4° ACTÚA SIN FALLAR

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—Q... Q.... ¡Q....!

Los murmullos del grandulón en el suelo lo tenían alerta pero el golpe fuerte de la puerta en el primer piso lo llevó a otro lado por un breve momento.

Hinata estaba en la silla... Temblando cual hoja en un huracán. La venda que cubría sus ojos no podía estar más empapada y el sujeto con la mandíbula dislocada se arrastraba mareado hasta ella.

—Ji... Hina... Hna...

Antes de que esa sucia escoria ensangrentada y rastrera pudiera alcanzar aunque sea un dedo del pie de la princesa, levantó la madera con el único brazo que le quedaba funcional y arremetió con toda la fuerza que su inconsciente le regaló.

Hinata gritó ante el eco. Y desde arriba se escuchó la voz de alguien más, pero sus palabras fueron incomprensibles. El ambiente adoptó un marcado sabor a hierro.

En el lugar se escuchaba la respiración cortada de ella y los ahogos de ÉL por la sangre que salía tanto de la boca como de su nariz. Se acercó y movió la cabeza del moribundo con el palo. Aquellos írises azules se perdían tras cortinas rojas producto del golpe.

Lo observó y observó y observó. No apartó los ojos mientras las convulsiones le quitaban con ira los últimos soplos de oxígeno. Esa mano, la asquerosa mano que siempre usaba para rodear el hombro de Hinata, la repugnante mano que siempre agarraba la de ella, la maldita mano que colocaba en la delicada mejilla de la princesa trató de agarrar su pantalón, pero dejó de moverse a mitad de camino.

¡Que hiciste! —expresó la mujer que le dio la vida.

Él la miró y en la oscuridad su ojo izquierdo brilló con ese tono carmesí que lo acompañaba desde que lo había perdido.

¿Estas tranquilo ahora? —comentó su hermano desde el rincón más oscuro— Mamá estaría muy decepcionada.

Los sollozos de Hinata llamaron su atención y con pasos delicados llegó a su lado. El dolor del brazo desapareció y sacó del bolsillo de la chaqueta un pañuelo que al primer contacto con la piel la hizo saltar.

—No te haré daño. —dijo con un tono bajo para tranquilizarla.

Ella volteó en dirección al sonido de la voz.

—Sólo limpiaré tu pie.

Los temblores no cesaron y cuando él trató de tocarla con el pañuelo volvió a mover el pie e intentó alejarse, aunque era solo una falsa idea de protección.

— ¿Po... Por qué m-m-me... me ha-haces e-esto?

Él apretó la mandíbula y la mano. El corazón le latía tan fuerte que le dieron náuseas. Era la segunda vez en su vida que la tenía tan cerca y deseaba sostener su mano, mirarla a los ojos y decir con firmeza que la amaba

La empezó a amar desde aquel día en que lo consoló en el hospital luego de que su hermano se suicidó después de matar a sus padres en un arrebato de esquizofrenia. "Llora todo lo necesites" Dijo ella con una voz tan dulce que estremeció su interior. "Está bien llorar cuando pierdes a alguien que amas" Agregó sosteniendo su mano. "No le diré a nadie que te vi hacerlo si así quieres." Fue en ese momento cuando levantó la mirada y encontró la más cálida y enternecedora sonrisa del universo. "Será nuestro secreto".

Tomó el cuchillo que tenía detrás para soltarla. Necesitaba sacar de su pecho ese sentimiento. Decirle que así como ella le dio una esperanza para vivir luego de que su propio hermano le enterrase un cuchillo en el ojo, él podría hacerla feliz también. Él no cometería el mismo error que su hermano. No. Él sí la protegería. Él no la invitaría a una cena con vino barato. No le regalaría flores comunes. No le contaría historias aburridas sobre origami...

Paso a paso: Que alguien se fije en ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora