rojas.
—Qué monaaa...
—¿Qué me querías decir del cuaderno?
—Ah sí. En este cuaderno —se lo enseñé— tengo muchas canciones completas y otras no, he pensado en cantar una cuando sea el concierto. Que por cierto, ¿cuándo va a ser?
—No lo sé, aún no hemos cuadrado el horario.
—Solo queríamos saber cuánto tiempo teníamos para practicar. Y también teníamos otra pregunta.
—Dime.
—¿Tenéis instrumentos?
—Claro, lo que pasa es que están muy bien guardados.
—¿En el backstage? —ese sitio me llevaba a un recuerdo no muy agradable.
—Sí.
—¿Tocas algún instrumento? —pregunté con mucha curiosidad.
—Si la flauta cuenta... —rió.

Me quedé embobada mirando su risa.

—¿Natalia? ¿Estás aquí? —preguntó María asomándose.

Nos miró, abrió la boca y se fue.

—Será mejor que me vaya —dijo Alba cogiendo su ropa para empezar a vestirse.
—¿Luego quieres ir a tomar algo o dar un paseo? —pregunté poniéndome también mi ropa.
—No puedo —dijo sin más— ya nos vemos en la cena —y salió.

Terminé de vestirme y fui con los demás, cuando entré, me miraron.

—Tienes algo que contar, ¿no? —dijo María— porque lo que yo he visto tiene mucho tema para dar.
—Más o menos... —me senté junto a ellos— ¿qué hacíais?
—Pasar el tiempo hablando.
—¿Qué hora es?
—Las 17.
—¿Ya?
—Veo que te lo has pasado muy bien ehhh —dijo Miki sonriendo pícaramente.
—¿Por qué lo dices?
—Porque han pasado dos horas y no sabíamos nada de ti.
—María ya nos ha contado pero ahora te toca a ti —Carlos me miró.
—Pues que ya no me voy de aquí sin...
—Follar —terminó María.

La Posada | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora