22. Lugar secreto.

744 101 8
                                    

Los ojos del corazón

Capítulo 22.

—Jazmín Tanner—

Me despierto al escuchar el volumen tan alto de la música, busco mi reloj encima de mi gaveta y como papá lo compró especialmente para mí puedo saber la hora solo tocando las manecillas, es especial para personas que no pueden ver y nos sirve como alarma. Me quedé dormida haciendo mis trabajos porque siendo sincera son muchos y sentía que se me cerraban los ojos solos del cansancio.

Me ato el cabello en un moño tipo tomate sin dejar mechones por fuera, salgo de mi habitación y me voy directo a la sala. Sonrío cuando el olor de mi familia llena mis fosas nasales, papá y Pablo están aquí escuchando música que para mí es más ruido que música. Me gusta que sean tan unidos y que sí seamos una familia, sin mentiras como antes pensaba y sé que no somos perfectos, pero estamos juntos y es lo que cuenta.

—¡Oh, despertó la princesa durmiente! —Exagera papá y solo sonrío.

—¿No es la bella durmiente? —Inquiere Pablo con curiosidad.

—Sí, pero papá ya tiene problemas, ya sabes, la edad —le hago un gesto con la mano—. Tengo hambre, ¿qué hicieron de comer?

—Jacob a la francesa —bromea Pablo y papá suelta una carcajada—. ¡Estuvo buena esa!

—Nora a la francesa, me gusta más —dejan de reír—. ¡Estuvo rebuena! —Me burlo.

—Bueno ya, iré a la cocina por algo de comer.

Me tiro en el sofá y le bajo el volumen a la música, tanto ruido me molesta, me estresa.

—¿Cómo vas con Nora? No me cuentas nada de ella ya.

—Oficialmente, tienes cuñada, le llegué a Nora y me dijo que sí.

—¡Por fin! —Lo abrazo emocionada y me aparta—. Te estabas tardando, Nora es buena niña.

—Tampoco demoré mucho —nos reímos.

—Casi envejezco —ironizo—. Casi dos siglos.

—Bueno, sí, pero yo no sabía que le gustaba, hermanita —me aprieta mis mejillas y le quito las mano—. Amargada.

—Miedoso.

Papá aparece con unos rollitos de jamón y empezamos a comer, no perdemos tiempo de molestar y hacernos bromas un poco pesadas, a la final no fue tan malo tener un hermano. Hoy en la tarde iremos al cementerio a visitar a mi mamá y a la mamá de Pablo, es algo que hacemos juntos porque todavía duele que ellas no estén y aunque la vida sigue nunca vamos a olvidar que son lo más importante para nosotros y nadie puede cambiar eso.

Me regreso a la habitación después de pasar el rato con mi familia. Estoy por entrar al baño cuando escucho el sonido de mi celular y agradezco ser ordenada porque lo localizo debajo de mi almohada, lo agarro y respondo enseguida.

Hola —hablo, sentándome en la cama.

Jaz, soy Jacob —sonrío como tonta al escuchar su voz—. ¿Qué harás en un rato? Quiero que vengas conmigo a un lugar secreto.

Iré al cementerio con mi papá y Pablo, puedes venir si quieres y luego vamos a ese lugar secreto —le sugiero—. Bueno, si quieres.

—Por supuesto que quiero, llegaré a tu casa en media hora.

No tienes que venir si no quieres, yo puedo llegar a buscarte.

—Que terca eres, iré por ustedes y se acabó —se queda callado—. Hablamos cuando llegue a tu casa, iré a terminar unas cosas.

—Bueno, cuídate.

Silencio.

Jacob —vuelvo hablar.

¿Dime?

Te quiero.

—Y yo te amo, Tanner.

Nos quedamos hablando por más de quince minutos hasta que nos despedimos y decido arreglarme para estar lista a tiempo cuando pasen por mí. No tengo idea a dónde me llevará, pero sí quiero conocer ese lugar secreto que dice mi querido y amado Jacob, bueno, solo Jacob.

«No sé qué ponerme».

Me decido por unos jeans rasgados, un camisón tejido de color rosado y zapatos tipo tenis del mismo color. Llamo a Pablo para que me diga cómo me veo y me dice que estoy bien, pero que me falta un detalle. No sé qué es hasta que me coloca una cadena, ya no me acordaba que la tenía guardada, dije que no la usaría más hasta que fuera feliz. Creo que ahora lo soy.

