Capítulo I

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<< Otra noche más te recuerdo, grandullón. Cada vez se me hace más difícil no tenerte cerca y no poder sentir el calor que tus brazos me brindaban. Echo de menos tus besos y tus caricias, tus "buenos días" por las mañanas, tus "te quiero" y tus "renacuajo". Sé que nunca más te volveré a ver, pero quiero decirte, por enésima vez, que nunca podré querer a una persona como te quise a ti >>

- Ted Simons.

El despertador sonó una mañana más, dando el inicio de tan temeroso día que Ted esperaba que fuera: comenzaba su último año de instituto. Ya sé que muchos diréis que es normal que esté preocupado, pero nadie sabe como se siente Ted. Nadie.

Como cualquier otra mañana, Ted se despertó con la típica erección matutina y el pelo hecho una mierda. Fue directo al baño y descargó la vejiga. Luego, se vistió corriente con la ropa que siempre llevaba: unos pitillos y una camisa con algún logo de un grupo alternativo o de una marca de algún producto de los años cincuenta. Cogió el móvil y bajó a la cocina.

Allí, cogió un bol de cereales y empezó a comer. Sí, su vida es completamente monótona después de la entrada en la cárcel de su padre. Su madre, la cual se volvió loca y le dio esquizofrenia, le había abandonado y ahora vivía con su hermana mayor, la cual apenas veía por culpa de su trabajo.

Cuando terminó, fue al baño, se cepilló los dientes y se peinó. Cogió la mochila y salió tras la puerta.

Colocó los auriculares en sus orejas y puso 212 de Azealia Banks a todo volumen y comenzó a caminar. Para Ted, la música era su única vía de escape, si no contamos a su amiga Alice, una gran hermana para Ted y además una buena confidente. Escuchaba canciones que casi llegaban a ser indie, pero siempre tenía a alguna de las divas en su corazón, como a Taylor Swift, a la cual admiraba y nadie lo sabía.

La gente que caminaba por la calle le daba igual, él solo quería que este día acabara. Ni Ted sabía porque hoy ese día le decía que iba a pasar algo malo. No es que el chico sea supersticioso, pero le daba mal rollo esa premonición.

Se sentó en la parada de autobús, sacó su libro favorito, Crónicas de una muerte anunciada, y comenzó a leer. No es que el libro le encantara, pero el misterio de que todo el mundo sepa que Santiago Nasar iba a morir y nadie lo evitó le llamó la atención desde el primer momento y, hasta ahora, ningún libro le parece bueno en comparación a este.

Él seguía leyendo, hasta que una mano le tocó en el hombro. Era su amiga Alice, que venía demasiado guapa para gusto de Ted. Su largo cabello negro caía sobre su pecho, llevaba una camisa de manga larga, como siempre, y un pantalón corto. A Alice nunca le ha gustado enseñar sus muñecas y, en diez años de amistad, no me ha dicho el porqué. A pesar de qué hace tres años enseñaba de todo.

- ¿Dónde está mi hermano gemelo? - dijo con un tono alegre.

Para los que os preguntéis porque ha dicho lo de hermanos gemelos, es por el gran parecido físico que tienen dos. Pelo negro y ojos verdes.

Cuando se conocieron, Alice empezó a llamarlo así y desde ese día son hermanos gemelos.

- Vienes demasiado contenta para ser un lunes por la mañana, ¿sabes?

- Y tu demasiado amargado. - dijo con una gran sonrisa en la cara - Alegra esa cara, ya verás todos los chicos guapos que vienen de otros institutos de intercambio.

- Alice, sabes de sobra que no volveré a estar con otro chico, no hace ni un año que Dean se fue. - dijo Ted con la voz rota.

- Nunca digas nunca. - dijo subiendo al bus. - Vamos, tortuga.

Intrépido [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora