Capítulo único.

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La cerveza tibia bajo por mi garganta. Las luces del bar eran tenues y el humo de cigarrillo creaba una débil neblina en el bar de mala muerte en el que nos encontrábamos.

El celular vibró en mi bolsillo. Observé el reloj en la pared. 1:38 am. Me incliné sobre la mesa, acomodé mi postura e hice el tiro definitivo. La bola negra rodó tranquila y con elegancia cayó en la esquina derecha.

La pelirroja a mi lado gritó victoriosa y se burló de nuestros contrincantes. Clint y Sam rodaron los ojos.

Ha sido muy grato patear sus traseros— dije jocoso. —Pero el deber llama.— terminé de despedirme haciendo una reverencia y desechando la colilla de mi cigarro.

Tu ex deber querrás decir.— me corrigió Sam, recalcando la segunda palabra.

Deber es deber.— grité casi en la puerta del lugar.

El ronroneo de mi motocicleta paró y el hombre que me esperaba se acercó. Ninguno medió palabra. Sabíamos a qué íbamos y no desperdiciaríamos el tiempo, o al menos eso es lo que Buck me había dicho en uno de nuestros furtivos encuentros.

Pero yo sabía, con total certeza, que la culpa carcomía la mente de mi acompañante, y aunque en más de una ocasión me había planteado la idea de terminar todo esto, una perversa satisfacción dominaba mi ser al saber que el deseo de volver a mis brazos le ganaba a cualquier otra cosa, a sus principios y convicciones incluso.

No.— me ordenó mi lindo castaño al sentir mis persistentes labios en su cuello —Sabes que ya no puedes hacer eso— dijo y yo solo gruñí.

Mis manos alzaron sus piernas torneadas en un arrebato de cólera y Bucky se enredó contra mi cuerpo.

Él no lo sabrá.— sentencié restandole importancia, chupando el lóbulo de su oreja.

Mis dedos se clavaron en su descubierta entrada.

El recuerdo del novio de Bucky me llenó de ira. Saber que ese imbécil tenía el permiso de tocar el perfecto cuerpo de James, de recorrerlo con su cuerpo, morder sus labios, de usarlo como desease, me enfermaba y me orillaba a internarme bruscamente en mi amante por permitirle aquello.

Ah, sí. Stevie...— hasta que oía los gemidos extasiados. Entonces el orgullo y la sensación de victoria recorrió por mis venas y colocó una sonrisa soberbia en mi rostro.

Tomar consciencia de lo inútil que era Rumlow me daba gracia, sin embargo le agradezco su ineptitud. Gracias a eso podía tener a Bucky a mi disposición, para demostrarle que yo era el único capaz de entenderlo y saciarlo.

James clavó sus uñas en mi espalda, el placer clausuró mi raciocinio al escuchar sus jadeos y gemidos sin control. Carajo que bien se sentía.

Eres mío.— le dije en un gruñido mientras mordía su oreja y me derramaba en su interior, extendiendo los espasmos de Bucky.

James sólo asintió. Ambos éramos conscientes de que por más que ya no fuésemos una pareja como tal, algo en nosotros siempre pertenecería al otro, lo quisiéramos o no.

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