Me la paso escuchado música para pasar el tiempo hasta que escucho la voz de Jacob en la sala y salgo para no hacerme esperar. Su perfume llena mis fosas nasales y ese olor digno de él que no podría confundirlo, y es que no me cansaré de decir que todas las personas tienen un olor diferente, yo lo distingo por frutas y eso me sirve para saber quien es quien y no sentirme perdida.

—Muérgano —saludo a Jacob cuando llego a la sala y escucho las risas de todos.

—Muérgana —me saluda de la misma manera, pero dándome un beso en los labios que me hace sentir más pendeja que nunca y quiero que no se separe, pero escuchamos la voz de papá y nos separamos.

—Que raro se saludan los jóvenes de ahora —dice papá.

—Así es el amor, papá —habla Pablito como si tuviera mucha experiencia.

—Vamos rápido o llegaremos tarde.

Papá se adelanta a salir con mi hermano y cuando yo quiero hacer lo mismo Jacob me abraza por detrás dejando un beso en mi cuello.

—Hueles muy rico, Tanner —sigue besándome—. Podría hacerte mía aquí, lástima que está tu familia.

—Becher, si papá te ve pegado a mí, besando mi cuello, y diciéndome de cosas, te matará —risitas salen de mi boca—. Pero debo decir que tú hueles mucho mejor, y que si sigues besándome así posiblemente lo terminaremos haciendo sobre una tumba, y no.

—Debemos respetar a los muertos, muérgana.

Se ríe.

—¡Dejen el mete y saca para después!

Escuchamos el grito de mi hermano y no sé qué diablos le pasa, andar gritando eso delante de papá es vergonzoso. Yo sé que papá sabe que entre Jacob y yo han pasado cosas por aquella discusión, pero tampoco es que quiera que sepa todo sobre nosotros, eso sí que sería penoso.

Habíamos durado mucho tiempo en el cementerio, agradecí que me dieran privacidad para hablar con mi mamá sobre todo lo que ha pasado en este tiempo, fue muy tranquilizador sentir que ella estaba ahí conmigo cada vez que hablaba. Mamá no me ha dejado sola desde que murió, yo sé que me cuida, pero no puedo evitar llorar cada vez que vengo porque me hace falta, antes me quejaba por sus regaños, por su manera de sobreprotegerme y tantas cosas más, pero hoy quisiera tenerla a mi lado y seguir escuchando cada uno de sus sermones.

Antes sabía que al despertar mamá estaría a mi lado, pero ahora todo es diferente, ella ya no está. A Pablo y a mí nos unió la muerte de nuestras madres, nada fue fácil en el comienzo, pero si nada hubiera pasado tal vez yo nunca hubiese sabido que tengo un hermano de doce años con la mentalidad de alguien mayor.

—No lleves muy tarde a Jazmín a la casa —papá no se va a cansar de darle recomendaciones y sermones a Jacob—. La cuidas y no pueden pasar de las once cuando lleguen a casa.

—Papito hermoso, Jacob me cuidará —lo abrazo—. Eres muy celoso cuando quieres, papá.

—A las once estará en su casa sana y salva.

—Eso no te lo crees ni tú mismo, cuñado.

Hoy es uno de esos días donde mi hermano a todo le encuentra algo para hacerme sentir como una bebé delante de todos, solo espero que el lugar secreto de Jacob no me haga sentir peor o igual que mi hermano.

(…..)

En todo el camino estuve escuchando a Jacob hablar del lugar donde me llevaría, noté su emoción y debe ser algo especial cuando se refiere a ese lugar con tanta tranquilidad. Me hace sentir tan bien que me haya escogido para ir los dos juntos, yo sé que no llevamos a todas las personas a nuestros lugares favoritos, es algo que en el fondo lo vemos como un lugar sagrado que no todos merecen tocar y mucho menos ver.

—Llegamos —me dice Jacob ayudándome a bajar de su auto y al poner mis pies en el suelo el frío me recibe a pesar de que llevo un camisón que tiene mangas largas. Todo está en silencio y la paz que se siente te hace saber que todo va a estar bien y que aquí nada malo pasará—. Ven, caminemos un poco.

—Huele a madera, agua y flores rojas —digo a medida que caminamos—. Quiero saber cómo es el lugar.

—Admiro la forma que tienes de ver las cosas —me pasa el brazo por encima de los hombros—. Este es mi lugar secreto, bueno, ahora de los dos, le digo reino de paz, es un lugar hermoso, por donde vamos caminando es un puente de madera seca que da justo a un lago enorme y de cada lado hay flores tiradas de color rosa, rojas y blancas, en frente hay montañas, pero lo mejor es la neblina.

—¿Por qué la neblina?

—Simple, la neblina no deja ver más allá a menos que se disperse, y así somos nosotros, nos colocamos una careta para que nadie vea más allá de lo que queremos, pero siempre hay alguien que dejamos que traspase todos los límites y nos conozca hasta lo más sucio que guardamos —nos sentamos en la orilla del puente, pero antes Jacob me quita los zapatos y los calcetines para que no se me mojen—. Aquí encuentro paz, aquí puedo pensar con claridad y pensar que todo estará bien.

Imaginarme el lugar me hace saber que no es cualquier lugar donde estoy, siento tranquilidad y con solo cerrar los ojos el sonido del agua me transporta a mi niñez. Puedo verme corriendo por el campo mientras persigo un balón con mi prima Cinthya, podía ver en ese tiempo, veo a mamá cargándome porque me he caído y me he raspado mis rodillas, veo a papá curarme y a Adrián darme una paleta para que no llore. Puedo ver cada momento que pasé al lado de Adrián y cómo reíamos a carcajadas siendo solo unos niños que pensábamos que nada iba a cambiar y que estaríamos siempre juntos.

Puedo ver esa niña de trece años que llora porque no se acostumbra a una enfermedad que por más lenta que sea puede llevarla a la muerte, veo esa niña que no se acostumbra a no ver y a no conocer el mundo de la manera que quería. Veo esa niña años después enamorada de un chico de ojos grises que la ha hecho saber lo importante que es en su vida y que no dejaría que se fuera porque sí la quiere, veo a esa niña abrir sus ojos y sonreír sabiendo que ha cumplido gran parte de sus sueños. ¿Saben por qué la veo? Porque esa niña inocente y que pensaba que el mundo era perfecto y que la maldad no existía, era yo hace un par de años.

—Tanner, necesito que me prometas una cosa —Jacob vuelve hablar, esta vez noto cierta tristeza en su voz.

—¿Qué cosa?

—Que si un día no estoy serás feliz y que vas a cumplir todos tus sueños —deja salir aire por su nariz con cierta tristeza—. Quiero que me prometas que te vas a recuperar y que aceptarás a un donante de córneas para que recuperes la vista, no importa quién sea, lo aceptarás.

—No puedo prometer algo que no cumpliré, no sería feliz si tú no estás y de nada me serviría recuperar la vista cuando no te podré ver —de alguna manera mi voz ya no suena suave, ahora es más aguda—. ¿Becher, por qué no prometes tú que te quedarás toda la vida a mi lado?

—Prometer algo así es una tontería, Tanner, somos polvo y en cualquier momento ya no estaremos —pasea su mano por los nudillos de la mía—. Promete tú que serás feliz pase lo que pase, que tomarás los tratamientos para tu Leucemia y que me amarás aunque no esté.

—Prometo que te amaré aunque no estés —dejo mi cabeza en su hombro y hago silencio por largos segundos mientras las lágrimas bajan por mis mejillas de solo pensar que algún día no estará a mi lado porque me enamoré, me enamoré de Jacob Becher, mi ex profesor—. ¿Por qué me haces prometer cosas sin sentido?

—Todo tiene sentido, Tanner.

—Nada tiene sentido sin ti, Becher.

Una sensación de miedo y tristeza se apodera de mi pecho y me suelto a llorar sin decir nada, solo siento los brazos de Jacob rodearme y el llanto aumenta. Durante mucho tiempo le dije entre llanto «promete no irte», pero él solo hizo silencio y el dolor se apoderó de mí en cuanto me imaginé estando sin Jacob a mi lado, porque nada me importa en este momento donde sé que no me queda mucho tiempo y donde sé que nada es perfecto como solía decirme mamá. Pero si tengo algo claro es que ya nada volverá a ser como antes si Jacob Becher no está en mi presente y en mi futuro, nada será como antes porque todo pasaría a ser pasado.

—Nota—

Se acerca el final.☑️

Todos pendientes porque esto se pondrá bueno.✔️❤️







Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora